Los ataques de ambos príncipes
eran feroces, se notaba la experiencia en el campo de batalla, la fuerza que
tenían y el conocimiento de la forma de luchar de ambos. De no ser por la
condición del nefilim, la batalla sería totalmente igualitaria. El humano
resistía los golpes de ambas espadas, parando con el filo de la suya cada uno
de ellos, haciendo saltar chispas. Asch apoyó la palma de la mano contra su
espada y empujó con fuerza al nefilim, Drank retrocedió un paso y blandió el
arma derecha en un corte horizontal, pero Asch previó el golpe y se agachó
justo a tiempo, propinándole una patada en la pierna para desestabilizarlo. Sin
embargo, al incorporarse, Drank se movió veloz y le propinó un fuerte codazo en
el rostro. El humano retrocedió, llevándose la mano a la boca para limpiarse la
sangre. Escupió el líquido rojo y apretó los dientes.
Se volvieron a enzarzar en una
violenta batalla. Ambos peleaban con todas sus fuerzas para hacer retroceder al
contrario y sobreponerse a él, pero, aunque Drank tuviera ventaja, Asch no permitiría
ser derrotado. El nefilim blandió sus espadas de manera vertical y el humano
detuvo el ataque con su acero, aunque la presión que realizaba le obligaba a
apoyar una de las rodillas en el suelo.
-¿Acaso no ves cuán fuerte soy?
Por mucho que lo desees, no podrás derrotarme, Asch. Déjame acabar con tu
existencia, no alargues más tu agonía.
-Tu poder se basa en la fuerza
bruta, en una batalla, se necesita más que eso para vencer al enemigo.
Hablaba con rabia. No estaba
dispuesto a perder esa contienda. Pero, entonces, su brazo derecho comenzó a
temblar. La herida de su hombro había sido curada gracias a Sylvie, pero estuvo
tanto tiempo dañado y no había tenido oportunidad para recuperarse, que aquella
lucha le estaba pasando factura. Trató de disimularlo, pero la zona de la
empuñadura comenzó a ceder. Drank, dándose cuenta de este hecho, ejerció más
presión sobre su brazo derecho. El humano empujó la espada hacia arriba con todas
sus fuerzas, se echó hacia atrás, dando una voltereta, y se volvió a
incorporar, agarrando la espada con ambas manos.
Con una extraña sonrisa en los
labios, Drank se lanzó de nuevo contra su viejo amigo. Asch detuvo el primer
ataque y desvió el segundo, que iba dirigido a su pecho, haciendo que el filo
de aquella espada se clavara en su hombro. Maldijo por lo bajo, aguantando el
punzante dolor que le atenazaba el brazo derecho. Tenía el rostro de su
compañero prácticamente pegado al suyo, sus ojos, dos orbes oscuros y enfermos,
le miraban con desprecio, mientras su sonrisa transmitía una terrible
satisfacción.
-Di adiós, insurrecto.
Kylai había ayudado a Shenia a
recuperar el aliento y, juntas, ayudaban a los soldados husmacianos que habían
sido rodeados por un escuadrón nefilim. La bestia de Kylai arremetía con sus
colmillos contra ellos mientras la Erenia, con su enorme espada, empujaba a las
tropas. Shenia se había juntado a sus subordinados y peleaba con un feroz
guerrero nefilim. Era un chico joven, uno o dos años menor que ella, era
delgado, de piel pálida, seguramente provocado por el contacto con Drank, y con
los ojos, anteriormente de color claro, ahora estaban enfermos y ligeramente
oscurecidos. Ciertamente no parecía un guerrero, probablemente aún ni formara
parte de los escuadrones del ejército.
El corazón de la muchacha se
oprimió. Aquel joven ya no podría disfrutar de su vida normal, tal vez fuera un
chico alegre, con un padre militar, que habría corrido su mismo destino, y con
una madre apenada escondida en alguna parte. Una de tantas familias destrozadas
por el odio de un antiguo brujo. Todos aquellos, incluida ella misma, habían
corrido la misma mala suerte de enfrentarse en aquella guerra a amigos e,
incluso, familiares. A pesar de la pena que oprimía su pecho, no podía ceder
ante sus ataques, la fuerza que caracterizaba a esta raza empujaba su
cimitarra, pero los brazos de la chica se sentían fuertes y resistían cada embestida.
Mientras la princesa estaba
concentrada en la lucha con aquel joven nefilim, la pequeña Kylai se enfrentaba
en solitario a un pequeño grupo de
soldados, de rostros consumidos y cuerpos esbeltos. A simple vista, se podría
decir que la mercenaria se encontraba en una situación que sólo acabaría con su
vida, sin embargo, sus habilidades para la lucha eran dignas de mención y
muchos de los mercenarios admiraban y temían a la erenia por ellas.
Ciertamente, poseía una reputación más que justificaba. Le bastaron pocos
golpes para dejar inconscientes a dos de los nefilim, mientras que otro recibió
tal corte que tuvo que retirarse mal herido. Los dos restantes aguardaban los
golpes de la pequeña y juntos, le plantaron cara.
Shenia se lanzó sobre su
contrincante con todas sus fuerzas, su arma, ligera y cortante, chocó contra el
filo del contrario. Ambas espadas hacían saltar las chispas con cada estocada.
No pensaba ceder antes sus ataques. El peso de su cuerpo caía contra el enemigo
y lo hacía retroceder lo suficiente como para tener ella el control de la
situación. Lanzaba ataques horizontales y verticales, pero los reflejos del
nefilim eran demasiado rápidos. Él se abalanzó sobre ella, Shenia colocó la
rodilla sobre el pavimento y aguantó el golpe contra su espada con todas sus
fuerzas. Apretó los dientes y trató de controlar la respiración. Empujó el arma
hacia arriba y apartó al joven soldado de ella. Agarró firmemente la empuñadura
y esperó de nuevo su ataque.
Dos flechas volaron a gran
velocidad. Sus puntas metálicas se clavaron en su espalda, atravesando su piel
e impidiendo que fueran sacadas. Un grito salió de su garganta, como un rugido.
Drank soltó al joven príncipe, que trastabilló hasta apartarse de él. De su
brazo manaba la sangre a borbotones y apenas podía moverlo. Sus ojos verdosos
observaban como el nefilim trataba de arrancarse las flechas de su espalda,
pero era inútil. Alzó la mirada hacia su viejo amigo, empuñó sus espadas y se
lanzó al ataque.
Glaiss lo interceptó y lo detuvo
con el filo de su espada. El arco estaba tirado a unos metros de ellos y el
carcaj seguía en su espalda.
-Glaiss… -Murmuró Asch. El elfo
realizó un gran esfuerzo para no ceder ante la fuerza del nefilim.
-Ya me lo agradecerás después,
lárgate. –Dijo entre dientes.
A pesar de que Asch no estaba
acostumbrado a dejar a medias una batalla, sabía que en su estado no era aconsejable
mantener una lucha de tal calibre. La fuerza que ejercería el nefilim sobre él
sería mucho mayor ahora que su brazo derecho volvía a estar herido. Recobró el
aliento, miró con preocupación a su hermano, empuñó el arma con el brazo
izquierdo y dejó atrás a su amigo. Glaiss tenía sus rojizos orbes fijos en la
mirada enferma del príncipe, éstos transmitían odio, desprecio y sed de
venganza, pero sabía que detrás de todos aquellos sentimientos, que nublaban su
juicio, seguía estando aquel compañero recto y serio que siempre estaba
dispuesto a echar una mano a sus aliados. Empujó al contrario hacia atrás para
quitarse de encima su cuerpo y alzó el arma en una posición defensiva. Ambos se
miraron durante unos segundos, en silencio, con el ruido de la batalla de
fondo, como si en aquel momento sólo estuvieran ellos.
-Sé que estás ahí, Drank, sé que
aún puedes salvarte. Lucha contra él.
No contestó, simplemente se echó
a reír, una risa grave y profunda. Aunque Glaiss quería creerse aquellas
palabras, en lo más profundo de su mente sabía que no había otra solución que
acabar con él. Sus dedos apretaron la empuñadura de su espada, se inclinó hacia
delante y se lanzó sobre él.
Con un grito, Glaiss lanzó su
primer ataque. Su afilada espada se dirigía horizontalmente hacia el costado
del príncipe Drank, éste lo esquivó de un movimiento y alzó las espadas, pero
el elfo, con rapidez, se giró y se cubrió con su hoja, haciendo que los filos
entrechocaran. Gruñó. Sus ojos se encontraron durante unos segundos. Acto
seguido, empujó a su contrincante y fue asestando golpes. Era una batalla
rápida, la velocidad de ambos era muy parecida y tenían buenos reflejos,
capaces de esquivar y defenderse de los ataques más veloces. Drank blandió las
espadas en dirección al costado derecho de Glaiss, el elfo saltó, alejándose
del ataque, y dirigió el filo de su espada hacia la mano izquierda del nefilim.
La carne se abrió bajo el metal y la sangre manó de la herida. Sus dedos
temblaban sobre la empuñadura, pero siguió aferrada a ella. Con rabia, se lanzó
contra el elfo. Los golpes eran cada vez más fuerte, pero Glaiss esquivaba,
paraba y contraatacaba cada estocada. Drank detuvo uno de sus ataques,
colocando las espadas en cruz, y le pegó una fuerte patada en el estómago que
desestabilizó al elfo. Glaiss se tambaleó hacia atrás y escupió.
El corazón le martilleaba contra
el pecho, su respiración estaba acelerada y sentía la adrenalina correr por sus
venas. Nunca antes había tenido una batalla tan reñida en la que no se podía
permitir ni un fallo. Si Drank le acertaba con sus armas, su velocidad se
reduciría, al igual de sus reflejos y estaría a su merced. Apretó los dientes y
cerró la mano con fuerza sobre la empuñadura de su espada. El nefilim se acercó
corriendo, profiriendo un aterrador grito. El elfo esperó, preparado, para
contrarrestar su ataque. Cuando el filo de las armas de su antiguo compañero se
dirigía hacia él, esquivó el ataque antes de que lo tocaran y le asestó un gran
corte en la espalda. Drank se giró, con las espadas por delante, y Glaiss tuvo
que saltar para que no le cortara por la mitad. Sin pensarlo, se lanzó sobre
él, descargando toda su fuerza sobre su mano herida, y, así, el nefilim soltó
la espada.
Los ojos del rival mostraban un
profundo odio hacia Glaiss, era una mirada llena de desprecio e ira. No sólo
estaba impidiendo que cumpliera la misión que se le había encomendado, sino que
estaba usando la fuerza bruta del nefilim en su contra, aprovechando los
ataques más fieros para dar rápidos golpes que debilitaran el cuerpo del
príncipe. Sin embargo, no todo era bueno. Glaiss notaba que el cansancio
atenazaba sus músculos y que sus brazos sufrían cada vez que sujetaba la espada
para detener los golpes del contrincante. El sudor le pegaba el cabello al
rostro y la ropa comenzaba a ahogarle. Su pecho subía y bajaba rápidamente,
comenzaba a sentir que le faltaba el aliento. Tragó saliva y tomó una gran
bocanada de aire.
Drank no esperó a que éste
pudiera recuperar el aliento. Se arrojó sobre él. Aquel sablazo hizo retroceder
al elfo, el cuerpo de Drank estaba echado hacia delante y lo empujaba para que
perdiera el equilibrio, pero Glaiss no se dejaría vencer por algo tan nimio. En
cuanto pudo, se echó a un lado y le abrió una segunda herida en la espalda.
Éste cayó de rodillas en el suelo. La sangre fluía por su espalda, empapando
sus ropas, y aún tenía clavadas las dos flechas, pero se negaba a caer. Se
incorporó lentamente y se volvió hacia el elfo.
-Basta, Drank, no quiero matarte.
Sólo un gruñido escapó de su
garganta. A pesar de las heridas y del dolor, continuaba teniendo fuerzas para
enfrentarse a él. Con la espada alzada, el nefilim cayó sobre el muchacho,
haciéndolo retroceder, y asestó varios golpes contra su arma. El nefilim
propinó tal patada al estómago del elfo que éste cayó al suelo y su espada se
escapó de entre sus dedos. Aunque trató hacerse de nuevo con ella, Drank fue
demasiado rápido y lo apartó de un puntapié. Se volvió hacia el elfo y alzó el
arma. Rápidamente, el chico rodaba por el suelo, esquivando los ataques que
provenían del contrario. Su cuerpo topó con el cadáver de un pobre husmaciano
que tenía una lanza clavada en el cuerpo, antes de que Drank volviera a
atacarle, le arrancó la pica de la espalda y se armó con ella, pero la espada
del nefilim ya caía con fuerza sobre él y la madera de la lanza se partió a la
mitad. Evadió el segundo ataque echando hacia atrás su cuerpo, pero la punta le
rozó la piel de su rostro y se abrió una herida desde la parte superior de la
ceja derecha hasta el labio. Se retiró, llevándose la mano libre al rostro y
limpiando la sangre que le cubría la parte derecha del semblante, impidiendo
que viera a través de ese ojo. Entonces, el nefilim cayó sobre el elfo.
El ensordecedor ruido de la
batalla cesó por unos momentos, Glaiss sintió que le pitaban los oídos y el
dolor embargó todo su cuerpo. Sentía que iba a desfallecer. Las piernas le
temblaban, la bilis le subía por la garganta y la cabeza comenzó a darle
vueltas. Sus ojos escrutaban el rostro de su viejo amigo. Drank agarraba con la
mano izquierda las ropas del elfo y la mano derecha sujetaba la espada. Sus
enfermos ojos estaban fijos en los de su enemigo, sin brillo, y en su rostro no
había expresión alguna. La respiración de Glaiss se volvió irregular y cada vez
lo hacía con más fuerza. La espada del nefilim había atravesado la parte derecha
de su vientre.
-Lo… siento… -Gimió con la voz
teñida de dolor y se separó del nefilim sin que éste pusiera resistencia.
El filo salió de su abdomen y la
sangre comenzó a manar de la herida. Se llevó las manos a ésta para impedir la
hemorragia. Alzó la cabeza y observó a su amigo. Su rostro comenzaba a
contraerse en una mueca de dolor. Sus ojos se iban aclarando poco a poco. Soltó
la espada que cayó estrepitosamente contra el suelo. Entreabrió los agrietados
labios para dejar escapar un quejido. Levantó la mano izquierda y sacó de su
pecho la punta de la lanza con la que se había armado el elfo.
Y entonces, cayó al suelo.
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