Y.U.R.G.S. -P. 26-

La imagen de la reina, derrumbada sobre el antiguo trono de su marido, se había quedado grabada en la mente del elfo. El príncipe Lex, de Darven, se había llevado a Shenia y la Caja que custodiaban los husmacianos ese año.
Los problemas se sucedían uno tras otro, debía reunir de nuevo a los príncipes de YURGS para luchar contra Lex pero, ¿desencadenarían otra guerra? Probablemente sí. Secuestrar a la princesa era un delito pagado con la muerte.
Glaiss peinó su cabello hacia atrás aunque el aire hacía el mismo trabajo, azuzó las riendas de su caballo. Cabalgó en dirección a Guniver, Asch debería ser el primero en saber la desaparición de su amada y, seguramente, se alegraría de saber que su comportamiento era debido a un hechizo.
Las grandes murallas del reino se alzaron ante la maravillosa vista del elfo, en pocos minutos, estaba frente a las puertas, cerradas, y sin nadie en las almenas.
Glaiss frunció el ceño y observó los torreones donde seguramente estuvieran haciendo guardia.
-¡¡Asch!! -Gritó a pleno pulmón el príncipe.- ¡¡Asch!! ¡¡Sal ahora mismo!! -Un soldado se asomó en el torreón y observó al elfo sin saber qué hacer, la orden del príncipe Asch había sido clara: Si dejaban entrar a alguien, les cortaría la cabeza.- ¡Tú, soldado, ábreme ahora mismo, he de ver a Asch, es urgente! -El muchacho, pues no debía ser más mayor que el elfo, dudó unos instantes antes de ordenar a sus soldados que abriesen al príncipe.

Las puertas comenzaron a abrirse, chirriando levemente hasta que Glaiss pudo entrar y bajó de su montura. El vigilante del torreón le recibió con el rostro lleno de preocupación, le hizo una pequeña reverencia y comenzó a hablar.
-Mi señor, el príncipe Asch ha dado claras órdenes de lo que nos pasará si dejamos entrar a alguien... -Glaiss le puso la mano en el hombro y esbozó una sonrisa tranquilizadora.
-No se preocupe, soldado, cargaré con la responsabilidad. -Poniendo así fin a la conversación, el elfo cruzó el patio y entró en el castillo rápidamente. Caminó por los desiertos pasillos hasta la Sala del Trono dónde estaba encerrado Asch.
Una vez delante de las puertas, las empujó y abrió de par en par. El príncipe estaba de espaldas a la esta, apoyado en una ventana, mirando al exterior con la mirada perdida.
-Asch. -Dijo el elfo acercándose.
-¿Quién ha sido el bastado que te ha dejado entrar? Le cortaré la cabeza.
-Eso da igual, he venido a contarte algo muy importante. -Asch guardó silencio, pero se le veía irritado.- Es Shenia. -Se giró y fijó la furiosa mirada en su viejo amigo. Tenía el puño de la mano sana apretado. Su rostro transmitía cansancio, tenía ojeras, barba de varios día y el cabello recogido en una coleta. La ropa estaba arrugada, de no habérsela cambiado en varios días. Se fue acercando a Glaiss.
-No me importa, lárgate antes de que te mate. -Asch puso la mano en el mango de su espada.
-¡Asch! -Se acercó bruscamente a él y le puso ambas manos en los hombros. Le miró a los ojos.- Lex la ha secuestrado y se ha llevado la Caja.- Las palabras parecieron hacer mella en el príncipe, saber que su prometida había sido secuestrada le provocó pinchazos en el pecho que disimuló apartándose de Glaiss. Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir.- Te necesita, te necesitamos. No puedo hacer esto solo, Asch. Te puedo explicar por qué se ha comportado de esta manera, todo era hechicería. Lex es brujo. Él la nubló la mente.
-Te ayudaré a encontrarla. -El elfo relajó las facciones de su rostro y esbozó una leve sonrisa que borró al oír las siguientes palabras de su amigo.- Pero nada más, no quiero tener que ver con nadie que no sea de este reino. ¿Me has entendido? -Su amigo asintió.
Después de que Asch se hubiera cambiado de ropa y preparado, su caballo le estaba esperando en el patio con Glaiss subido al suyo. Ambos partieron rápidamente hacia Blizternova en busca del príncipe Drank, pero al llegar, nadie respondió a su llamada.
Las grandes murallas de piedra negra estaban desiertas, ni siquiera los vigías estaban montando guardia en las almenas. Las puertas de madera oscura estaban cerradas y por más que Glaiss llamaba, nadie respondía.
El reino de los nefilims parecía totalmente desierto, pero dejaría este problema a un lado para centrarse en encontrar a Shenia y recuperar lo que Lex había robado. Sin perder más tiempo, pusieron rumbo al poblado melora dónde Amadeus y Belpher dieron una cálida bienvenida al príncipe Asch después de semanas sin salir de su reino. Ambos le explicaron la situación y el hechizo que había sufrido Shenia, pero el humano no terminaba de creérselo, seguía convencido de que Shenia se había olvidado de él por completo.
-¿Habéis avisado a la Erinia? -Quiso saber el elfo, pero Amadeus negó con la peluda cabeza antes de colocarse las gafas.
-No la he encontrado, ¿es tan necesaria su presencia?
-Sí -Respondió rápidamente.- Es la única persona que conoce los parajes salvajes del reino como la palma de su mano, su ayuda es imprescindible. ¿Dónde podríamos encontrarla? -Glaiss se giró hacia Asch, pero éste estaba saliendo por la puerta de la Biblioteca.- ¿A dónde vas?
-A tomar algo, llevo días sin beber una buena cerveza.
-¿No puedes esperar? Shenia está en peligro. ¿Acaso no te importa?
-No, me apetece más una cerveza. -Haciendo oídos sordos a la represalia de su compañero, subió con dificultad a su caballo y se internó en el bosque. El elfo lo vio partir desde el umbral. Se giró hacia Amadeus con el ceño fruncido.
-¿Será capaz de cooperar? -Amadeus se encogió de hombros.
-Cuando Asch se comporta de esta forma es totalmente imprevisible, trata de seguirle y que entre en razón. -El elfo asintió y se fue a por su caballo para ir tras el humano.
Tras perderle el rastro, Glaiss estuvo merodeando por los bosques durante al menos una hora hasta encontrar la taberna en dónde habían estado la última vez. Bajó de su corcel y amarró las riendas en un poste cercano. Abrió la puerta del local y pasó al interior. Seguía como la última vez, sucio, lleno de alborotadores mercenarios y con un intenso olor a rancio que golpeó su nariz con fuerza, provocando en él una pequeña arcada. Tras respirar aire limpio, entró en aquel tugurio y comenzó a buscar una cabellera azul entre los clientes. Sus ojos en seguida encontraron la coronilla blanca tan caracterísitica de su amigo. Se abrió paso entre la muchedumbre y le hizo girar para que le mirara, el elfo tenía el rostro crispado.
-¿¡Estás mal de la cabeza!?
-¡Glaiss! ¡Amigo! Pensé que me estabas siguiendo, ¿te perdiste? -Soltó una risotada y se dispuso a tomar un sorbo de la cerveza que tenía en la mano pero Glaiss se lo impidió.
-No es el momento de darse a la bebida, Asch, hay trabajo que hacer y necesito que me ayudes, no que estés borracho como una cuba.
-Relájate... -Dijo con voz pausada.
-¿¡Que me relaje!? ¿Acaso no te das cuenta de la gravedad de la situación? ¡Esta vez tú no eres el maldito protagonista de la historia, céntrate y actúa como un verdadero príncipe! Tu aliada, tu prometida, ha sido secuestrada y se ha llevado la Caja. ¡Madura de una vez y hazte responsable de la situación! -Dio un fuerte golpe en la mesa con la palma de la mano. Asch fijó su verdosa mirada en los ojos rubíes del elfo.
-No te atrevas a darme órdenes.
-¿Y qué vas a hacer para impedirlo si sólo tienes una mano? -El rostro de Asch se enrojeció, no por el efecto de la bebida, y se levantó de un salto.
-Vaya, el principito tiene genio. -Glaiss se dio la vuelta y observó a la Erenia sentada detrás suyo bebiendo de una jarra de cerveza.- Me gusta. -Dio un último trago y la dejó sobre la mesa. Saltó de la silla.- Vamos a por la damisela en apuros.
-¿Sabes dónde encontrarla? -Preguntó el elfo, apoyándose en la barra con los ojos fijos en la Erenia. Asch, mientras, seguía bebiendo del vaso que anteriormente Glaiss le había quitado.
-Nadie conoce estos bosques mejor que yo. Si me das información sobre él, puedo encontrarle fácilmente.
Los príncipes y la pequeña mercenaria se retiraron a una mesa alejada del barullo, y el elfo comenzó a explicarle la situación. Le contó sobre la magia que había hecho Lex, el secuestro de Shenia y el hurto de la Caja que custodiaban los husmacianos. Kylai escuchaba atentamente sus palabras y Asch había pedido otra jarra fría. Una vez terminada la explicación, todos se quedaron en silencio, esperando a que la Erenia les proporcionase la información necesaria, pero la pequeña se había quedado callada, con la pequeña mano en la barbilla y los ojos entrecerrados fijos en la mirada del elfo. Los ojos de Glaiss se iluminaron cuando ésta abrió la boca para hablar.
-¿Qué gano yo con esto? -Preguntó de repente.
-¿Qué? -Glaiss estaba confundido por la respuesta.
-Soy una mercenaria, vivo de esto. ¿Esperabas que prestase mis servicios gratis? -El elfo frunció el ceño ante su exigencia. Apretó los puños encima de la mesa y respiró con calma, tratando de controlar el impulso de levantarse, sin embargo, Asch lanzó sobre la mesa un saco de dinero.
-Te daré el resto cuando acabes el trabajo. -Ante la mirada atónita de su viejo amigo, se levantó de la mesa tras dar un último sorbo a su jarra y salió del local para recoger a su caballo. Kylai contó rápidamente el dinero, se guardó la bolsa y siguió al humano. Glaiss fue tras ellos apresuradamente.
Los príncipes subieron a sus respectivas monturas y la Erenia avanzó con su gran bestia unos metros por delante de ellos. Se internaron en el espeso bosque sumidos en un sepulcral silencio que sólo era interrumpido por los jadeos del gran animal.
Tras unos minutos sin rumbo fijo, Kylai se paró en seco e inspiró. Las orejas rojas de su cabeza se movieron en varias direcciones hasta quedarse fijas. Entrecerró aquellos extraños ojos marrones de motas amarillas con la pupila alargada.
-Están en la frontera con los reinos del Este, en cuanto la crucen, les perderé el rastro.
-¿Puedes guiarnos por el camino más rápido? -La chica asió las riendas de su bestia y agarró con la cola el mango de aquella gran espada.
-Sólo habrá un ritmo y será el mío.
Con un rugido desgarrador, la Erenia avanzó a gran velocidad por el bosque, con su animal dando zancadas de varios metros. Parecía imposible que alguien tan pequeño como Kylai aguantase sobre sus lomos. Glaiss y Asch cabalgaron detrás suyo todo lo rápido que los caballos podían correr. Los corceles jadeaban y galopaban, esquivando raíces en el suelo, saltando grandes piedra y atravesando el gran río. Cruzaron un enorme claro antes de volver a entrar en la espesura del bosque, sin embargo, cuando pasaron junto a unos gigantescos árboles de troncos muy anchos y con varias hiedras pegadas a él, la pequeña se paró en seco mientras su bestia se quejaba. Retiró las manos de las riendas y las asió en el mango de la espada.
-Sabe que le estamos persiguiendo. Ha escondido a Shenia en una gruta de la montaña que hace frontera con el Este, quiere ocuparse de nosotros antes de cruzar.
-¿Por qué no escapa directamente? -Preguntó Glaiss, confuso por la decisión que había tomado Lex. La Erenia se giró y miró directamente al humano.
-No quiere arriesgarse a que él le siga.
Volvieron a quedarse en silencio unos segundos. Después, Kylai descendió de su animal con la espada en la mano y fue andando por el bosque, arrastrando el filo contra la tierra. Asch y Glaiss la imitaron y desenvainaron las espadas, aunque el príncipe de Guniver, al tener el brazo derecho vendado, debía cogerla con la izquierda.
Los tres cruzaron el bosque y fueron a parar a un pequeño claro a los pies de la ladera de la montaña, en el inicio del camino de ascenso hacia la cima. Allí, de pie, se encontraba Lex con la mirada fija en los tres. Asch se encontró con su mirada, frunció el ceño y se adelantó al grupo.
-¿Asch? -Preguntó Glaiss, alarmado.
-Id a por Shenia, yo me ocupo de este cerdo. -Agarró el mango de su espada y avanzó con decisión hacia el brujo. Lex, esbozó una sonrisa, divertido por su estupidez. La Erenia y el elfo salieron corriendo hacia la gruta en la que escondió a Shenia.
-Vaya... ¿vas a enfrentarte a mí en esas condiciones? Qué decepción, yo que quería matarte en pleno rendimiento. -El príncipe avanzó hacia él con una prepotente sonrisa en el rostro.
-Voy a disfrutar desgarrando tu carne. -Se oyó una risa.
Una bola negra se dirigía hacia el príncipe humano, éste la esquivó de un salto y echó a correr rápidamente hacia el brujo. Lex volvió a hacer otra bola negra con las manos y se la lanzó mientras desenvainaba la espada de su cinturón. El heredero se agachó para evitar que le diera y alzó la espada contra su contrincante, quién paró el golpe con el filo de la suya. Acercó su sonriente rostro a las armas y miró a Asch con cierta superioridad.
-¿Crees que tullido vas a ganarme? -Preguntó con cierto recochineo mientras empujaba a Asch hacia atrás. Éste dio un pequeño salto para evitar el cortante filo de la espada de Lex.
-Podría vencerte sin brazos, Lex.
-¿A sí? -Ambos filos se volvieron a cruzar, haciendo saltar pequeñas chispas. Asch trató de hacer fuerza para someterlo a su movimiento, pero con el brazo izquierdo apenas podía pelear. Lex, aprovechándose de esa situación, le pegó una patada en el estómago y lanzó una estocada contra el omóplato derecho del muchacho. La espada se clavó en la carne de su hombro y Asch se quedó agachado, con la cabeza baja, con el hombro lleno de sangre que empapaba sus ropajes. La prepotencia de Lex se hizo notable en una estruendosa risa. El príncipe de Guniver apretó los dientes y alzó la brillante mirada hacia el brujo, sus ojos estaban llenos de ira, el aro dorado resplandecía más que nunca.
-Creo que esto ha terminado. -Sentenció con una sonrisa ladeada dibujada en los labios. Asch frunció el ceño y soltó un gruñido.
-¡Esto acaba de empezar! -Cogió impulso y se levantó, la espada del príncipe Lex cayó hacia atrás, haciendo el corte del humano más grande, pero pareció no importarle, estaba más centrado en el príncipe desarmado que tenía en frente. Con fuerza, trató de darle varias estocadas a Lex mientras este movía las manos rápidamente y tiraba conjuros contra su oponente. Asch se movía con agilidad, pero el cansancio acumulado, el dolor y la pérdida de sangre, le iban nublando cada vez más la vista. Con la espada aún en la mano, trataba de parar todos y cada uno de los conjuros que Lex le dirigía, pero aquella situación no podría soportarla mucho más. Igual que el brujo, no tenía suficiente experiencia como para soportar ese derroche de magia tan grande.
El principio de la gruta estaba resbaladiza y llena de musgos. Kylai avanzaba primero con paso firme, pero ágil, saltando de piedra en piedra. Glaiss le seguía de cerca, bajando con cuidado para no caer. Mientras avanzaban hacia el interior de aquella húmeda gruta, un conocido grito llegó hasta ellos, pero no procedía del interior, sino que les vino del exterior. El elfo se giró hacia la salida, se mordió el labio y bajó rápidamente hasta colocarse a la altura de la Erenia.
-Debemos darnos prisa, no aguantará mucho tiempo.

Siguieron internándose en la oscuridad. Llegaron a una superficie plana, nada resbaladiza, por la que corrieron guiándose por una leve luz que se veía al final. La luz procedía de una pequeña hoguera que se había encendido, pero nadie estaba a su alrededor. El fuego comían lentamente la madera del suelo, las chispas volaban hacia el techo de piedra, el calor era insoportable a largo plazo. Shenia debía de estar por allí.
Glaiss escrutó la oscuridad de la cueva con sus ojos de elfo, pero no lograba divisar la melena rosada de su amiga.
-¿Shenia? -Preguntó en voz alta. Con un grito, la princesa salió de la oscuridad, látigo en mano, y se echó contra él. El elfo se giró hacia ella cuando ésta le rodeó el cuello con el látigo y tiraba de él hacia el suelo. El príncipe agarró el látigo y cayó al suelo de rodillas mientras la princesa trataba de estrangularlo con su arma. Kylai se acercó rápidamente a ellos, alzó la gran espada y cortó el látigo de un solo movimiento. Empujó a la princesa contra la pared mientras el elfo se quitaba los trozos del cuello. Shenia alzó la mirada hacia ellos, sus ojos habían perdido su característico color verde. Sus facciones estaban contrariadas.
-¡Fuera de aquí! -Gritó. Glaiss se levantó del suelo y se fue acercando a ella con cautela.
-Shenia, soy Glaiss, relájate, hemos venido a salvarte, te llevaremos a casa.
-¡No! -Chilló.- ¡No quiero ir a casa! Lex y yo vamos a casarnos, nos iremos a vivir a su reino. -Glaiss dio otro paso más hacia ella.- ¡No te acerques o Lex te matará si me haces daño!
-Sólo quiero llevarte a casa... Asch está fuera peleando por ti... -Dijo de manera suave, tratando de tranquilizarla pero Shenia seguía histérica.
-Lex lo matará. -Dijo con frialdad. El elfo bajó la cabeza ligeramente y respiró hondo.
-Lo siento, Shenia... -Se lanzó contra ella y la cogió en brazos mientras ésta forcejeaba para soltarse, la tiró al suelo y se colocó encima, sujetando sus manos a ambos lados de su cabeza.
-¡Suéltame bastardo!
-¡Kylai, en mi bolsa! -Shenia trataba de soltarse de las manos del elfo, pero él no aflojaba la presión ni un ápice. La Erenia se acercó al príncipe y cogió la pequeña bolsa que colgaba de su cinturón, de ella sacó una pequeña cajita de madera que abrió para observar el ungüento de color verde claro que había en su interior.- Abre su boca y unta su paladar con ello. ¡Vamos! -La pequeña se acercó a la princesa pero esta no dejaba quieta la cabeza y mantenía la boca cerrada. Kylai dejó la cajita en el suelo y la agarró de la barbilla, colocando su cabeza entre las piernas, con la otra mano, trató de abrirle la boca. Una vez conseguido, le soltó la barbilla y se untó los dedos de aquel ungüento para, acto seguido, introducirlos en la boca de la muchacha e impregnar el paladar con él. Cuando terminó, se apartó. Shenia tenía con ojos cerrados y parecía que respiraba con dificultad. Comenzó a toser con fuerza. Glaiss la soltó y se apartó.
La muchacha daba rápidas bocanadas de aire pero se estaba ahogando. El rostro del elfo reflejó el miedo que sentía al ver a su amiga en aquel estado, la Erenia,a su lado, se mantenía expectante. El pecho de la princesa subía y bajaba rápidamente tratando de que le llegara el aire a los pulmones. Se giró, quedándose recostada sobre su brazo izquierdo, con la vista fija en el suelo. La gruta se quedó en silencio mientras la mercenaria y el príncipe observaban a la chica dar pequeños pero silenciosos espasmos hasta que, por fin, vomitó una sustancia negra. Glaiss se acercó hasta quedarse detrás de ella, la acarició el hombro y recogió su pelo. Cuando terminó, se recostó sobre su amigo con los ojos cerrados y respirando rápidamente. Su rostro estaba pálido, con ojeras bajo los ojos, y leves gotas de sudor en la frente. El príncipe la limpió el rostro con la manga de su camisa.
-¿Shenia? -Preguntó con suavidad. Su amiga frunció el ceño y abrió lentamente los ojos. Cuando sus miradas se encontraron, la sonrisa iluminó el rostro del elfo, el color verde había vuelto a su iris y el negro se había reducido a su pupila.- Bienvenida.
-Glaiss... -Susurró pesadamente. Un escalofrío recorrió su espalda.- Gracias... -Las lágrimas se acumularon en sus ojos y vocalizó "lo siento", ya que no tenía fuerzas para hablar. El elfo la cogió en brazos y, junto a la mercenaria, salieron de la gruta para encontrarse con Asch.
El príncipe humano seguía sumido en una dura batalla contra el brujo desarmado. El cansancio podía con él y esquivar los hechizos se le hacía muy difícil. Dos bolas negras impactaron contra su pecho, retrocedió y se quedó quieto, aguantando el dolor. Su mano izquierda temblaba, su brazo no estaba acostumbrado a aguantar el peso de su gran espada. Los ojos de Asch se fijaron en los de Lex. El brujo estaba cansado también, el sudor se acumulaba en su frente, la mandíbula le temblaba y por cada conjuro que hacía el siguiente era más débil.
-¡Ríndete, Asch, y te daré una muerte digna! -Gritó Lex, tratando de evitar que la voz le temblase.
-Sigue hablando, bastardo, pero cortaré tu cabeza y la colgaré de mi pared. -Amenazó Asch. Empuñó la espada y avanzó hacia él pero otra bola negra le hizo retroceder. Soltó un gruñido y volvió a mirarle, pero sus ojos observaron más allá de él. Vio a Glaiss con Shenia en brazos y a Kylai junto a él. La princesa estaba inconsciente, su rostro estaba pálido y ligeramente hundido. El príncipe humano apartó su mirada de ella, apretó la mandíbula y se lanzó al ataque. El brujo no se esperaba aquel repentino ataque, realizó dos conjuros más que el humano esquivó, retrocedió, tropezó con una roca y cayó al suelo.
Se oyó un grito desgarrador cuando Asch clavó su espada en el pecho del brujo. Sus miradas se encontraron. Lex escupió sangre, sus dedos emitían débiles luces negras en un intento de realizar otro conjuro pero se apagaron de inmediato. Asch sacó la espada del cuerpo de Lex y respiró hondo mientras alzaba el arma.
-Te veré en el infierno. -El filo cortó la cabeza del brujo y la separó de su cuerpo. Asch cayó de rodillas junto al cadáver y cerró los ojos.
Glaiss y Kylai se acercaron a él rápidamente. El elfo seguía llevando a la princesa inconsciente.
-Temía por tu vida... -Confesó aliviado al verle sano y salvo. El humano se incorporó, aún apoyado en su espada.
-¿Acaso no sabes con quién estás hablando? Nadie puede vencerme aunque esté manco. -El comentario hizo sonreír a su amigo. Envainó su espada, rebuscó entre las vestimentas de Lex hasta encontrar la Caja y comenzó a andar, recorriendo el camino de ida en completo silencio. Glaiss con Shenia en brazos y Kylai le siguieron de cerca.
Al cabo de unos minutos, llegaron al lugar donde habían dejado las monturas, Glaiss subió al Shenia a su caballo y se montó detrás de ella. Kylai trepó hasta el lomo de su bestia y Asch montó en su caballo con dificultad, no sin antes dar la caja a Glaiss, y los tres se pusieron en marcha hacia Husmacia.
Sin embargo, una vez fuerza del bosque, ya en el camino empedrado que iba directamente al reino, Glaiss observó a su amigo, quien encabezaba la marcha, tambalearse sobre su montura.
-¿Asch? ¿Te encuentras bien? -No obtuvo respuesta. El humano siguió avanzando con la cabeza agachada.- ¡Asch! ¡Para! -Ordenó el elfo. Su amigo resbaló del caballo y cayó al suelo, inconsciente. Glaiss paró su caballo y bajó de él para ir corriendo junto a su amigo. Se agachó a su lado y trató de hacer que recobrase la consciencia.- Vamos amigo, no me hagas esto. -Observó la herida de su hombro, la cual no había podido curarla antes. Le abrió la camisa con un cuchillo y ahogó un grito. Todo su pecho estaba lleno de quemaduras y heridas en carne viva. Sus ojos rubíes miraron a Kylai mientras esta se acercaba con su bestia y saltaba de su lomo. Entre los dos, cargaron a Asch sobre el animal y la Erenia subió con él.- Llévalo a Guniver lo más rápido que puedas, déjale en manos de sus sirvientes y vigila su estado. Iré más tarde con Amadeus. -Se acercó a ella y le cogió de la mano.- Te recompensaré. -La mercenaria le miró a los ojos, sus mejillas se sonrojaron intensamente y asintió con la cabeza.
Con una orden, la bestia salió corriendo a gran velocidad mientras Glaiss subía a su caballo, cogía las riendas de la montura de Asch y se dirigía a Husmacia.
El estado de Asch era crítico pero su cuerpo había soportado muchas cosas, se recuperaría sin problemas. Shenia debía descansar y reponerse, ser víctima de una magia tan poderosa pasaba factura al cuerpo y la mente. También Glaiss debía descansar, sin embargo, tenía muchas cosas en su cabeza. Ahora que el príncipe de Guniver y la princesa de Husmacia estaban fuera de peligro, se concentraría en averiguar por qué Blizternova había cerrado sus puertas.
¿Qué estaba ocurriendo en el reino nefilim de YURGS? 

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