Glaiss cabalgaba rápidamente por el camino, las herraduras del caballo golpeaban el suelo. El elfo sujetaba a la princesa con un brazo, sosteniéndola contra su pecho para que no cayera, mientras azuzaba las riendas haciendo que el animal corriera más rápido. Las grandes murallas blancas se alzaron ante el príncipe, los vigías paseaban por las almenas, lanzas en manos, vigilando los exteriores cuando uno de ellos escuchó los incesantes gritos. Glaiss vociferaba para que abrieran las puertas y a la orden de aquel soldado, el muchacho pasó al interior de las murallas. Aún en marcha, cogió a la princesa en brazos y bajó de un salto mientras que a su caballo lo paraban cuatro soldados. Corrió al interior del castillo, cruzó los pasillos y entró, empujando la gran puerta con la espalda, en la Sala del Trono, donde Anri, quién estaba sentada en el trono rodeada de los antiguos consejeros de su marido, hablaba en voz baja y se masajeaba la sien.
El sonido de la puerta interrumpió la pequeña reunión, todos se giraron para mirar al recién llegado pero fue la reina, con los ojos como platos fijos en su pálida hija, quién se levantó y se acercó corriendo.
-¡Shenia! -Gritó, el elfo se arrodilló a la vez que la reina caía junto a él y acariciaba el rostro de su pequeña.- Oh...mi niña... ¿qué te ha hecho ese desgraciado?
-Un hechizo, mi señora, la controlaba mediante un horrible conjuro, pero su efecto ya se ha pasado, no está bajo su control, necesitará reposo.
-Te debo la vida, príncipe Glaiss... -Anri abrazó a su pequeña mientras las lágrimas de alegría bajaban por sus mejillas. Sus manos acariciaban el cabello de la princesa mientras le susurraba cariñosas palabras al oído.
-Era mi deber, mi reina, siento no haberla traído antes. -Esbozó una sonrisa al ver a su amiga de vuelta a su hogar.- También he recuperado otra de vuestras valiosas posesiones. -Glaiss sacó de su bolsa la pequeña caja de madera con hermosas tallas que Lex había robado. Anri levantó la vista y esbozó una bella sonrisa. Acercó una mano y la apoyó sobre la del muchacho.
-Husmacia te lo debe todo.
-No sólo a mí, mi señora, Asch y una pequeña Erenia me brindaron ayuda.
-El reino está en deuda con vosotros, pues. -Los soldados y las sirvientas se acercaron rápidamente, Nicolette ayudó a la reina a poner en pie a Shenia para que los soldados se la llevaran en volandas. Glaiss lanzó una rápida mirada a la doncella pero esta rápidamente apartó los ojos de él. Anri cogió con mucho cuidado la caja y, junto a Glaiss y los demás consejeros, se acercaron al gran agujero en el suelo que había dejado la losa levantada. - Vuelve a su sitio y del que no se irá hasta que no sea el turno de Sonrengar. -La reina se giró y agarró a Glaiss de las manos.- ¿Puedo hacer algo por vos? Lo que sea, ahora estoy en deuda contigo.
-Sería de gran ayuda que los galenos de vuestro reino encontrasen una cura para la lesión de Asch, las plantas curativas fueron utilizadas en vuestra hija. -La reina asintió a su propuesta.
Tras una cortés reverencia que puso fin a la charla con la reina husmaciana, salió del Salón y caminó tranquilamente por los pasillos hacia el patio empedrado de la parte principal. Sin embargo, notó un leve tirón. El chico se giró, esperanzado por ver los dulces ojos de la doncella Nicolette, sin embargo, fue la mirada de Aleshia lo que vio. La doncella tenía el rostro lleno de preocupación y asiaba la manga del príncipe con cierta fuerza.
-¿Mi lady?
-P-príncipe, yo... Necesito hablar con vos, a solas. -El chico asintió con la cabeza y, puesto que la muchacha quería hablar en un lugar privado, se retiraron a los aposentos de la chica que compartía con Nicolette, quien ahora estaba ocupada con su amiga. La doncella se sentó en su cama y se acarició las manos, con nerviosismo. Su actitud comenzaba a preocupar a Glaiss.
-Aleshia, ¿estáis bien? -Ella negó con la cabeza.
-¿Sabéis algo del príncipe Drank? -Se mordió el labio y dirigió los ojos hacia él, éste negó.
-Desde el baile no he tenido noticias suyas.
-Durante el baile... estuvo conmigo.
-¿Cómo? -Preguntó sorprendido, abriendo los ojos. La chica asintió con la cabeza y tragó saliva, apartando los ojos de él, avergonzada.
-Me apartó de la celebración y compartimos lecho durante la noche. -Dijo, bajando el tono de voz casi como si fuera un susurro. Glaiss contuvo la respiración y procedió a interrogarla, pero ella continuó.- Antes de que preguntéis, no sé que le pudo haber pasado, al amanecer se había ido, no dejó ni una nota. Siento no ser de ayuda en ese sentido, pero era otro asunto relacionado con su persona lo que me obliga a hablar con vos, no sé a quién recurrir...-El chico se acercó y cubrió sus manos con las suyas, en un gesto cariñoso, esbozó una tranquilizadora sonrisa y asintió.
-Confiad en mí, hablar sin rodeos. -La muchacha alzó los ojos, clavando su mirada en la suya. Se pasó la lengua por los labios y cogió aire.
-No he sangrado. -Soltó sin más.
-¿Qué?
-Han pasado dos meses desde la última vez que lo hice. -Tragó saliva- He tenido nauseas y mareos... -Los ojos se le llenaron de lágrimas.- Mi señor, yo... estoy asustada. -Glaiss tenía los ojos como platos. Bajó la mirada a su vientre y esperó unos segundos antes de hablar.
-¿E-estáis...en cinta? -La chica asintió con la cabeza. El elfo se levantó de un saltó y se peinó el cabello varias veces. Aquello complicaba la situación. Paseó por la habitación bajo la atenta mirada de la doncella. Sus dientes pellizcaban su labio inferior, provocando en ellos unas pequeñas heridas. Respiró hondo varias veces, para soltarlo de golpe.- Prepárate, vamos a ir a hablar con Amadeus. Él sabrá que hacer.
Glaiss salió del cuarto para dejar que la doncella se preparara. Una vez que Aleshia salió, la agarró del brazo con suavidad y se la llevó a los establos. Una vez allí, soltó a su caballo, cogió a la chica en brazos y la subió, para después subir él.
Juntos, cabalgaron rápidamente fuera de Husmacia, la montura de elfo recorrió el camino que llevaba hasta la enorme plaza, se internó en el bosque en dirección a Guniver y recorrió el sendero. Antes de penetrar en el poblado melora, frenó al caballo, bajó de éste y lo ató a un árbol. Después, cogió a la muchacha y la bajó de la montura. Ambos penetraron aún más en el bosque hasta encontrar el poblado. Recorrieron sus calles hasta la Gran Biblioteca y Glaiss aporreó la puerta, llamando repetidas veces a Amadeus. Sin embargo, éste no fue quién abrió la gran puerta. Belpher apareció en el umbral y alzó los ojos hacia el muchacho.
-Amadeus no está, hijo. Llegó una carta procedente de Guniver y partió sin demora. Si puedo hacer algo por vos, estoy a vuestro servicio. -Glaiss apretó los puños.
-¿De Guniver? ¿De Asch? ¿¡Qué ha pasado!?
-Al parecer su estado a empeorado, los galenos del príncipe no saben qué hacer con él, sus heridas son producto de la magia y pensaron que Amadeus le ayudaría.
-Dios mio... -Se llevó las manos a la cabeza y soltó un gruñido de impotencia. Aleshia le miró, con la mirada llena de preocupación y le puso una mano en el brazo.´
-Id, señor, no importa. -Glaiss la miró a los ojos.- Asch os necesita, yo estaré bien. Os esperaré aquí. -El elfo se mordió el labio durante un segundo. Apartó las manos de la cabeza, apoyó una en el hombro de la chica de manera cariñosa y salió corriendo para volver con su montura. La doncella se quedó junto al viejo melora, observando como se iba, segundos más tarde, Belpher entró en el edificio.
-Entrad, mi lady, sentaos y contadme su problema. -Cuando la chica entró, las grandes puertas se cerraron lentamente detrás de ella.
Glaiss habia montado en su caballo y cabalgaba en una carrera frenética en dirección al reino de su hermano. Apretaba las riendas con fuerza, azuzando al animal para que avanzase más rápido. Salió del sendero del bosque, recorrió el camino hacia Guniver y atravesó las murallas. Bajó del caballo rápidamente, dejando que frenase él sólo y corrió al interior del castillo en busca de Asch. Sin embargo, no iba a serle difícil la búsqueda, ya que sus gritos se oían en todo el castillo. Siguió el sonido hasta los aposentos de donde entraban y salían sirvientes con sábanas manchadas de sangre y cubos de agua. Se acercó y entró en la habitación, tratando de no estorbar. Sus ojos observaron el cuerpo de su amigo, el chico gritaba de dolor, agarrado a las sábanas rotas que cubrían el colchón de la cama. Su pecho estaba desnudo, las heridas, grandes, abiertas y sangrantes, estaban en carne viva y casi dejaban ver su músculo. Parecía que a cada segundo, la carne se le pudría y sus llagas se hacían más grandes. Sin embargo, éstas no sólo estaban en su torso, su brazo derecho estaba cubierto de sangre, la antigua herida del hombro, producto de la cuchilla de Anouk, se había abierto y no paraba de sangrar. Su brazo izquierdo era el mejor parado, sólo tenía rozaduras, cortes y algún otro moratón. Amadeus estaba a su lado, limpiando, vendando, cubriendo y tratando de sanar cada una de las heridas, pero las fórmulas mundanas no iban a ser suficiente. El príncipe humano tenía el rostro enrojecido, apretaba los dientes con fuerza y las gotas de sudor recorrían su frente. Sus gritos consiguieron sacar a Glaiss del shock.
El elfo se acercó, se colocó al lado de su amigo y le agarró la mano con fuerza.
-¡Amadeus! ¿Qué ha pasado? Antes su estado no era tan crítico.
-Los hechizos de Lex son poderosos y de larga duración, no sólo impactaron. Su oscura magia de adhirió a las heridas y comenzó a comer la carne poco a poco. Sabemos que el cuerpo de Asch es fuerte pero no creo que soporte mucho más tiempo este sufrimiento. -Su pequeñas manos apretaban una sangrante herida que tenía en el costado.
-¿No hay ninguna forma de ayudarle? -Asch apretó la mano del elfo y gruñó.
-Mundana no, mágica sí. He enviado a Kylai en busca de las plantas medicinales necesarias, espero que vuelva pronto. Con ellas podremos curarle, pero hay que mantenerle vivo hasta entonces.
Glaiss agarró con fuerza a su amigo y le limpió el sudor de la frente con un trapo húmedo.
-Debes aguantar Asch, ¡demuestra lo fuerte que eres! -Se acercó a él y prosiguió.- Eres el rey de Guniver, no puedes dejarles, ¡no debes! Tu deber es permanecer en el trono. ¡Resiste! -Respiró hondo.- Aguanta, amigo, por todos los que te queremos. Piensa en Shenia, imagina su rostro, su bello rostro sonriéndote. Recuerda los momentos vividos a su lado. Revívelos en tu mente, por favor.
El elfo, angustiado al ver el dolor que estaba sufriendo su amigo, se aferraba a su mano y rezaba para que aquellas palabras le dieran fuerza.
Kylai apareció por la puerta, con el rostro enrojecido, leves gotas de sudor en su frente y el pequeño pecho moviéndose de arriba abajo con rapidez. Se acercó rápidamente a Amadeus y le tendió una pequeña bolsa.
-He cogido todas las que he encontrado, espero que te sirvan de algo. -Se apartó del melora y lanzó una rápida mirada hacia el elfo, quien aún sostenía a su amigo. Amadeus abrió la bolsa y observó el contenido.
-Serán suficientes. -Saltó a la mesita de noche que había junto a la cama, quitó todo lo que había allí encima y sacó las hierbas de la bolsa, unas pequeñas raíces, tallos verdes y hojas moradas de pequeño tamaño. La erenia cogió un cuenco y lo llenó de agua caliente, para después dejarlo junto al melora quien echó las hierbas en él. Se inclinó sobre este y comenzó a murmurar, mientras movía las manos, palabras inteligibles, seguramente en otro idioma. El agua comenzó a burbujear, cambiando de color y volviéndose oscura. El melora se giró y se acercó a Asch para manchar un dedo en su sangre, acto seguido, volvió con la poción y echó un par de gotas en ella.
Tras varios minutos de preparación y reposo, vertió el contenido del cuenco en un frasco con pico vertedor y volvió junto al moribundo príncipe. Se pasó una mano por la frente, se recolocó las gafas y observó a Glaiss mientras sujetaba con las temblorosas manos el pequeño frasco.
-Sujétalo con fuerza, esto será doloroso. -El elfo le miró con preocupación pero no se opuso. Puso una mano en su hombro izquierdo y la otra siguió sujetando su mano. La erenia le sostuvo de las piernas con ayuda de algunos sirvientes. Amadeus inclinó el bote encima de las heridas de Asch y dejó gotear su contenido sobre éstas. En cuanto aquel líquido tocó una herida, un leve humo comenzó a salir de ella. Una sensación de quemazón recorrió todo el cuerpo de Asch, quién se retorció, gruñó y gritó hasta quedarse sin voz. Todos hicieron fuerza para evitar que el príncipe se moviera mientras el melora seguía derramando gotas de aquel líquido.
Como por arte de magia, y era obvio que fue gracias a ella, las heridas, los cortes, los moratones y las roturas se regeneraron lentamente. Poco a poco, la piel del príncipe se volvía tersa y lisa. Su cuerpo se quedó libre de llagas en cuestión de minutos, sólo quedaban las cicatrices. La respiración del príncipe se fue normalizando, su tensa musculatura se fue relajando y sus ojos, apretados, se mantuvieron cerrados. Todos se quedaron expectantes ante su reacción, el melora apoyó la palma de la peluda mano sobre su frente y soltó un suspiro de alivio que hizo rebajar la tensión de los presentes.
Tras dejar a Asch descansar después aquella tortura, los sirvientes continuaron con sus tareas y Amadeus, Glaiss y Kylai se reunieron en la Sala del Trono para charlar tras la intervención. El elfo se sentó en el trono y se pasó las manos por la cabeza, peinándose los blancos cabellos hacia atrás.
-Me quedaré con él esta noche, deberías ir con Aleshia. -El chico asintió pero no se movió. Los ojos del melora se dirigieron a la pequeña erenia.- Necesito tu ayuda, por si empeora su estado. -Kylai imitó a Glaiss y asintió.
El chico se levantó, respiró hondo, metió las manos en los bolsillos y se dirigió al patio empedrado de la entrada., para coger su caballo e ir a buscar a Aleshia.
Mientras, en la aldea melora, Aleshia y Belpher Sniff estaban reunidos a solas en la Gran Biblioteca. El viejo melora le acariciaba la mano lentamente.
-Lleváis dentro al futuro rey de Blitzternova. Una vida crece en tu interior, un bebé con sangre real y nefilim, más pura que nunca. Debes comunicarle tu estado al príncipe.
-Aún es pronto, señor, no estoy preparada para ello.
-Debes darte prisa, mi niña. -La chica frunció el ceño, confusa.
-¿Por qué? El proceso de gestación dura nueve meses.
-Nueve meses en humanos, vuestro hijo lleva la sangre de un ángel. Su desarrollo se acelera. -Aleshia abrió los ojos de par en par.- Tu gestación durará la mitad de tiempo, pronto te sentirás muy mareada, la tripa se os hinchará rápidamente y la espalda os comenzará a doler. Os recomiendo que se lo comuniquéis y reposéis. Id cuanto antes.
La doncella se levantó, dándole las gracias a Belpher, y recogió a su montura. Antes de volver a Husmacia, iría a ver a Drank, seguiría el consejo que el melora le dio y se lo comunicaría en seguida.A pesar de no tener caballo, atravesó bosques y caminos hasta divisar a lo lejos las negras y altas murallas del reino nefilim. Se acercó a ellas, buscando a alguien para que le dejara entrar. Sin embargo, a pesar de haber llamado repetidas veces, no obtuvo respuesta. Comenzó, entonces, a buscar una entrada alternativa como todos los reinos tenían, una salida en caso de asedio. Y la halló, tras unos arbustos, una pequeña puerta. Después de unos minutos, consiguió entrar, atravesar las mazmorras y salir con sigilo a un patio desierto. La muchacha comenzó a andar y entró en el castillo, pero sus pasillos estaban desiertos. Con cautela, se dirigió hacia la Sala del Trono, abrió la puerta lentamente y pasó al interior. En la sala, solo y sentado en el trono de sus padres, con la cabeza entre las manos, se encontraba Drank. La chica se acercó a él, se arrodilló delante y le tocó las manos con delicadeza.
-¿S-señor? -Preguntó con cierto temor. Drank levantó la cabeza lentamente, fijó una mirada cansada en los ojos de la chica. Su rostro estaba demacrado, tenía unas ojeras oscuras y los labios cortados. Su mirada pareció brillar cuando se encontraron con los ojos de Aleshia.- ¿Qué te ha pasado?
-¿Aleshia? ¿Qué... qué haces aquí? No deberías haber entrado.
-Tienes a todo YURGS preocupado, ¿por qué estás encerrado? -Drank alzó las manos hacia ella y las puso en sus hombros.
-Vete, no debes estar aquí.
-No pienso marcharme. -Se miraron fijamente. El nefilim se acercó a ella, colocó una mano en su mentón y le dio un tierno beso en los labios.
-Te he echado de menos... No sabes cuanto. Siento... lo de aquella noche, no debí irme así.
-De aquella noche quería hablarte. -Aleshia le interrumpió, haciendo que el chico se silenciase. Las mejillas de la chica se ruborizaron, se levantó y pasó una mano por el cabello.- Estoy en cinta. -La sala se quedó en silencio. Drank fijó su mirada en ella, frunciendo el ceño. Tenía la boca abierta, estaba dispuesto a hablar, pero las palabras se le atragantaron. Poco a poco, se fue levantando, se acercó a ella y observó su vientre, para después alzar los ojos hacia los suyos.
-¿En cinta? ¿Embarazada? -La chica asintió. Una sonrisa comenzó a aflorar en la comisura de los labios del chico, le acarició la tripa con la yema de los dedos.- Oh, por los dioses, vamos a tener un hijo. -Instintivamente, la abrazó con fuerza contra su cuerpo. Sin embargo segundos después, la soltó y se alejó de ella.
-Debes alejarte de mi, del reino, por favor. -La dio la espalda y respiró hondo, tensando los hombros.
-¿Drank?
-Aleshia, por favor, debes marcharte. Te amo, pero no podemos estar juntos. -Se giró hacia ella, el dolor era evidente en su mirada.- Abandona el reino, te lo suplico.
-Dime que pasa, por favor, no puedes dejarme así. -Se fue acercando a él pero Drank la detuvo.- Necesito respuestas.
-¡Ni yo mismo lo sé! No... lo sé. -Respiró hondo, se volvió a sentar y puso la cabeza entre las manos.- Pero sé que te haré daño si te quedas, por favor, márchate. Es por tu bien. Cuando todo acabe, volveré a por ti.
"Te lo prometo" fueron las últimas palabras que oyó de Drank antes de salir de allí. Su comportamiento era extraño y era evidente que físicamente no estaba bien. Le pasaba algo, pero si ni él mismo lo sabía, debía seguir su petición y dejarle estar hasta que la situación fuera más favorable.
De vuelta a Husmacia, Shenia aún seguía acostada en sus aposentos, descansando. La reina no la perdía de vista y se pasaba la mayor parte del tiempo a su lado.
Anri acariciaba la frente de su hija con delicadeza, una de las doncellas de la princesa, Nicolette, estaba cambiando las flores de la mesita por unas frescas. Los ojos de la muchacha se dirigieron hacia la bella reina que contemplaba con preocupación y cierto alivio a su hija.
-Mi señora. -Rompió el silencio la chica.- ¿Puedo haceros una pregunta? -La reina, sin mirarla, asintió.- ¿Qué contenía la caja?
Los dedos de la reina dejaron de recorrer la tersa piel de la muchacha, alzó los ojos hacia la doncella y, con una expresión amable, pero a la vez sombría, susurró:
-Un ser capaz de destruir el mundo que conocemos, de reducirlo a cenizas. El mal, Nicolette, la caja contiene... el mal.
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