Los ejércitos habían sido llamados de todos los reinos de YURGS, desde Blizternova llegaron un millar de nephilims vestidos con ropajes grises todos portando espadas, escudos y picas para el combate. Algunos llegaban en caballos que estaban cubiertos con telas gruesas para que las armas del enemigo no les derribasen con facilidad. Por otro lado, llegaban tropas desde Sonrengar con un Glaiss armado a la cabeza, los elfos llevaban arcos a sus espaldas, largas espadas enfundadas y lanzas puestas en los hombros. Todos llevaban la misma armadura, pero la del príncipe se diferenciaba pues el escudo de su reino estaba impreso en su pecho.
Asch veía, a través de la ventana de su aposento, como aquellos miles de nephilims y elfos se congregaban a las puertas del castillo y en el patio. El humano tenía en su cama su armadura extendida lista para ponérsela, se la habían traído hacía horas, pero estaba demasiado ocupado meditando la situación. Apenas una semana antes había estado recluido en una celda y ahora estaba a punto de partir hacía una guerra.
Tras ponerse la armadura, enfundar su espada y poner la lanza a su espalda, salió de su habitación y se dirigió al patio de entrada para reunirse con Drank y Glaiss. Al llegar, ambos le miraron en silencio, pues no necesitaban palabras para entenderse. Los tres sabían que la batalla sería dura y que las bajas por su parte serían demasiadas, pero tenían que defender los reinos de tal amenaza. Pronto apareció Shenia, vestida con una armadura más ligera que la de los hombres, para que le fuese más fácil moverse. La muchacha llevaba una espada enfundada y los dos látigos agarrados a ambos lados de la cintura listos para ser desenrollados. Los ojos del príncipe humano se dirigieron hacia el arma que ella llevaba guardada.
-¿Desde cuándo sabes utilizar una espada?
-Drank me enseñó.
Nada más pronunciar esas palabras, Asch fulminó al nephelim con la mirada, le molestaba que la muchacha fuese con ellos a una guerra, le aterraba que le hiciesen daño, pero no se imaginaba que la habrían ayudado a seguir sus pasos hacia una batalla tan peligrosa. Soltó un bufido y se marchó hacia su montura que descansaba en los establos.
Los dos herederos miraron con cierta preocupación a la princesa, quien no se percataba de las miradas, los dos sabían que la lucha se les haría más dura, pues estaría pendientes de ella a cada momento aunque había recibido instrucción militar.
Cuando todo estuvo listo, los cuatro herederos y los tres ejércitos marchaban en absoluto silencio, dejando atrás el reino de Husmacia, el cual cerraba las puertas de la muralla.
Nadie hablaba, todos mantenían su cabeza fija en la batalla que disputarían al llegar a Guniver. El único ruido que había era el de una inminente tormenta que les acompañaría a lo largo de toda la batalla. Los caballos trotaban al mismo paso. Asch y Shenia se mantenían juntos, intercambiando miradas y alguna que otra sonrisa por parte de la princesa, pero nada podía quitar la preocupación del rostro del humano.
La tensión en el ambiente era palpable a medida que se acercaban al reino, el cielo se iba volviendo más grisáceo y los vientos traían nubes de lluvia.
Las puertas de la gran muralla de Guniver estaban cerradas y no se oía nada detrás de ellas. Los cuatro príncipes que iban a la cabeza se pararon delante, Glaiss cogió el cuerno que llevaba agarrado en su caballo y lo hizo sonar para que las tropas detuviesen el avance.
Asch hizo avanzar a su caballo para acercarse a las puertas de madera y comenzó a proclamar.
-¡Soy Asch! ¡Príncipe y futuro rey de Guniver! ¡He venido para recuperar lo que me pertenece! ¡Salid a luchar u os obligaremos! -.
Un chasquido provino de la madera y poco a poco se fueron abriendo, el príncipe retrocedió en el caballo y volvió hacia su ejército, el cual estaba en formación delante de la muralla, los caballos en la cabeza, en la línea secundaria las lanzas y picas, después los infantes y por último los arqueros.
Asch miro el ejercito que lucharia en su nombre en esta batalla y comenzo a pasearse de una punta a otra de la delantera con semblante serio.
-He peleado con muchos de vosotros codo a codo contra numerosos enemigos y desde que era un crio me he podido sentir protegido por el filo de la espada de mis hermanos - Asch miró a Glaiss rápidamente y volvió la vista al ejercito, analizando sus rostros- Por eso os pido que en este amargo día vuestras espadas junto a la mia devuelvan Guniver a su rey. Veo en vuestros rostros el mismo miedo que siento yo en mi corazon pero hoy ,apartir de hoy todos los que estamos aqui devolviendo su grandeza a YURGS. -Empuñó su lanza y la alzó al cielo- ¡Seremos recordados como héroes!-El principe humano cogio aire y gritó- ¿¡Estáis listos chicos!? -Todo el ejercito alzó sus armas y cada raza hizo su grito de guerra al unísono.- ¡Adelante!- Señaló hacia el interior de la muralla dando orden de entrada y los demás principes mandaron partir hacia el interior a sus tropas mientras galopaban con el principe humano que miraba las ruinas de su hogar, de su patria, de su país...
Asch sentia una fuerte opresion en el pecho , una opresion que no habia sentido nunca, ni en el año que estuvo encerrado.
Todo el ejército iba tras los cuatro jinetes que iban al frente con las armas desenvainadas mientras gritaban ferozmente, listos para enzarzarse en una batalla nunca librada. Los Xerx se encontraban en el umbral de la muralla, con las largas cuchillas extendidas, gruñendo de manera amenazadora y revolviéndose, ansiosos por la batalla. Ambos ejércitos colisionaron y se mezclaron los cuerpos de los guerreros con los seres verdes. Todo se envolvió en un incesante sonido de choque entre metales, gritos y gruñidos.
En lo alto de la colina más cercana apareció Amadeus subido en una bestia que iba a cuatro patas, el triple de su tamaño y con unas grandes fauces abiertas de las que colgaba un hilo de saliva entre los dientes. El Melora estaba vestido con un traje de cuero, incluido un casco que se le ajustaba a la cabeza. Alzó un palo que tenía en la mano y comenzó a gritar con su aguda voz.
-¡Meloras! ¡A formar! -Un pequeño ejército subido a aquellas fieras con grandes fauces se alinearon sobre la colina, junto a Amadeus, y observaron la pelea entre el ejército y los Xerxs. Con un movimiento del bastón, todos comenzaron a bajar la ladera rápidamente soltando hechizos desde sus bastones o flechas desde sus pequeños arcos. Algunos incluso portaban pequeñas espadas.
Un potente trueno resonó en todo el lugar, ahogando el ruido de las armas. La lluvia comenzó a caer, empapando el suelo y a todos los presentes, haciendo que la batalla fuese más dura.
Metal contra metal. Destrucción contra justicia. Xerxs contra YURGS. El futuro se decidirá en esta batalla.
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