Los pasillos del nivel 2 del complejo estaban
desiertos, los científicos de aquel lugar debían de haber caído en el andén o
en el tren al tratar de escapar. Con ayuda de Alfa, el androide de G-Host, los
muchachos se guiaban por los pasillos para encontrar la sala en dónde las
Hermanas estaban encerradas. Puede que fueran sus enemigos, pero ahora
necesitarían su ayuda… o su información. El oráculo se apoyó en una pared
mientras inclinaba su cuerpo para observar el pasillo que se extendían en
perpendicular.
-Final del pasillo. –La voz robótica resonó en su
auricular. Con un asentimiento de cabeza, salió y caminó lentamente hacia la
puerta blanca del fondo, seguido de Jessica y Kevin. Al llegar, tomó el pomo,
pero como esperaba estaba cerrada.
La bruja extendió la palma de la mano sobre la
superficie metálica de la puerta con la esperanza de que no tuviera algún
sistema de resistencia contra la magia. Con un chasquido, la puerta se salió de
sus bisagras y cayó al suelo estrepitosamente. En su interior, las tres
Hermanas de Ellie yacían encadenadas a las paredes de la sala, con ambas
muñecas conectadas a los tanques de drenaje.
-Soltadlas.
-Es muy probable que no hayan sobrevivido al
drenaje. –Comentó Kevin, acercándose a la primera de ellas.
-Lo sé, pero habrá que arriesgarse.
Primero se ocuparon del clon bruja de Ellie, al
quitar los aguijones de sus muñecas, el cuerpo de la muchacha cayó sobre el
mago como un peso muerto. Con cuidado, Kevin la dejó sentada en el suelo y se
agachó a su lado. Sus manos acariciaron las palmas de la chica mientras sus
ojos observaban su rostro. La bruja mantenía los ojos cerrados, tenía gotas de
sudor en la frente, ojeras moradas bajo los ojos y el rostro pálido como el
marfil. Alzó la mano derecha y colocó los dedos en su cuello. Nada. Negó con la
cabeza y se levantó.
-Está muerta.
Mientras, G-Host bajó a la maga, pero el resultado
fue similar.
-Las han drenado hasta quitarles la vida. –Soltó un
suspiro y dejó a la muchacha apoyada junto a su hermana. Los tres se giraron
hacia la última. Kevin se acercó a ella y le quitó los aguijones de las muñecas
con cuidado. Al extirpar el último, el cuerpo de la chica hizo un movimiento
repentino y abrió los ojos. Su respiración era muy irregular y daba la
impresión de que le costaba.
-¡Dejarla en el suelo! –Sentaron a la muchacha y
dejaron que se tranquilizara. El mago le agarró de la mano y la miró a los ojos
fijamente- Relájate, por favor, nosotros no vamos a hacerte daño.
La pequeña oráculo tenía el mismo rostro cansado y
enfermo que el resto de sus hermanas, sin embargo, había aguantado mejor el
drenaje. Su labio inferior temblaba y sus ojos se iban apagando lentamente.
-¿Qué ha pasado? –Preguntó G-Host, agachándose a su
lado. Ella abrió la boca, dispuesta a hablar, pero su voz sólo fue un leve
susurro. Los dos muchachos se inclinaron sobre ella para poder oir mejor.
-E-El proyecto Pandora está… en marcha. –Cogió aire
y continuó, mientras el mago le secaba las gotas de sudor de la frente.-
Resultados… imprevistos. El sujeto debía seguir nuestro patrón de obediencia.
-¿Ellie iba a ser programada como vosotras?
–Preguntó Jessica, frunciendo el ceño, pero la clon siguió, ignorándola.
-Sucesos… visionados. –Tosió y se retorció
ligeramente.- Premonición solicitada por el Doctor Marco Guild, día dieciocho
de Octubre del año pasado…
-¿Qué fue lo que viste exactamente? –Murmuró G-Host
con suavidad. La clon le miró y se mordió el labio.
-Ellianne Rose, sujeto, reacción adversa. –Cerró
los ojos con fuerza, tratando de recordar.- Genes mutados, poderes
descontrolados. –Hizo una pequeña pausa, tratando de recuperar el aliento. Los
tres se mantenían expectantes y en silencio.- Ante aquella posibilidad, se
realizó una cura.
Todos levantaron la cabeza al mismo tiempo e
intercambiaron miradas.
-Existe… ¿cura?
Su acelerada respiración podía oírse a varios
metros de distancia. Sus piernas se movían todo lo rápido que podían. El
corazón le latía contra la caja torácica como si quisiera salir de esa prisión
ósea, incluso el latido podía sentirlo en la sien. Golpeándole una y otra vez. Sentía
la sangre, la sangre fluir. Tenía la camiseta rasgada y ligeramente quemada, a
través de la cual se podía observar una reciente y sanguinolenta herida.
El muchacho corría calle abajo, habiendo salido del
almacén que encubría el complejo, llegó hasta la avenida residencial, en la que
residían los científicos y médicos, que conectaba aquella parte del polígono
industrial con el resto de la ciudad. La calle era larga y ancha, con coches,
motos y bicicletas aparcadas a ambos lados de la avenida. En el centro,
separando los carriles, había una larga parcela con frondosos árboles. Las
casas que allí habían sido construidas eran chalets, separados los unos de los
otros por vallas blancas, altos setos perfectamente recortados y podados, y
muros de ladrillo. Era evidente que el poder adquisitivo de los que allí
residían era alto.
Una arcada hizo que la frenética carrera del
muchacho se viera frenada. Las piernas le temblaron ligeramente, haciendo que
cayera de rodillas sobre el pavimento. Apoyó ambas manos sobre el asfalto y escupió
sangre, cerrando los ojos con fuerza por el esfuerzo. Acto seguido, se
incorporó y se limpió la boca con el dorso de la mano. Al alzar la mirada, pudo
observar a un pequeño grupo de niños, de no más de diez años, con los ojos como
platos y la boca abierta. Debían de haber estado jugando a la pelota momentos
antes de la llegada de Steve, pues ahora rodaba sin que ninguno de ellos le
prestara atención. Ninguno movió un músculo, sin embargo, el muchacho se puso rápidamente
en pie, corriendo en su dirección. Agarró a los cuatro niños con ambos brazos y
saltó detrás de un gran todoterreno blanco aparcado delante de la entrada de un
garaje justo cuando una gran bola de fuego se estrellaba allí dónde Steve había
estado anteriormente.
Los pequeños se retorcieron entre los brazos del
chico, gimoteando y chillando. Sus padres, alarmados por los gritos y el olor a
humo, salieron de sus casas. Steve dejó que los niños salieran corriendo a su
encuentro. Se levantó y observó a todos los allí presentes con el rostro serio.
-¡Largo de aquí! –Gritó con voz autoritaria.-
¡Vamos! ¡Váyanse!
Una segunda bola de fuego que impactó contra un
coche en la acera de enfrente desató por completo el pánico entre los
residentes de la avenida. Las madres cogieron a sus hijos en brazos y salieron
corriendo, otros se montaron en sus coches y llevaron en ellos a todos los que
podían. Steve salió del escondite y se posicionó en mitad de la calle,
esperanzado de que toda la gente que allí había se marchaba. No podía dejar que
Ellie acabara también con las familias de los recién fallecidos científicos por
muy crueles que hubieran sido éstos.
La pequeña Ellie llegaba a la gran avenida por el
mismo camino que había recorrido Steve momentos antes, sin embargo, caminaba
despacio y sin preocupaciones, con aquella siniestra sonrisa en el rostro. Sus
ojos marrones se encontraron con la fruncida mirada de su marido, quién a pesar
del dolor de la herida, se mantuvo firme. Acto seguido, la chica pasó la mirada
por todas aquellas personas que corrían aterrorizadas. Abrió los brazos hasta
formar una cruz.
-¡Ellie! –Exclamó Steve.- Deja a esta pobre gente
en paz, ellos no te han hecho nada. Enfréntate a mí. –La chica ladeó la cabeza
y entrecerró ligeramente los ojos.
-¿Darás tu vida por unos insignificantes seres?
–Steve tragó saliva y asintió. Ellie dejó escapar una pequeña risa.
Rápidamente, dio una sonora palmada. Una onda expansiva arrasó todo aquello que
se encontraba por delante de la muchacha. Lanzó a los coches por los aires,
haciendo que chocaran los unos contra los otros. Las ventanas de las casas
reventaron, las vallas fueron arrancadas del suelo y los árboles partidos a la
mitad. Incluso Steve salió despedido, cayendo con fuerza sobre el techo de un
coche.
Con pesadez, se fue incorporando, claramente
dolorido. Se pasó una mano por la espalda para calmar el dolor cuando oyó los
incesantes gritos de una mujer. Bajó rápidamente del coche y miró a través de
las destrozadas ventillas de éste. En el interior se encontraba una niña,
sentada en su silla, llorando y chillando, mientras su madre, en el asiento
delantero, trataba de desabrocharse el cinturón entre cristales. Steve echó un
vistazo hacia atrás antes de abrir la puerta del conductor y ayudar a la mujer
a salir de allí.
-¡Mi hija! –Exclamó aterrorizada. Sus ojos estaban
desorbitados. Steve le sujetó por los brazos justo cuando una bola de fuego
impactaba contra un coche cercano y lo hacía saltar por los aires. La mujer
gritó y se cubrió la cabeza. Mientras, el muchacho abría la puerta y sacaba a
la pequeña de la parte de atrás, depositándola después en los brazos de su
madre.
-Corre todo lo rápido que puedas, no pares hasta
dejar todo esto atrás. –Ordenó Steve, clavando sus ojos en ella. La mujer
asintió y salió corriendo, cubriendo la cabeza de su hija con la mano. Tras ver
cómo se iban, el muchacho caminó hacia el centro de la avenida, avanzando
lentamente entre las llamas que habían dejado los proyectiles. Apretó los puños
y observó serio a su mujer.
Ellie ya no sonreía, se había quedado quieta
observando a Steve. Había algo en aquellos ojos heterocromos que le suplicaban
que no siguiera adelante, pero su habitual consciencia había sido sustituida
por un instinto destructor que controlaba todo su ser. Alzó la mano derecha
hacia él.
-Sé que estás ahí dentro, Ellie, sé que en el fondo
sigues siendo la misma chica asustadiza que conocí. Aquella de la que me
enamoré. –Hizo una pequeña pausa y comenzó a caminar hacia ella.- Sé que sigues
siendo tú. Lucha… te lo suplico, mi amor. –El chico llegó a estar frente a
frente con ella, haciendo que su mano se apoyara en su maltratado pecho.
Respiró hondo y tragó saliva. Sus ojos recorrían las facciones de la muchacha.-
Vuelve conmigo.
La escarificación de G-Host había comenzado a
iluminarse, Kevin y Jessica se quedaron expectantes mientras el oráculo
visionaba la predicción. ¿Sería sobre Steve? ¿Sobre Ellie? ¿Sobre el mundo? El
chico se había quedado totalmente pálido y quieto, con los brillantes ojos
abiertos. Minutos más tarde, dejó escapar todo el aire que había retenido y se
apartó de la malherida oráculo.
-¿G-Host? ¿Qué has visto? –Preguntó impaciente
Kevin, agarrando el brazo de su amigo. El muchacho alzó la plateada mirada él.
Había miedo en sus ojos.
-Steve está en peligro, tenemos que ayudarle. La
fuerza de Ellie aumenta por momentos. –Se pasó las manos por la cabeza,
tirándose ligeramente del cabello.- Lo va a matar.
-Tenemos que ayudarle… -Jessica se mordió el labio
con fuerza. Se incorporó rápidamente.- ¡No pienso permitir que lo mate! –La
muchacha salió corriendo de la estancia.
-¡Jessica! –Exclamó Kevin.
-Kev. –Murmuró G-Host, llamando la atención al
mago.- Ve con ella, detened a Ellie. Buscaré la cura.
El mago se quedó observando a su amigo durante un
momento antes de salir corriendo tras la bruja. Cuando la alcanzó, ambos se
dirigieron rápidamente hacia la salida del complejo. Subieron por las escaleras
de servicio, dejando atrás el resto de los niveles. Avanzaron por los pasillos
hasta toparse con una desgarradora escena. Todas aquellas personas que no
habían podido entrar en el andén estaban calcinadas o descuartizadas, dejando
sangre y cenizas por todo el suelo y las paredes. La gran pared de metal que
separaba aquel pasillo del andén tenía un enorme agujero en el centro. Al pasar
a través de ella, recorrieron rápidamente el andén y subieron por las vías todo
lo rápido que pudieron.
La entrada del complejo presentaba la misma escena
que el andén. En aquel lugar sólo había muerte. Juntos, salieron por las
puertas principales y se guiaron por los indicios de pelea hasta la zona
residencial. Ésta estaba casi arrasada. Algunas de las casas tenían grandes
boquetes en sus paredes, las ventanas rotas y los jardines destrozados. Los
coches habían sido lanzados por los aires, pues algunos se encontraban
bocabajo, otros estaban incendiados. El mago y la bruja siguieron los destrozos
hasta encontrar a Ellie y Steve. El muchacho, con sangre en la boca, heridas en
el pecho, piernas y sien, se arrastraba por el suelo, tratando de huir de Ellie
que aparentemente no había sufrido ningún rasguño.
Antes de que ésta pudiera lanzar de nuevo un hechizo
sobre el muchacho, un proyectil impactó en ella, lanzándola un par de metros de
distancia. Kevin se arrodilló junto a Steve y lo agarró para ponerlo a cubierto
tras un coche volcado.
-N-No puedo con ella… -Escupió sangre y cerró los
ojos.
-Aguanta, te curaré en seguida.
-Yo os cubro. –Aseguró Jessica.
Mientras Kevin extendía las manos sobre las heridas
del cuerpo de su amigo y murmuraba para sí hechizos curativos de creación
propia para que sanara lo antes posible; la bruja esperaba en guardia a que
Ellie se pusiera en pie. Al hacerlo, Jess observó cómo la quemadura provocada
por su proyectil sanaba al instante. Se dio la vuelta y posó una mirada gélida
en los ojos color fucsia de la muchacha. Ésta frunció el ceño y apretó los
puños, los cuales se rodearon de fuego.
La muchacha se abalanzó contra Ellie con toda su
fuerza, lanzando varios puñetazos hacia su rostro que la chica esquivaba sin
ningún problema. Ésta propinó un rodillazo en el estómago de la bruja y después
un codazo en su espalda para mandarla al suelo de una patada. La bruja rodó y
se puso rápidamente en pie. Ellie alzó los brazos con las palmas extendidas en
su dirección y de ellas salió una columna de fuego directa a la bruja. Ésta
levantó los brazos para cubrirse el rostro a la vez que creaba un escudo frente
a ella. El fuego impactó en él, pero la fuerza con la que Ellie lo arrojaba era
mayor y hacía retroceder a la bruja. A pesar de sus intentos de
contrarrestarlo, el escudo se debilitaba debido a la fuerza y la piel de los
brazos de Jessica comenzó a quemarse lentamente, quedando en carne viva. Antes
de que éste se hiciera añicos, la muchacha saltó hacia un lado, haciendo que la
columna impactara contra una de las casas, prendiéndola fuego.
Jessica se cubrió tras uno de los coches y se
acarició las recientes quemaduras con cuidado, la piel estaba sensible y notaba
como le ardían. Entonces, la tierra comenzó a temblar. Los coches se movían,
aparecían grietas en la tierra que se extendían por el pavimento. Éstas
reptaban en dirección a Jessica, la bruja retrocedía rápidamente, pero a cada
paso que daba, la grieta se hacía más grande hasta que se vio salir de ella
gruesas raíces que se retorcían y avanzaban lentamente, con el cuerpo rodeado
de afiladas espinas. Sin previo aviso, una de las raíces se lanzó contra la
pierna de Jessica, quién pudo esquivarla saltando hacia atrás, sin embargo, las
espinosas raíces se aferraron a sus piernas, clavándose en ellas. La bruja
profirió un grito de dolor y cayó al suelo, mientras salían más raigones.
Ellie se acercó a ella, con la mano derecha en
llamas, cuándo estuvo a punto de agarrar el cuello de la bruja, se quedó
quieta, paralizada. La muchacha frunció el ceño y apretó los dientes.
-Kevin… -susurró contrariada. El mago se hallaba tras
ella, con las manos extendidas en su dirección. Había murmurado un hechizo para
dejarla congelada en el sitio mientras Steve, ya curado, liberaba a su amiga de
aquellas espinosas cadenas. Una vez libre, la ocultó tras su cuerpo para
protegerla mientras ella, temblorosa, se pasaba las manos sobre las heridas
para que se cerraran lo antes posible. Después de que se regenerasen, creó una
bola de fuego en su mano derecha que lanzó contra Ellie, a la vez que Kevin
murmuraba otro hechizo para que la bola de la bruja impactara de lleno en ella.
Una vez que Ellie salió disparada contra uno de los coches, los tres amigos se
posicionaron juntos, cada uno con su poder listo para ser utilizado.
Respiró hondo varias veces y se fue incorporando
lentamente, analizando la situación. Notaba cómo le ardía el pecho y le dolía
la sien. Por suerte, la quemadura se curó rápidamente, alzó la mano derecha
para tocarse la cabeza. Un líquido impregnó sus dedos, además, notaba cómo le
bajaba por la frente. Lo observó sin expresión alguna. Tenía una herida en la
cabeza de la que salía sangre, la cual le caía por el lado derecho del rostro,
seguramente fue provocada por la caída. Sus ojos se aclararon hasta volverse
del color de la plata, giró el rostro hacia Steve y sus amigos. Sus facciones, antes inexpresivas, se llenaron
de furia y odio. Levantó el pie izquierdo y dio un fuerte pisotón en el suelo.
Después de que Jessica y Kevin se hubieran ido, y
de que hablara con la Hermana oráculo de Ellie, fue en busca de la cura al lugar
dónde supuestamente la habían guardado. Esperaba que con las prisas siguiera en
su sitio. Sin embargo, cuándo echó abajo la puerta del laboratorio, no tuvo que
moverse del umbral para observar que la cámara de cristal que contendrían los
diferentes tubos de la cura habían sido vaciados. Alguien los había sacado de allí.
Frustrado, pegó un puñetazo contra la pared y soltó un grito. Apoyó la cabeza
contra ésta y cerró los ojos un segundo, al abrirlos, su escarificación comenzó
a brillar. En la visión que tuvo de Ellie descontrolándose y asesinando a su
madre se podía ver cómo los científicos huían de allí rápidamente, sin embargo,
uno de ellos no fue directo a las escaleras de servicio. Frunció el ceño y
salió corriendo.
Nada más llegar al andén, revisó todos los
cadáveres que allí había. Uno de ellos debía tener la cura. Sin embargo, según
avanzaba, sus esperanzas iban menguando. Ninguno de ellos lo había cogido. Su
búsqueda siguió la estela de muertos que había dejado la ilusionista hasta la
salida del complejo. Allí, un hombre gravemente herido estaba tirado en el
suelo, agarrando fuertemente el asa de un maletín metálico. El oráculo se
acercó y lo arrancó de su moribunda mano. El hombre alzó los ojos hacia él.
-Es tarde.
-Nunca es demasiado tarde. –Dijo, arrodillándose
para abrir el maletín y observar lo que había en su interior.
-Es sólo un prototipo… -Tosió y gimoteó.- No está
acabada, no se sabe qué puede hacer.
-La creasteis para protegeros de ella, puedo
imaginarme lo que sucederá.
-No… la cura está diseñada para que ataque a los
genes mutados. –Volvió a toser, esta vez echando sangre por la boca. Respiró
hondo y miró al muchacho.- No se asegura que el sujeto viva después.
G-Host alzó la cabeza y analizó el rostro de aquel
hombre.
-¿Habéis condenado a vuestra propia hija a la
muerte después de convertirla en un monstruo incontrolable? –Murmuró. Cerró los
ojos y respiró hondo.- Espero que tu agonía sea larga, porque lo que te espera
en el infierno será peor. –Se levantó con el maletín en las manos.
G-Host corrió todo lo rápido que podía, había
dejado atrás el gran complejo científico para internarse ahora en la calle
residencial a la que llegaban los destrozos provocados por alguna pelea. Sin
embargo, la avenida estaba irreconocible. El pavimento estaba levantando en un
enorme cráter, había casas y coche ardiendo, árboles caídos y las bocas de
incendio abiertas, haciendo salir el agua a varios metros de altura. El oráculo
caminó por aquella zona, esperando no ver a ninguno de sus amigos allí. Por
suerte, no apareció ni un cadáver, los ciudadanos tuvieron suerte de salvarse.
Entonces, llegaron hasta sus oídos agudos gritos de
terror seguidos de fuertes estruendos. Respiró hondo y volvió a correr.
Kevin atravesó el escaparate de una tienda de ropa
y cayó encima de tres maniquís blancos, vestidos con trajes negros y azul
marino. Tenía heridas tanto en la cabeza como en el pecho. Sus brazos temblaron
cuando trató de ponerse de nuevo en pie. Caminó lentamente y se apoyó en el
marco del escaparate roto, ignorando los cristales que se clavaban en su mano.
Ellie había destruido partes de varios edificios, algunas personas inocentes
habían sido arrasadas por su poder y tras ella dejaba una estela de sangre y
muerte. Steve había sido lanzado, al igual que el mago, contra uno de los
edificios y se hallaba tirado en un callejón, luchando por seguir respirando.
Mientras, Jessica le hacía frente con todas las armas que podía. Incluso se
unieron a ella las fuerzas policiales de la ciudad. El sargento, un hombre
mayor con el bigote ya blanco, llamaba por radio a todas las unidades que
hubiera por la ciudad y en las vecinas para que tuvieran más apoyo. Por
desgracia, toda ayuda era en vano, pues la ilusionista había hecho saltar por
los aires a varios coches y devolvía las balas contra ellos.
La muchacha dio una fuerte palmada, provocando así
una onda expansiva que se llevó por delante cristales, coches y personas.
Jessica se lanzó frente a un grupo de policías desarmados y creó un escudo para
protegerlos.
-¡Salid de aquí! Evacuad a la ciudad lo antes
posible.
-Pero…
-¡Nada de peros! –Chilló la muchacha.- Hacer lo que
os digo o seré yo quien os mate.
Los policías salieron corriendo y transfirieron las
órdenes por radio a todas las unidades. Rápidamente, se agruparon para ir
evacuando los edificios que había en los alrededores. La bruja se volvió para
observar si los humanos se habían refugiado, pero aquel momento de distracción
fue la oportunidad perfecta para Ellie de lanzar un poderoso proyectil
candente. Sin embargo, éste impactó contra el suelo.
G-Host cubría la cabeza de la muchacha con su mano
libre, protegiendo a la bruja con su cuerpo dentro de un callejón. Jessica alzó
la cabeza y observó cómo su escarificación dejaba de lucir.
-¿La has encontrado? –Susurró, con un leve tono de
esperanza. El chico simplemente asintió.
-Debemos esperar el momento adecuado para
inyectársela. –Soltó a la muchacha y se giró.- ¿Dónde está Steve?
Ambos miraron a la calle principal. El chico se
había lanzado contra su esposa en un intento de dañarla, pero volvió a caer al
suelo.
-Se está exponiendo demasiado, no aguantará mucho
más. –Indicó Jessica, mordiéndose el labio. El muchacho le tendió el maletín y
salió corriendo.- ¡G-Host!
El oráculo se acercaba a ella rápidamente,
esquivando todos y cada uno de los ataques que Ellie le lanzaba, por suerte,
los veía venir. Una vez estuvo cuerpo a cuerpo con ella, le propinó un par de
patadas tanto en el estómago como en la espalda y la envió al suelo. Pero la
muchacha no se rendía tan fácilmente. Con sus ojos del mismo color que los de
G-Host, se lanzó contra él y se enzarzaron en una dura pelea. Sin embargo, para
desgracia del chico, Ellie también poseía los poderes de Steve y le fue
sencillo derribarlo. Rápidamente, cogió
una de las pistolas que había en el suelo y disparó contra el hombro y el
estómago del muchacho.
Con un grito, el proyectil que Jessica había
lanzado impactó con tal fuerza contra Ellie que voló hasta caer contra la pared
de uno de los edificios. Rápidamente, con la ayuda de Kevin, lo sacaron de la
calle y lo colocaron junto a Steve en un callejón oscuro para refugiarse de
ella.
-Quieto, no lo toques. –Susurró Kevin, apartando
las manos del oráculo para observar las heridas. Jessica, mientras, curaba
ligeramente a Steve, quien abrió por fin los ojos. Las manos de Kevin se
iluminaron y las balas que fueron introducidas en el cuerpo de G-Host salieron
de las heridas lentamente.
-No gastes tu poder en mí. –Gimió el oráculo.-
Debemos acabar con esto de una vez. Nos matará.
-¿Y qué supones que hagamos? –Dijo Steve.
-Hay cura. –Se apresuró Kevin, captando la atención
del muchacho de inmediato.- G-Host la ha traído, la desarrollaron en la
corporación por si pasaba algo de este calibre. Aunque no pensaron que fuera
tan incontrolable.
-¿Funcionará? –Preguntó el chico, apartando las
manos de la bruja para que dejara de curarle.
-Parece ser que la cura se compone de algún tipo de
virus que ataca a los genes mutados y los elimina –Gimoteó y soltó un alarido
al moverse para quedarse sentado.- Puede haber varios resultados… Que se cure y
el proyecto Pandora llegue a su fin, que no sirva para nada… -Suspiró y clavó
la mirada en Steve.- O que muera durante el proceso.
Aquella respuesta fue como un mazazo para la
esperanza de Steve. Se apoyó contra la pared y respiró hondo, cerrando los
ojos. Sabía que debían administrarle la cura pero… si ella moría, su mundo
habría terminado.
-Hagámoslo.
Un gran estruendo interrumpió la conversación.
Todos se asomaron fuera del callejón para observar qué pasaba. Unos metros más
adelante se encontraba Ellie, destruyendo todo lo que se encontraba a su paso.
Antes de salir a por ella, prepararon la cura en la pistola, la cual estaba en
el maletín, cuya aguja la inyectaría en el cuerpo de Ellie. G-Host se lo guardó
y salieron corriendo.
Ellie se encontraba en el centro de una gran
rotonda con césped. Se había quedado quieta, con los ojos marrones observando
todo a su alrededor. Había varias unidades de policía y del ejército rodeándola
y apuntando hacia ella con sus armas, pero nadie se atrevía a disparar. Fue
entonces cuando llegaron Steve, Kevin y los demás, aunque, al igual que los
humanos, se quedaron observando a la muchacha. Sólo Steve se atrevió a caminar
hacia ella.
-¡Ellie! –Exclamó para captar la atención de la
muchacha. Ésta se dio la vuelta y le observó.- Por favor, sé que estás ahí
dentro, sé que sigues siendo tú. –Dio un par de pasos hacia delante, recortando
la distancia con ella.- Por favor… terminemos con esto de una vez.
-¿Terminar? –Murmuró Ellie, con un tono de voz tan
inocente que hasta a Steve le sorprendió.- Sí… terminemos con ésto –Aquel
momento de dulzura terminó en menos de un segundo. Sus ojos se volvieron
plateados mientras iba esbozando una perversa sonrisa. Steve contuvo la
respiración. La palabra Pandora apareció en su frente.- para siempre.
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