Gritos. Sangre. Muerte.
La lluvia empapaba todo el campo de batalla y embarraba el suelo que todos pisaban. La fuerza con la que el ejército había empezado la reconquista iba disminuyendo a medida que los cuerpos sin vida de humanos, nephelims, elfos y meloras caían en la batalla.
El primer ataque había sido un punto en contra de los Xerxs, la última línea de fuego, arqueros de Sonrengar, habían tenido precisión con sus lanzamientos y consiguieron derribar varias docenas de seres. Sin embargo, cuando todos se lanzaron contra la primera linea defensiva compuesta por nephelims y humanos armados con escudos, lanzas y picas, se demostró la fuerza de los Xerxs cuando son mayoría. Los soldados habían caído, pero las líneas restantes se habían lanzado ferozmente contra ellos.
Las espadas chocaban contra cuchillas y todos cuidaban rigurosamente su espalda, pero los Xerx conseguían asaltar y despedazar a quien podían.
Asch sin embargo, se abría paso asestando espadazos a aquellos seres, clavaba la espada o cortaba sus afilados miembros para después darles un golpe letal que les hacía caer muertos al suelo. Sus ojos pronto captaron a su amada en medio de aquel caos. Shenia luchaba contra un Xerx, a quien sacaba bastante ventaja, la muchacha atrapó sus brazos con su látigo de cuero y clavó la espada en el vientre del ser. Al soltarlo, este cayó al suelo y pudo rematarlo con su filo.
Cuando se hubo dado la vuelta, vio como un Xerx, demasiado cerca suya, levantaba las cuchillas para darla un golpe letal, sin embargo no se movía, pues tenía una larga lanza clavada en el pecho. Se desplomó en el suelo, y entre la multitud apareció Asch, arrancando de aquel escamoso cuerpo el arma que le había regalado la reina Anri. El muchacho se acercó a la princesa y limpió una gota de sangre de su mejilla. Ambos se dieron la vuelta, sonriéndose de manera cómplice, y se lanzaron contra un grupo que amenazaba a sus soldados.
Por otra parte, Glaiss había dejado atrás su caballo y luchaba contra tres seres verdes a la vez. Sus ojos élficos estaban en los contrincantes, haciendo que esquivase cada uno de sus golpes. Lanzó una patada a uno para apartarle y tirarle al suelo, le cortó la cabeza con la espada, que se quedó clavada en el suelo. De un brinco, se echó hacia atrás y puso su gran escudo delante suya para evitar un rápido ataque por parte de los dos restantes. Giró la cabeza rápidamente para ver como una lanza pasaba junto a él y se clavaba en la cabeza de uno de ellos. Sin perder un segundo, cruzó la distancia que le separaba de su espada, la cogió con fuerza y cortó por la mitad al último. Nada más caer el cuerpo sin vida de la criatura, Drank, quien arrojó la lanza, miró a Glaiss con una sonrisa y desenvainó las dos espadas que llevaba a la espalda y se lanzó junto con sus soldados a por un grupo.
Glaiss fue en el sentido contrario, corriendo hacia un pequeño grupo de Xerxs que amenazaban a unos meloras. Estas pequeñas criaturas las mantenían a raya paralizándoles, lanzándoles pequeñas pero potentes bombas de fuego que les hacían retroceder hasta que Glaiss apareció a su espalda y les cortó a los tres por la mitad. Amadeus llegó hasta ellos subido en su fiera con su vara en alto. Los otros dos meloras se subieron con él y alzaron una mano al cielo. La fiera, con ellos tres encima, comenzó a trotar hacia unos enemigos. De la vara de Amadeus comenzó a salir una fuerte ventisca que les envolvió totalmente mientras se acercaban a ellos. Los seres se giraron y se acercaron dispuestos a acabar con ellos, pero las fuerza del viento y los afilados trozos de hielo que salían de ellos, se les clavaban y congelaban poco a poco. Así Glaiss, junto con Drank quien se le había unido, pudieron vencerles más rápidamente.
Un trueno lejano resonó en todo el campo de batalla, acallando con su ruido los gritos. La tormenta se acercaba con rapidez impulsada por el frío aire que venía del norte. Pronto estuvo encima de los presentes, y uno de los rayos cruzó a velocidad de vértigo el aire y cayó sobre la gran muralla de piedra, destrozando parte de ella, haciendo que las rocas que la componían cayesen sobre unos Xerx arrinconados contra la pared.
Asch, al ver aquello, alzó su arma y proclamó a los cuatro vientos- ¡Los dioses están de nuestra parte! ¡Sólo un impulso más YURGS! ¡Podemos con ellos! -El príncipe y Shenia se lanzaron contra un grupo cerca de los escombros que habían caído de la muralla cuando un grito procedente de Drank les alarmó a ambos.
-¡¡Todos a cubierto!! -Gritó, mientras los soldados se retrocedían o se cubrían, cuando se fijó en los príncipes -¡¡Asch!! ¡¡Shenia!! ¡¡A cubierto!! -Los dos se giraron para poder ver que pasaba. Todos los meloras que quedaban estaban concentrados en un grupo, con las varas alzadas, de estas salía un intenso resplandor. El humano agarró la mano de su princesa y tiró de ella hacia la parte de atrás de los escombros cuando un intenso rayo blanco salía despedido hacia los Xerx y las murallas de Guniver. El rayo alcanzó a muchos seres que se desintegraron en el momento.
De detrás de los escombros se asomaron Shenia y Asch, todavía agachados. El príncipe agarró a la chica de la mano y la hizo mirarle.
-Ve a por un grupo, entra en el castillo y busca supervivientes, alguien debe quedar vivo. Yo iré con otro grupo a las mazmorras. -La muchacha asintió seria y se dispuso a marcharse, pero Asch la retuvo un segundo para poderla besar antes de separarse de nuevo. El peliazul salió corriendo hacia un trío de soldados que estaban cubiertos por una pila de cuerpos, con ellos se internó en las murallas y se dirigió a las mazmorras. Shenia, por otra parte, se llevó seis hombres hacia el castillo para explorar el interior. Mientras, Drank, Glaiss, los meloras que quedaban y el resto del ejército combatía con los Xerx restantes que ya no suponían una amenaza para ellos pues su número era muy reducido.
El grupo de la princesa atravesó todo el patio principal y subió las escaleras de la entrada. Pasaron al interior y fueron caminando, atentos por si pasaba algo. El interior estaba lleno de pilas de cadáveres y el suelo cubierto de sangre. La avanzadilla recorría los pasillos hasta llegar a la entrada del salón del trono. Dos soldados abrieron las puertas y todos pasaron al interior, para quedarse en el umbral, viendo aquella imagen tan tétrica que se les presentaba.
Asch y sus soldados habían empezado a buscar por las mazmorras, se movían con rapidez para poder cubrir el mayor espacio posible en poco tiempo. El príncipe era el último en la fila, sus oídos captaron movimiento. Ordenó parar al grupo y todos le observaron. Con seguridad, y con la espada en la mano, caminó hacia un recoveco de entrada a las alcantarillas, el cual estaba cubierto por una reja que se podía abrir. Se agachó delante y observó la oscuridad, de allí procedían unos leves gimoteos.
-¿Hay alguien? -Preguntó el príncipe. Los ruidos cesaron y poco a poco, salió a la luz el rostro sucio y herido de una bella muchacha de cabellos rubios. Los ojos, de color miel, estaban rojos debido a las lágrimas. Asch abrió la verja con fuerza y la ayudó a salir de allí. La ropa de la joven estaba hecha jirones y tenía heridas superficiales en la piel.
El grupo terminó su misión y la única superviviente era aquella joven. El grupo volvió al interior del castillo pues ya todo estaba tranquilo. Nada más entrar, todo el mundo se giró hacia el príncipe. Shenia se acercó corriendo a él y lo abrazó.
-Oh, Asch... -Los ojos verdes de la princesa se fijaron en la joven rubia que iba agarrada de su brazo. Torció los labios en un gesto de disgusto, se separó y apartó la mirada de ella para mirarle a él.- Lo siento mucho.
Asch no sabía a lo que se refería, pero nada más mirar hacia el trono, tuvo una sensación de mareo y sintió la bilis en la garganta. Se soltó de la muchacha y se fue acercando hacia allí.
Sentados en el trono se hallaba el cadáver de Isgar, sujetando en su mano derecha la cabeza de un soldado guniviano, y con la izquierda agarraba la mano de la difunta Lady Katarina, quien tenía en su mano izquierda la cabeza de un niño rubio. Alrededor de ellos se concentraba una gran pila de cuerpos decapitados. El humano se quedó quieto contemplando a sus padres, agachó la cabeza y les hizo una reverencia, apretando los puños con fuerza debido a una intensa rabia que le había invadido.
-Padre, madre, hoy habéis sido vengados. Vuestros asesinos han desaparecido y hemos reconquistado la tierra de la que siempre hemos sido dueños y la que nos pertenece. -Se giró hacia la multitud con el semblante serio y casi inexpresivo- Desde hoy seré rey de Guniver. ¡El pueblo será reconstruido y no habrá ni rastro de la invasión de estos seres infernales! ¡A partir de este momento Guniver florecerá de nuevo! Y estará lista... ¡Para vencer a todos los enemigos que se atrevan a perturbar nuestra paz! -Alzó el puño- ¿¡Estáis conmigo hermanos!?
Un griterío general se extendió por toda la sala, los soldados estaban exhaustos después de aquella cansada pero victoriosa batalla. Asch miró de reojo a Shenia y le sonrió levemente, pero su interior no estaba embargado de felicidad, sino de tristeza, haría que el recuerdo de sus padres no se olvidase, y que sus consejos y enseñanzas le convirtiesen en el rey que estaba destinado a ser. Alzaría el reino para que brillase y así, su luz, pudiese ser vista desde el cielo, donde las almas de los difuntos Isgar y Katarina, mirarían orgullosos la grandeza de su hijo.
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