Sus manos soltaron la
ropa del oráculo y se apartó de sus compañeros unos pasos mientras analizaba la
situación. Se pasó las manos por el cabello y trató de controlar la
respiración. Se mordisqueó el labio con fuerza hasta provocarse una pequeña
herida en él.
-¿P-Por qué? ¿Cómo ha
podido pasar? –Preguntó. Tenía la voz rota y luchaba para que no le temblara.
Se volvió hacia G-Host.- ¡Contesta!
-Ellie fue a buscarte,
había saltado la alarma y G-Host vino a salvarnos a nosotros, Steve. –Kevin
había hablado para que la ira de su amigo no cayera sobre el oráculo. El pobre
muchacho ya se sentía lo suficientemente culpable sin que estuviera Steve para
clavar el dedo en la llaga.- Fue su decisión.
-Ahora está en su
poder, Steve, no se puede hacer nada. Debemos encontrar a Angelica y salir de
aquí lo antes posible. –Murmuró el pelirrojo, apartando la mirada de sus
compañeros.
Steve sintió un
irritante pitido en los oídos mientras la cabeza le daba vueltas, dio un par de
pasos hacia atrás hasta quedarse apoyado en la camilla y respiró hondo. Notaba
una fuerte opresión en el pecho que le impedía respirar con normalidad. Incluso
sentía cómo le ardían las lágrimas en los ojos, deseosas de salir. Jessica se
acercó a él, con un nudo en la garganta y le rodeó los hombros con el brazo
izquierdo. La muchacha, enamorada de él desde que era una niña, siempre había
querido que sus sentimientos por ella fueran tan intensos como lo eran por
Ellie. Pero sabía que nunca iba a ser correspondida.
La bruja soltó un
suspiro y miró hacia G-Host y Kevin.
-Tal vez podríamos
buscar a Ellie, tratar de salvarla antes de que sea demasiado tarde. Si
llegamos a tiempo podremos recuperarla, ¿no? –El oráculo clavó sus ojos en los
suyos. Ella buscaba alguna esperanza para que Steve dejara de sufrir. Pero negó
con la cabeza.
-Debemos salir de aquí.
El Proyecto Pandora se ha puesto en marcha.
La sala había estallado
en júbilo cuándo Ellie había reaccionado bien al tratamiento, los médicos se
abrazaban los unos a los otros, felicitándose por el trabajo realizado. La
madre de la muchacha estrechaba con fuerza a su hija, orgullosa de los
resultados que habían obtenido. Sin embargo, solo una persona se mantenía al
margen de tanta alegría. Marco, el padre de Ellie, se había quedado de piedra
al ver que el rostro tan dulce de su pequeña se había convertido en una máscara
siniestra que helaba la sangre. Ahora, los ojos de la muchacha habían vuelto a
su marrón original pero mantenía aquella terrible sonrisa.
La mujer separó a su
hija y la observó de arriba abajo con una gran sonrisa en los labios.
-¿Cómo te encuentras,
pequeña?
-Mejor que nunca,
madre, siento cómo la fuerza recorre mi cuerpo y mi poder crece. Me siento…
invencible.
-Oh, cariño. –Sus
brazos volvieron a envolver a la muchacha.- Debemos hacerte pruebas, ver cuánto
potencial tienes, hacerte analíticas…
-¿Quieres ver mi
potencial, madre? –Susurró. Sus ojos marrones, ahora sin vida, se volvieron
plateados lentamente mientras las manos de la chica agarraban la espalda de su
madre. El cuerpo de la mujer comenzó a tensarse y trató de separarse de ella,
pero la fuerza de su hija era mayor.- La próxima vez que crees a un monstruo,
asegúrate de que puedas controlarlo.
Las manos de Ellie se
encendieron. Todo el mundo retrocedió en cuánto su madre comenzó a proferir
gritos de dolor. La tela de su chaqueta comenzó a arder, al igual que la camisa
de debajo. Los médicos salieron corriendo de la sala y dieron la alarma para
alertar a todo el complejo. Incluso su padre, conmocionado, fue llevado fuera
de la sala. Ellie soltó a su madre, que cayó al suelo y se deshizo de sus
quemadas ropas. La estancia fue cerrada a cal y canto. La ilusionista se
acercaba a su madre, sonriendo. Ésta se iba arrastrando por el suelo para
alejarse de ella.
-Ellie, por favor, soy
tu madre, no puedes hacerme esto. –La espalda de la mujer estaba llena de
quemaduras que dejaron su fina piel en carne viva.- T-Te di la vida.
La muchacha le propinó
una patada en la cara y le pisó el cuello con la bota. Su madre gimoteó,
incluso se le escapaban algunas lágrimas.
-Silencio. –Se agachó,
retirando el pie de su cuello, y la agarró, elevándola hasta que no tocara el
suelo.- Tú. Vas a pagar… por todo. -De
nuevo, la mano de la muchacha se convirtió en un hierro al rojo vivo. La piel
de la garganta comenzó a oscurecerse y desprenderse, mientras los gritos de su
madre satisfacían a la muchacha. El cuerpo convulsionaba. El fuego de Ellie
consumía la piel de su madre, cuyas quemaduras se extendía por todo su cuerpo.
Pronto se quedó sin voz mientras la piel de su rostro se consumía lentamente.
Su cuerpo dejó de tener fuerza y se quedó inerte. Ellie abrió la mano y el
humeante cadáver cayó al suelo.
Sin remordimiento
alguno, la muchacha se giró y se dirigió a la puerta, la cual poseía un sistema
de seguridad que impedía que fuera abierta desde dentro. Sin embargo, nada
podía parar su poder. Abrió la palma de la mano izquierda y la apoyó en el
metal de la puerta. Con un chasquido, el metal fue arrancado de las bisagras y
lanzado a varios metros del marco de la puerta. Esbozó una gran sonrisa y
comenzó a andar por el pasillo.
Habían encontrado la
celda dónde Angelica había sido retenida, la puerta de ésta, obviamente cerrada
y a prueba de cualquier hechizo de apertura, impedía al grupo salvar a la
muchacha. Los conocimientos de G-Host para forzar cerraduras eran básicos, aun
así el chico introdujo los alambres y comenzó a moverlos para abrir la puerta.
-Vamos, G-Host, ¿no
puedes hacerlo más rápido? –Insistió por tercera vez el mago. Kevin, cuyo
temperamento era suave, amable y paciente, estaba hecho un manojo de nervios.
Sus dedos daban golpecitos rítmicos sobre el cañón del arma que irritaban a
todos los presentes.
-Kevin, lo estoy
intentando, deja de meterme prisa, por favor.
Un pitido ensordecedor
comenzó a sonar a través de los altavoces que había instalados en cada esquina
del complejo. Todos y cada uno de los presentes se tapó las orejas para atenuar
aquel molesto pitido hasta que se acostumbraran a él. G-Host dejó caer los
alambres y apoyó las manos en el suelo. La escarificación de su rostro comenzó
a brillar con fuerza. Pudo ver cómo Ellie asesinaba a los guardias que se
encontraba en el camino. Su ropa estaba manchada de sangre, al igual que sus manos,
y sus ojos eran de un color parecido a los suyos.
-¿G-Host? –Preguntó
Jessica, que trataba de levantar al muchacho. Parpadeó varias veces y sacudió
la cabeza.
-Ellie se está abriendo
paso hacia la superficie. Si llega a la ciudad, la arrasará. Debemos pararla.
–Apoyó las manos en la puerta y se incorporó con ayuda de la bruja.
-No podemos irnos sin
Angelica. –Kevin se acercó al oráculo con los ojos desorbitados, llenos de
preocupación. El muchacho levantó la cabeza justo cuando se oyó un grito.
Steve había cogido
carrerilla y se lanzaba contra la puerta con todo el peso de su cuerpo. Sus
tres compañeros se quedaron helados en el sitio al ver cómo el ilusionista
cargaba contra ella una y otra vez. Tras el cuarto golpe, la puerta cedió y
cayó al suelo. Steve se apoyó en la pared y se acarició el hombro derecho.
-¿Podéis dejar de
parlotear? Tenemos cosas que hacer.
Kevin y Jessica
entraron en la estancia para encontrar a Angelica. La muchacha, una mujer bella
y dulce, con facciones suaves y tierna sonrisa, estaba agazapada en el suelo de
la estancia. El mago adelantó a su amiga y se arrodilló junto a su amada. La
cogió tiernamente hasta apoyarla en su regazo y le acarició el pelo, tan bien
peinado en las fotos y tan sucio tras el cautiverio. La chica abrió los ojos
lentamente. Tenía moratones tanto en el rostro como en el cuello y los brazos,
algún corte en la frente, pero nada preocupante.
-Angelica… -Susurró el
muchacho mientras besaba con dulzura su frente.- Hemos venido a salvarte. -Todos
los allí presentes sabían que la chica no recordaba haber compartido varios
años de su vida con el mago. Sus recuerdos, tanto físicos como mentales, fueron
borrados para proteger la identidad de la chica de la misma corporación que la
había retenido. Uno de los sacrificios que todos debieron de hacer.- Steve,
coge el arma. –Kevin le tendió el fusil con el que G-Host le había armado y
cogió a la muchacha en brazos. Pesaba mucho menos de lo que recordaba.
-Salgamos de aquí.
Dejaron atrás aquella
apestosa celda y recorrieron los solitarios pasillos lo más rápido que podían.
Debían de llegar a la superficie para interceptar a Ellie antes de que pudiera
hacer daño a alguien. Nadie en el grupo abría la boca, pues el ruido de los
gritos que precedían a la presencia de la ilusionista llegaban hasta ellos.
Steve echó abajo la puerta de servicio y subieron por las escaleras
rápidamente, cuándo se oyeron voces en los pisos superiores. Los soldados,
asustados, habían tomado el mismo camino que ellos y subían las escaleras a todo
correr para llegar los primeros a la superficie.
-No llegaremos. –Indicó
Jessica, que se apoyó en la barandilla para recuperar el aliento. Kevin colocó
en el suelo a Angelica y se agachó a su lado mientras se secaba el sudor de la
frente.
-Cerrarán el paso antes
de que lleguemos, no hace falta ser oráculo para saberlo. –Steve respiró hondo,
pasándose las manos por el cabello.- Debemos salir por otra parte. –Sus ojos se
encontraron con la plateada mirada de G-Host, quién asintió.
-Tu pasadizo sigue en
buenas condiciones, podemos llegar a la base y observar, allí estaremos
seguros.
-¿Y qué va a pasar con
Ellie? ¿Acaso vas a dejar que se convierta en un monstruo? –El ilusionista
frunció el ceño mientras mascullaba esas palabras. Tenía los puños cerrados y apretados.
-Ya lo es, Rose, ¿acaso
sabes cómo vencerla? –El pelirrojo se estiró y apartó la mirada.- Nosotros no
podemos hacer nada, todos los sabéis. Dudo que deje que nos acerquemos a ella y
mucho menos que la matemos. Sería la única forma de acabar con todo esto…
-No. –Cortó Steve
bruscamente. Todos los allí presentes alzaron las miradas para observar el
decidido rostro del muchacho. Éste tragó saliva y dejó escapar el aire.-
Siempre hay una manera. No pienso abandonarla.
-Morirás. –Dijo G-Host
bajando el tono de voz.
-Pues moriré luchando
por alguien a quién amo.
Aquellas fueron las
últimas palabras del muchacho antes de que agarra el arma y siguiera subiendo
por las escaleras, decidido a encontrar una manera de detener a su esposa.
Jessica, Kevin y G-Host se quedaron callados, mirándose los unos a los otros.
Sin mediar palabra, G-Host ayudó al mago a cargar con Angelica y se pusieron en
marcha, dirigiéndose al pasadizo por el que tiempo antes había llegado con
Ellie.
Los pasillos que
recorrían estaban desiertos, sólo los cuerpos sin vida de algunos soldados se
amontonaban en ellos. Pasaban a su lado, tratando de no pisarlos o tropezar,
bajo la luz roja que fue activada junto con la alarma. La gran mayoría de los
niveles debían de estar ya desalojados o en pleno proceso, por lo que podían
avanzar sin preocupaciones. Llegaron, entonces, hasta los servicios. Sacaron la
alcantarilla y saltaron a su interior, ayudando a bajar a Angelica con mucho
cuidado. Una vez en los túneles, G-Host realizó el camino de vuelta hasta la
base, seguido de sus compañeros.
Mientras, Steve había
llegado al nivel 2 del complejo. Caminaba despacio, pendiente de los ruidos que
pueda haber. Mantenía el cañón del arma alzado, apuntando con él a todas las
esquinas. Su mente trabajaba rápidamente para trazar un plan. ¿Qué debía hacer?
¿Encontrar a Ellie y hacerle frente? Continuó andando, internándose en el área
experimental. Los laboratorios estaban completamente vacíos, los científicos
debían de haber salido de allí rápidamente tras haber dado la alarma. El
muchacho siguió su camino con sus ojos observando cada detalle cuándo encontró
los cuerpos sin vida de al menos diez soldados. Se movió sigiloso hacia ellos,
se agachó junto a uno y le dio pequeños golpecitos con su arma, pero no reaccionaba.
Alzó la cabeza y frunció el ceño, entrecerrando sus ojos. A un par de metros
del grupo había una puerta metálica tirada en el suelo. Sin perder el tiempo,
se incorporó y caminó hacia ella, aunque pasó de largo al ver el hueco en el
que anteriormente habría estado dicha puerta. Sin embargo, no esperaba
encontrar aquella desagradable escena.
A pasar al interior de
la estancia, tuvo que contener una arcada al ver un cadáver calcinado, con
restos de piel en algunas partes del cuerpo. Tragó saliva y apartó la vista, su
mirada pronto se fijó en una de las cámaras de seguridad que estaba instalada
en la esquina.
Tras unos minutos
tratando de tirar abajo la puerta de la sala de vigilancia, buscó rápidamente
el monitor que correspondía con la estancia del cadáver. Dejó apoyada el arma
en la mesa y tomó asiento mientras configuraba el vídeo para mostrarle los
momentos previos. Las imágenes comenzaron a sucederse. Observó el momento en
que habían trasladado a Ellie y la habían atado a la camilla, después su
transformación y descontrol; por último, pudo observar el poder de la muchacha
sobre su madre. Apagó el monitor y cerró los ojos, soltando un suspiro.
-¡Vamos! ¡Daros prisa!
–La voz de Marco, el padre de Ellie, se oía en todo el andén. Allí se
encontraba la única salida del complejo. Se trataba de un pequeño vagón
metálico con puertas de seguridad que subía a la superficie a través de un
estrecho túnel. Todo el personal que quedaba se encontraba allí, mientras los
guardias esperaban el momento en que todo el mundo estuviera a salvo para bajar
la pared blindada y poner en marcha el tren. Sin embargo, los ojos del científico
vislumbraron en el fondo del pasillo la rubia cabellera de su hija. Tragó
saliva. Saltó del tren y atravesó corriendo la distancia que le separaba de la
entrada al andén. Apartó de un empujón a uno de los guardias y apretó el botón.
Poco a poco, provocando el pánico entre los que querían cruzar, el bloque de
metal macizo bajaba del techo.
Entre los gritos, todos
corrían hacia el tren para poder salir de allí lo antes posible. El bloque
metálico retumbó cuando chocó contra el suelo. Todos aquellos que se quedaron
fuera del andén golpeaban el metal con fuerza. Sus gritos y súplicas fueron
sustituidos por fuertes alaridos de dolor, que se fueron apagando uno a uno
hasta que reinó el silencio.
Una vez que todos
estuvieron montados en el tren, los soldados cerraron las puertas blindadas del
vehículo y lo pusieron en marcha. Poco a poco, cogía velocidad y avanzaba por
los raíles. El túnel, estrecho, estaba iluminado intermitentemente por unas
luces blancas en los laterales. Marco se apoyó en su asiento y respiró hondo.
Sus ojos fueron directos al maletín que le acompañaba, éste era metálico, de
color claro, con una cerradura numérica, cuya contraseña sólo sabían unas pocas
personas.
Se oyó un fuerte golpe.
La puerta trasera del tren estaba ligeramente abombada hacia el interior. Marco
se levantó de su asiento y se acercó. Apoyó las manos a ambos lados de la
puerta y observó a través del cristal. Cada cierto tiempo, el túnel se
iluminaba. Entrecerró los ojos para poder observar lo más profundo del túnel. Allí,
en la oscuridad, vio una figura. Los ojos plateados se clavaron en los de aquel
hombre. Soltó un grito y se apartó bruscamente.
G-Host, Jessica y Kevin
habían llegado a la base hacía rato. El pelirrojo se acercó a los monitores y
comprobó el estado del complejo. Ya nadie quedaba en su interior, solo veía
cadáveres esparcidos por los pasillos. Ni siquiera era capaz de encontrar a
Steve. La bruja se mantenía a su lado, apoyada en una de las mesas, mientras en
androide de G-Host le curaba las heridas que le habían provocado las máquinas
de drenaje. Mientras, Kevin se había retirado a una de las habitaciones
adjuntas a la base que solían utilizar para pasar la noche, tumbó a Angelica en
una de las camas y le arropó con las mantas. Tomó asiento a su lado y le
acarició la frente con la yema de los dedos.
La muchacha abrió los
ojos lentamente, Kevin observó aquel iris azulado con ternura. Ella frunció el
ceño. Se encontraría mareada y confusa. Clavó la mirada en los ojos del mago y
abrió la boca para hablar, pero Kevin colocó dos dedos sobre sus ajados labios.
-Tranquila, estás a
salvo. Te hemos sacado de aquel lugar, ya no te harán daño. –Susurró, retirando
un par de mechones de su rostro. Observarla le provocaba un intenso dolor en su
corazón. Sus sentimientos por ella no habían cambiado ni un ápice, sin embargo,
sabía que su amada no lo recordaría. Él mismo había modificado su memoria para
protegerla y aun así, le habían hecho daño. Angelica alzó la mano izquierda
para acariciar su rostro.
-¿Q-quién…eres?
–Murmuró. Sus ojos recorrían el rostro del muchacho. Había algo en él que le
resultaba familiar. Recorrió con los dedos su frente, sus cejas, sus ojos y su
nariz. Siguió por sus labios y dejó quietos los dedos sobre ellos. Sus ojos
también los observaba. Un brillo de esperanza apareció en los verdosos ojos del
muchacho, quién esbozó una sonrisa tierna y cogió la mano de la muchacha.
-Me llamo Kevin, Kevin
Poppy. –Llevó su mano a los labios para besarla delicadamente. Las mejillas de
la chica se encendieron.
-Yo…
-Angelica. –Se apresuró
el chico. La muchacha asintió, evidentemente confusa.- Es una historia muy
larga.
-¡Kevin! ¡Ven a ver
esto! –Gritó Jessica.
-Cuando todo esto
acabe, te lo contaré. –Soltó a la chica y se incorporó.- Ahora debes quedarte aquí, Alfa cuidará de
ti. Aquí estás a salvo. –Le brindó una preciosa sonrisa antes de salir de allí
y arrimar la puerta.
Se dirigió a donde
G-Host y Jessica se encontraban, y se colocó a su lado, observando las pantallas
encendidas que había frente a ellos. La muchacha estiró el brazo y señaló a la
central. Kevin frunció el ceño y se acercó. Abrió los ojos y dejó escapar el
aliento. La imagen que allí había era aterradora. Se trataba del andén de
entrada al complejo que se encontraba en la superficie. El tren había
descarrilado en la entrada, las puertas de éste habían sido arrancadas o
abiertas por la fuerza. Fuera, en el suelo, se amontonaban los cadáveres,
algunos calcinados, otros descuartizados. Todo era polvo y sangre. El rastro se
perdía a través de las puertas principales y escapaba al exterior.
-Santo dios… -Susurró
Kevin.
-Es un monstruo… -Indicó
Jessica, con los ojos abiertos de par en par, observando la escena.
-G-Host, no podemos
dejar que arrase la ciudad. Si su poder sigue aumentando será capaz de destruir
el mundo. –Señaló con el dedo hacia la pantalla.- ¿Ese es Steve?
Los tres se quedaron
observando cómo el ilusionista paseaba por el andén, mirando la escena de
muerte que su esposa dejaba allí dónde estaba. Sin perder un momento, el
muchacho salió corriendo por las puertas principales.
-No podemos dejar que
se enfrente a ella solo. –Exclamó Jessica, nerviosa.- Debemos ir con él. –La
bruja y el mago se giraron hacia su compañero, esperando una reacción por su
parte. G-Host se levantó de la silla, miraba cada imagen que proyectaban las
cámaras de seguridad del complejo. Entrecerró los ojos y observó una de ellas,
un recuadro en la esquina superior izquierda. La imagen mostraba a las Hermanas
de Ellie encadenadas a las máquinas de drenaje.
-Preparaos. –Dijo de
repente.- Iremos a por refuerzos.
Caminó entre cadáveres
hasta las puertas principales del complejo. El edificio era un enorme almacén para
evitar llamar la atención, por lo que no se extrañó que al salir estuviera a
las afueras de la ciudad.
-N-no podrás… -El
muchacho se giró para observar a un hombre, éste tenía el uniforme de médico
manchado y ensangrentado por las heridas que había en su cuerpo. Su rostro
estaba pálido. El chico se acercó a él y se arrodilló delante. Le agarró del
rostro y frunció el ceño.
-Vaya, vaya. Las
adolescentes son difíciles de controlar, ¿eh? Más aún cuando las conviertes en
monstruos o le haces vivir una mentira.
-Tú y yo no somos tan
diferentes… -Tosió y escupió sangre.- ¿Acaso tú le has brindado una vida lejos
de las mentiras? ¿Una vida real? –Dejó escapar una carcajada.- No… Tú le has
mentido, le has ocultado su origen, su historia. Eres tan culpable como yo. –Le
miró con cierto desprecio. Steve le propinó un fuerte golpe en la mandíbula.
-Cierra la boca, cerdo.
-Vais a morir todos.
-Siempre hay una
solución. –El muchacho se incorporó mientras Marco reía, escupió sangre y cerró
los ojos.
Steve se apartó del
malherido hombre mientras trataba de pensar qué hacer. Alzó la mirada hacia el
horizonte esperando ver algo que pudiera ayudarle a pensar, sin embargo, sus
heterocromos ojos se clavaron en una figura que avanzaba lentamente. Apretó los
puños y respiró hondo. Tensó la mandíbula y cerró los ojos durante unos segundos.
Tras abrirlos, comenzó a caminar en dirección a la persona que se acercaba. Sus
ojos se fijaron en cada facción de su dulce rostro, manchado por la sangre; en
su cabellera rubia corta con la coleta china cayéndole por la espalda, en sus
ojos castaños grandes y profundos, en los cuales se podía perder durante horas;
en sus labios carnosos, anteriormente suaves, ahora ajados; en su cuerpo
delgado y frágil que guardaba en su interior una increíble fuerza. Observaba a
aquella mujer con tristeza. Nunca se habría imaginado que fuera así como
acabara todo, pero debía hacerlo. Tenía que luchar. Luchar por ella.
Aquel sería su
sacrificio. Y no habría vuelta atrás.
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