Drank había caído, el elfo se
acercó tambaleándose y se arrodilló a su lado. Aún respiraba. Lo agarró por los
hombros y se hicieron de soporte el uno al otro. El rostro del nefilim había
cambiado. Sus ojos volvían a tener su brillo característico, aunque éste se
estuviera apagando poco a poco, el color de su piel se volvía cada vez más
moreno y un hilillo de sustancia negra, combinado con sangre, corría por las
comisuras de sus labios. Su mirada se posó en Glaiss. Sus ojos no transmitían
miedo, ni dolor, sino arrepentimiento y alivio. Apoyó la cabeza contra el pecho
de su amigo.
-Perdóname… -Murmuró.
El elfo negó con la cabeza. La
tristeza y el dolor le impedían hablar, y las lágrimas le ardían en sus ojos.
Por un momento se olvidó de la herida de su vientre, agarró la mano del
nefilim, aún había fuerza en sus músculos. Éste volvió a intentar hablar, pero
apenas podía articular palabra. Soltó un suspiro y su cuerpo comenzó a
relajarse, su mano, la que sujetaba el elfo, comenzaba a perder fuerza y la
viveza de sus ojos se apagó. Con aquel último suspiro, la vida del nefilim
llegó a su fin.
Glaiss apretó con más fuerza aún
la mano de su amigo, esperando que le devolviera aquel apretón, al no haber
reacción, tensó la mandíbula y profirió un desgarrador grito de dolor. Las
lágrimas no aguantaron más en sus ojos y se derramaron por su rostro,
humedeciendo sus mejillas y limpiando el sudor, la suciedad y la sangre que
pudiera haber en ellas. Abatido y con el corazón en un puño, apoyó la barbilla
sobre la cabeza del príncipe y cerró los ojos con fuerza. Quizá aquello no
había sucedido, quizá todo era un mal sueño, quizá nunca ocurrió. Sin embargo,
sabía que aquellos pensamientos eran meras excusas para no enfrentarse a la cruel
realidad: había asesinado a su amigo. Su muerte pesaría sobre su conciencia
durante toda su vida, por su culpa el niño que Aleshia esperaba nunca conocería
a su padre y tendría que hacerse cargo ella sola. Los oídos comenzaron a pitarle,
las náuseas volvieron a invadirle y la cabeza comenzó a darle vueltas. Al abrir
los ojos, no pudo ver más que sombras borrosas y extrañas figuras, su vista se
nublaba. Se sentía pesado, cansado y hundido. Simplemente, se dejó llevar por
aquella atrayente oscuridad que le rodeaba, podía encontrar la paz que tanto
necesitaba. Entonces, apretó por última vez su mano, bajó los párpados y se
hundió en las sombras.
La batalla se había detenido
abruptamente. Los nefilim que todavía seguían vivos habían detenido sus ataques
de forma brusca y observaban a sus contrincantes. Espadas, lanzas y hachas
cayeron al unísono sobre el suelo. Los nefilim, por un momento, se quedaron
petrificados. Los soldados humanos y elfos se quedaron observándolos, sin bajar
la guardia, en absoluto silencio. Poco a poco, los adversarios abrieron sus
bocas y un líquido negruzco se derramó desde éstas, manchando sus ropajes. Sus
ojos enfermos tomaron los colores que habían tenido anteriormente, el color de
su piel volvió a la normalidad. Lentamente recobraron su anterior conciencia.
Shenia, que había estado luchando
contra aquel joven nefilim, había tropezado con el cadáver de un soldado de
Blizternova y había caído al suelo. Su enemigo se abalanzó sobre su cuerpo,
pero se quedó paralizado antes de herirla de muerte. Los ojos de Shenia
escrutaron las facciones de su rostro, observó cómo el oscuro color de los ojos
era sustituido por un azul claro, cómo su piel se aclaraba hasta volverse
pálida y cómo abría la boca y la sustancia negra salía de ésta. El líquido
manchó su rostro, ciertas gotas se introdujeron en su boca. Se quitó al joven
de encima, que seguía en shock, y se incorporó, tosiendo y limpiándose el
rostro con las manos. Cuando no quedó ni rastro de aquella sustancia, la
muchacha se quedó quieta, mirando fijamente el campo de batalla. Ya no había
luchas, todos los supervivientes de aquella masacre, sin importar el bando, se
ayudaron mutuamente.
Alguien se colocó detrás,
extendiendo su sombra sobre ella. Shenia alzó el rostro para observar al chico
con el que hasta hacía unos momentos estaba peleando. Éste le tendió la mano
para ayudarla a levantar.
-Mi señora. –Shenia aceptó su
ayuda y cuando estuvo de pie, aquel joven se arrodilló frente a ella.-
Perdóneme, he atentado contra vuestra vida. Merezco la muerte.
-No. –Cortó la muchacha. Tiró de
su brazo para hacerlo levantar.- No has sido tú.
Ambos se giraron y observaron el
cielo. La luna, antes de gran tamaño y de un color rojizo, ahora brillaba intensamente
con un pálido color blanco. La Luna de Sangre había terminado.
-Ya está. Se acabó. –Asch también
observaba la luna con una sonrisa de alivio en el rostro, junto a él, sus
compatriotas imitaban su gesto. Enfundó su espada y pasó el brazo por los
hombros de sus soldados. Les ordenó que ayudaran a todo aquel que lo
necesitara. Él tenía encontrar a sus compañeros.
Fue apartando soldados de los
tres reinos, sus ojos oteaban el campo de batalla en busca de algún cabello
rosado o blanquecino. Se recorrió buena parte de este hasta que reconoció, a lo
lejos, la figura de Glaiss. Se acercó corriendo al lugar donde se encontraba su
amigo.
-¡Glaiss! –Llamó con una sonrisa.
Bajó lentamente el ritmo con el que se acercaba mientras fruncía el ceño. El elfo
estaba echando sobre el cuerpo de Drank. Ninguno de los dos se movía. El pánico
se apoderó del príncipe de Guniver. Por un momento, dejó de respirar. Sus ojos
observaron la escena, con el cuerpo paralizado, antes de echar a correr. Cayó
junto a sus compañeros bruscamente y agarró al elfo por los hombros para
echarlo a un lado. Sin soltarle, le zarandeó gritando su nombre con
desesperación. Al ver que no despertaba, apoyó la cabeza contra su pecho y las
leves palpitaciones de su corazón golpearon con suavidad su caja torácica. En
aquella posición, una enorme mancha de sangre llamó su atención.
Inconscientemente había pensado que la sangre no era suya, no creyó posible que
estuviera herido. Rápidamente, le abrió la ropa y la herida comenzó de nuevo a
rezumar aquella sustancia roja.
Asch maldijo por lo bajo, acto
seguido se quitó su camisa de algodón, que estaba salpicada de sudor y sangre,
y la ató con firmeza alrededor de su costado, cubriendo la llaga.
-Vamos, maldito, no me hagas
esto. –Dijo entre dientes.
-¿Asch?
El príncipe alzó la cabeza, tenía
el rostro descompuesto y pálido, con los ojos desorbitados llenos de
preocupación, sin embargo, Shenia no le miraba a él, tenía los ojos fijos en
los cuerpos inertes de Drank y Glaiss. Poco a poco, las lágrimas resbalaron por
sus mejillas, llevándose con ellas la suciedad de éstas. Se tapó la boca con
las manos y ahogó un sollozo. Se acercó a ambos y, mientras Asch estaba junto
al cuerpo del elfo, ella se arrodilló junto a Drank. La abertura de su pecho
había dejado de sangrar, su piel, a pesar de ser oscura, estaba muy pálida y
fría. Sus temblorosas manos acariciaron su mejilla con cuidado, como si no
quisiera despertarle. Cuando no pudo aguantar más la presión de su pecho, se
desplomó sobre el cuerpo y comenzó a sollozar con fuerza.
Aquellos fuertes lamentos
llamaron la atención de muchos de los soldados, éstos se acercaron con cautela
a ellos. Los elfos se encontraban primero, observando con temor si su príncipe
y próximo rey había muerto. Todos se arremolinaron a su alrededor y el silencio
reinaría en aquel campo de batalla de no ser por los alaridos de dolor de la
princesa.
El heredero humano colocó su mano
sobre la zona del costado que ahora estaba vendado y apretó con fuerza para que
dejara de sangrar. Alzó la vista para observar su pálido rostro, la sangre que
le cubría el rostro estaba ya seca y había dejado de manar de la herida. Se
mordió el labio inferior, nervioso.
-Vamos… -Murmuró.
Glaiss sintió cómo apretaban su
herida, el dolor era inaguantable, pero ni siquiera tenía fuerzas para quejarse
de él. Sentía que su cuerpo pesaba tanto como si llevara puesta una armadura de
hierro forjado. A pesar de no poder moverse, a sus oídos le llegaban los agudos
sollozos de Shenia y las palabras desesperadas de su compañero. Incluso los
murmullos, que denotaban preocupación, dentro de sus subordinados. Entonces, se
obligó a abrir los ojos. Frunció primero el ceño. Aquello iba a requerir un
enorme esfuerzo.
El humano respiró hondo, abrió
los ojos de par en par. Los orbes del elfo se movían bajo los párpados. Sus
labios se entreabrieron y dejaron escapar un leve quejido. Lentamente, abrió el
ojo izquierdo, pues el derecho estaba cubierto de sangre reseca que le impedía
alzar el párpado. Al principio, su vista estaba desenfocada, tenía el ojo fijo
en el oscuro cielo y en el pálido resplandor de la luna.
-¿Glaiss? –Llamó con un susurro
el príncipe. Shenia, con los ojos llenos de lágrimas, alzó la vista para
observar a los dos muchachos.- Eh, -Trató de disipar la preocupación que teñía
su voz- No creerás que iba a despertarte con un beso, ¿verdad?
El elfo, en silencio, volvió su
vista hasta contemplar el rostro de su mejor amigo. Asch sonreía, realmente estaba aliviado de ver algún tipo de reacción
por su parte, de no haberla habido, estaría más destrozado que nunca, pues
habría perdido a sus dos hermanos en una sola noche. Éste le cogió la mano y,
para su sorpresa, Glaiss la apretó.
-No eres mi tipo. –Murmuró con la
voz entrecortada. Asch soltó una carcajada.
Ambos se quedaron mirando durante
unos momentos, en completo silencio. El elfo volvió a abrir la boca para
hablar, pero no conseguía articular palabra. La fuerza con la que agarraba la
mano de su amigo iba desapareciendo. El rostro de Asch se ensombreció. Comenzó
a hablarle, pero su voz se amortiguaba en los oídos del muchacho. Se sucedieron
los gritos, las órdenes y los quejidos de dolor. Shenia se había acercado y sus
lágrimas le humedecieron sus mejillas cuando se inclinó sobre él. Lo último que
vio fueron los rostros desesperados de sus dos compañeros, pidiéndole con la
mirada que no cerrara los ojos.
Cuando abrió los ojos ya no tenía
la misma sensación de pesadez, los músculos, atenazados, se quejaban al intentar
moverlos. Se incorporó lentamente, pero un pinchazo de dolor le obligó a
detenerse. Se encontraba en su cama, arropado por las sábanas blancas de lino y
una manta grisácea y sobria, su cabeza había reposado sobre cuatro grandes
almohadones de plumas. Las cortinas estaban corridas, impidiendo que los rayos
del sol penetrasen en la habitación. Se quitó de encima la ropa de cama e hizo
un gran esfuerzo por sentarse. Sus ojos observaron el vendaje de su costado,
había sido cambiado recientemente y la sangre no lo había empapado todavía. Se
levantó de la cama, sus piernas temblaron al intentar soportar su cuerpo y, por
un momento, creyó que iban a ceder. Tras un
par de pasos, recobró la fuerza. Se acercó a una de las ventanas
tapadas, descorrió la cortina y tuvo que taparse con el brazo cuando la intensa
luz le incidió en el rostro. Se frotó con fuerza los ojos y parpadeó varias
veces hasta acostumbrarse. A través del cristal observó el exterior, hacía un
día espléndido y soleado, ni una nube se veía en el cielo, Debía hacer calor
pues al tocar el vidrio lo sintió caliente.
-¿Glaiss?
El elfo se giró. La puerta de su
aposento estaba abierta de par en par, en el umbral se hallaba Sylvie, con una
bandeja de plata en las manos. Tenía los ojos muy abiertos, las mejillas
sonrojadas al ver el trabajado torso del príncipe, y las manos temblorosas.
-Sylvie… -Murmuró el muchacho,
apartando la mano del cristal y girándose hacia ella. Rápidamente, la chica
dejó la bandeja sobre una cómoda y se lanzó a sus brazos. Le rodeó el cuello y
se apretó contra su cuerpo. El elfo, a pesar del dolor, envolvió su cintura y
apoyó la barbilla en su hombro izquierdo. Inspiró profundamente. El cabello
rubio de la muchacha estaba impregnado de un suave olor a rosas frescas.
-Pensé que no volverías a
despertar. –La voz le temblaba, como todo su cuerpo. Tenía los ojos cerrados
con fuerza y evitaba llorar delante de él.- Estabas tan débil… yo… Creí que
ibas a morir.
Le acarició la espalda con
delicadeza. Se sentía tan bien teniendo su cuerpo entre sus brazos. Había
deseado y fantaseado con aquella situación durante mucho tiempo, aunque querría
que se diera en otras condiciones. Sin pensarlo, el príncipe separó el cuerpo
de la muchacha. Sylvie alzó la mirada para fijarla en sus rojizos orbes. La
herida del rostro fue la primera en sanar y ahora una gran cicatriz le cruzaba
la parte derecha de éste, proporcionándole un aspecto más duro y salvaje, pero
también más atractivo.
Glaiss tomó su cintura y la
apretó contra él, mientras que con la mano libre le tomaba el mentón.
Lentamente y sin que ella opusiera resistencia, fue acercando el rostro, con
los ojos fijos en sus carnosos labios, hasta notar su cálido aliento sobre los
suyos. Cerró los ojos y sus bocas se abrieron a la vez, ansiosas.
-¿Interrumpo algo?
La voz de Asch le hizo detenerse.
Glaiss alzó la mirada y clavó los ojos en el rostro de su amigo. Esbozaba una
ladina sonrisa mientras apoyaba todo el peso de su cuerpo sobre el marco de la
puerta. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y el cabello recogido en una
coleta baja. Sylvie apretó los ojos y soltó un suspiro, dio un paso atrás y se
apartó del cuerpo del príncipe. Su rostro estaba totalmente sonrojado y evitaba
mirar a cualquiera de los dos muchachos. Hizo una rápida reverencia y, con la
cabeza gacha, salió de la habitación.
Glaiss frunció el ceño y siguió
con la mirada a la chica hasta perderla de vista. Acto seguido se volvió hacia
su amigo. Abrió la boca para replicar, cuando observó la expresión del rostro
del humano. Asch ya no sonreía. Sus facciones estaban serias. Éste se acercó en
silencio. Glaiss le miró confundido. Cuando éste estuvo cara a cara, antes de
que el elfo dijera nada, le abrazó con fuerza.
-No vuelvas a hacer eso, ¿me
oyes? O seré yo quien te mate.
Hablaba con rabia. El elfo se
acordaba con la desesperación con la que le había gritado y el pánico en sus
ojos. Esbozó una sonrisa y le devolvió el abrazo. La habitación se quedó en
silencio mientras los dos amigos se reencontraban después de aquel angustioso
momento, sin embargo, no todo había terminado.
El príncipe Drank había muerto en
el combate, con ello su reino quedaba huérfano, según su última voluntad debía
ser su hijo, no nato, quien heredara el trono. Pero, hasta que llegara a la
edad adulta, ¿qué le depararía al reino de Blizternova?
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