Y.U.R.G.S. -P. 34-

Los ataques de ambos príncipes eran feroces, se notaba la experiencia en el campo de batalla, la fuerza que tenían y el conocimiento de la forma de luchar de ambos. De no ser por la condición del nefilim, la batalla sería totalmente igualitaria. El humano resistía los golpes de ambas espadas, parando con el filo de la suya cada uno de ellos, haciendo saltar chispas. Asch apoyó la palma de la mano contra su espada y empujó con fuerza al nefilim, Drank retrocedió un paso y blandió el arma derecha en un corte horizontal, pero Asch previó el golpe y se agachó justo a tiempo, propinándole una patada en la pierna para desestabilizarlo. Sin embargo, al incorporarse, Drank se movió veloz y le propinó un fuerte codazo en el rostro. El humano retrocedió, llevándose la mano a la boca para limpiarse la sangre. Escupió el líquido rojo y apretó los dientes.
Se volvieron a enzarzar en una violenta batalla. Ambos peleaban con todas sus fuerzas para hacer retroceder al contrario y sobreponerse a él, pero, aunque Drank tuviera ventaja, Asch no permitiría ser derrotado. El nefilim blandió sus espadas de manera vertical y el humano detuvo el ataque con su acero, aunque la presión que realizaba le obligaba a apoyar una de las rodillas en el suelo.
-¿Acaso no ves cuán fuerte soy? Por mucho que lo desees, no podrás derrotarme, Asch. Déjame acabar con tu existencia, no alargues más tu agonía.
-Tu poder se basa en la fuerza bruta, en una batalla, se necesita más que eso para vencer al enemigo.

Hablaba con rabia. No estaba dispuesto a perder esa contienda. Pero, entonces, su brazo derecho comenzó a temblar. La herida de su hombro había sido curada gracias a Sylvie, pero estuvo tanto tiempo dañado y no había tenido oportunidad para recuperarse, que aquella lucha le estaba pasando factura. Trató de disimularlo, pero la zona de la empuñadura comenzó a ceder. Drank, dándose cuenta de este hecho, ejerció más presión sobre su brazo derecho. El humano empujó la espada hacia arriba con todas sus fuerzas, se echó hacia atrás, dando una voltereta, y se volvió a incorporar, agarrando la espada con ambas manos.
Con una extraña sonrisa en los labios, Drank se lanzó de nuevo contra su viejo amigo. Asch detuvo el primer ataque y desvió el segundo, que iba dirigido a su pecho, haciendo que el filo de aquella espada se clavara en su hombro. Maldijo por lo bajo, aguantando el punzante dolor que le atenazaba el brazo derecho. Tenía el rostro de su compañero prácticamente pegado al suyo, sus ojos, dos orbes oscuros y enfermos, le miraban con desprecio, mientras su sonrisa transmitía una terrible satisfacción.
-Di adiós, insurrecto.

Kylai había ayudado a Shenia a recuperar el aliento y, juntas, ayudaban a los soldados husmacianos que habían sido rodeados por un escuadrón nefilim. La bestia de Kylai arremetía con sus colmillos contra ellos mientras la Erenia, con su enorme espada, empujaba a las tropas. Shenia se había juntado a sus subordinados y peleaba con un feroz guerrero nefilim. Era un chico joven, uno o dos años menor que ella, era delgado, de piel pálida, seguramente provocado por el contacto con Drank, y con los ojos, anteriormente de color claro, ahora estaban enfermos y ligeramente oscurecidos. Ciertamente no parecía un guerrero, probablemente aún ni formara parte de los escuadrones del ejército.
El corazón de la muchacha se oprimió. Aquel joven ya no podría disfrutar de su vida normal, tal vez fuera un chico alegre, con un padre militar, que habría corrido su mismo destino, y con una madre apenada escondida en alguna parte. Una de tantas familias destrozadas por el odio de un antiguo brujo. Todos aquellos, incluida ella misma, habían corrido la misma mala suerte de enfrentarse en aquella guerra a amigos e, incluso, familiares. A pesar de la pena que oprimía su pecho, no podía ceder ante sus ataques, la fuerza que caracterizaba a esta raza empujaba su cimitarra, pero los brazos de la chica se sentían fuertes y resistían cada embestida.
Mientras la princesa estaba concentrada en la lucha con aquel joven nefilim, la pequeña Kylai se enfrentaba en solitario  a un pequeño grupo de soldados, de rostros consumidos y cuerpos esbeltos. A simple vista, se podría decir que la mercenaria se encontraba en una situación que sólo acabaría con su vida, sin embargo, sus habilidades para la lucha eran dignas de mención y muchos de los mercenarios admiraban y temían a la erenia por ellas. Ciertamente, poseía una reputación más que justificaba. Le bastaron pocos golpes para dejar inconscientes a dos de los nefilim, mientras que otro recibió tal corte que tuvo que retirarse mal herido. Los dos restantes aguardaban los golpes de la pequeña y juntos, le plantaron cara.
Shenia se lanzó sobre su contrincante con todas sus fuerzas, su arma, ligera y cortante, chocó contra el filo del contrario. Ambas espadas hacían saltar las chispas con cada estocada. No pensaba ceder antes sus ataques. El peso de su cuerpo caía contra el enemigo y lo hacía retroceder lo suficiente como para tener ella el control de la situación. Lanzaba ataques horizontales y verticales, pero los reflejos del nefilim eran demasiado rápidos. Él se abalanzó sobre ella, Shenia colocó la rodilla sobre el pavimento y aguantó el golpe contra su espada con todas sus fuerzas. Apretó los dientes y trató de controlar la respiración. Empujó el arma hacia arriba y apartó al joven soldado de ella. Agarró firmemente la empuñadura y esperó de nuevo su ataque.

Dos flechas volaron a gran velocidad. Sus puntas metálicas se clavaron en su espalda, atravesando su piel e impidiendo que fueran sacadas. Un grito salió de su garganta, como un rugido. Drank soltó al joven príncipe, que trastabilló hasta apartarse de él. De su brazo manaba la sangre a borbotones y apenas podía moverlo. Sus ojos verdosos observaban como el nefilim trataba de arrancarse las flechas de su espalda, pero era inútil. Alzó la mirada hacia su viejo amigo, empuñó sus espadas y se lanzó al ataque.
Glaiss lo interceptó y lo detuvo con el filo de su espada. El arco estaba tirado a unos metros de ellos y el carcaj seguía en su espalda.
-Glaiss… -Murmuró Asch. El elfo realizó un gran esfuerzo para no ceder ante la fuerza del nefilim.
-Ya me lo agradecerás después, lárgate. –Dijo entre dientes.
A pesar de que Asch no estaba acostumbrado a dejar a medias una batalla, sabía que en su estado no era aconsejable mantener una lucha de tal calibre. La fuerza que ejercería el nefilim sobre él sería mucho mayor ahora que su brazo derecho volvía a estar herido. Recobró el aliento, miró con preocupación a su hermano, empuñó el arma con el brazo izquierdo y dejó atrás a su amigo. Glaiss tenía sus rojizos orbes fijos en la mirada enferma del príncipe, éstos transmitían odio, desprecio y sed de venganza, pero sabía que detrás de todos aquellos sentimientos, que nublaban su juicio, seguía estando aquel compañero recto y serio que siempre estaba dispuesto a echar una mano a sus aliados. Empujó al contrario hacia atrás para quitarse de encima su cuerpo y alzó el arma en una posición defensiva. Ambos se miraron durante unos segundos, en silencio, con el ruido de la batalla de fondo, como si en aquel momento sólo estuvieran ellos.
-Sé que estás ahí, Drank, sé que aún puedes salvarte. Lucha contra él.
No contestó, simplemente se echó a reír, una risa grave y profunda. Aunque Glaiss quería creerse aquellas palabras, en lo más profundo de su mente sabía que no había otra solución que acabar con él. Sus dedos apretaron la empuñadura de su espada, se inclinó hacia delante y se lanzó sobre él.
Con un grito, Glaiss lanzó su primer ataque. Su afilada espada se dirigía horizontalmente hacia el costado del príncipe Drank, éste lo esquivó de un movimiento y alzó las espadas, pero el elfo, con rapidez, se giró y se cubrió con su hoja, haciendo que los filos entrechocaran. Gruñó. Sus ojos se encontraron durante unos segundos. Acto seguido, empujó a su contrincante y fue asestando golpes. Era una batalla rápida, la velocidad de ambos era muy parecida y tenían buenos reflejos, capaces de esquivar y defenderse de los ataques más veloces. Drank blandió las espadas en dirección al costado derecho de Glaiss, el elfo saltó, alejándose del ataque, y dirigió el filo de su espada hacia la mano izquierda del nefilim. La carne se abrió bajo el metal y la sangre manó de la herida. Sus dedos temblaban sobre la empuñadura, pero siguió aferrada a ella. Con rabia, se lanzó contra el elfo. Los golpes eran cada vez más fuerte, pero Glaiss esquivaba, paraba y contraatacaba cada estocada. Drank detuvo uno de sus ataques, colocando las espadas en cruz, y le pegó una fuerte patada en el estómago que desestabilizó al elfo. Glaiss se tambaleó hacia atrás y escupió.
El corazón le martilleaba contra el pecho, su respiración estaba acelerada y sentía la adrenalina correr por sus venas. Nunca antes había tenido una batalla tan reñida en la que no se podía permitir ni un fallo. Si Drank le acertaba con sus armas, su velocidad se reduciría, al igual de sus reflejos y estaría a su merced. Apretó los dientes y cerró la mano con fuerza sobre la empuñadura de su espada. El nefilim se acercó corriendo, profiriendo un aterrador grito. El elfo esperó, preparado, para contrarrestar su ataque. Cuando el filo de las armas de su antiguo compañero se dirigía hacia él, esquivó el ataque antes de que lo tocaran y le asestó un gran corte en la espalda. Drank se giró, con las espadas por delante, y Glaiss tuvo que saltar para que no le cortara por la mitad. Sin pensarlo, se lanzó sobre él, descargando toda su fuerza sobre su mano herida, y, así, el nefilim soltó la espada.
Los ojos del rival mostraban un profundo odio hacia Glaiss, era una mirada llena de desprecio e ira. No sólo estaba impidiendo que cumpliera la misión que se le había encomendado, sino que estaba usando la fuerza bruta del nefilim en su contra, aprovechando los ataques más fieros para dar rápidos golpes que debilitaran el cuerpo del príncipe. Sin embargo, no todo era bueno. Glaiss notaba que el cansancio atenazaba sus músculos y que sus brazos sufrían cada vez que sujetaba la espada para detener los golpes del contrincante. El sudor le pegaba el cabello al rostro y la ropa comenzaba a ahogarle. Su pecho subía y bajaba rápidamente, comenzaba a sentir que le faltaba el aliento. Tragó saliva y tomó una gran bocanada de aire.
Drank no esperó a que éste pudiera recuperar el aliento. Se arrojó sobre él. Aquel sablazo hizo retroceder al elfo, el cuerpo de Drank estaba echado hacia delante y lo empujaba para que perdiera el equilibrio, pero Glaiss no se dejaría vencer por algo tan nimio. En cuanto pudo, se echó a un lado y le abrió una segunda herida en la espalda. Éste cayó de rodillas en el suelo. La sangre fluía por su espalda, empapando sus ropas, y aún tenía clavadas las dos flechas, pero se negaba a caer. Se incorporó lentamente y se volvió hacia el elfo.
-Basta, Drank, no quiero matarte.
Sólo un gruñido escapó de su garganta. A pesar de las heridas y del dolor, continuaba teniendo fuerzas para enfrentarse a él. Con la espada alzada, el nefilim cayó sobre el muchacho, haciéndolo retroceder, y asestó varios golpes contra su arma. El nefilim propinó tal patada al estómago del elfo que éste cayó al suelo y su espada se escapó de entre sus dedos. Aunque trató hacerse de nuevo con ella, Drank fue demasiado rápido y lo apartó de un puntapié. Se volvió hacia el elfo y alzó el arma. Rápidamente, el chico rodaba por el suelo, esquivando los ataques que provenían del contrario. Su cuerpo topó con el cadáver de un pobre husmaciano que tenía una lanza clavada en el cuerpo, antes de que Drank volviera a atacarle, le arrancó la pica de la espalda y se armó con ella, pero la espada del nefilim ya caía con fuerza sobre él y la madera de la lanza se partió a la mitad. Evadió el segundo ataque echando hacia atrás su cuerpo, pero la punta le rozó la piel de su rostro y se abrió una herida desde la parte superior de la ceja derecha hasta el labio. Se retiró, llevándose la mano libre al rostro y limpiando la sangre que le cubría la parte derecha del semblante, impidiendo que viera a través de ese ojo. Entonces, el nefilim cayó sobre el elfo.

El ensordecedor ruido de la batalla cesó por unos momentos, Glaiss sintió que le pitaban los oídos y el dolor embargó todo su cuerpo. Sentía que iba a desfallecer. Las piernas le temblaban, la bilis le subía por la garganta y la cabeza comenzó a darle vueltas. Sus ojos escrutaban el rostro de su viejo amigo. Drank agarraba con la mano izquierda las ropas del elfo y la mano derecha sujetaba la espada. Sus enfermos ojos estaban fijos en los de su enemigo, sin brillo, y en su rostro no había expresión alguna. La respiración de Glaiss se volvió irregular y cada vez lo hacía con más fuerza. La espada del nefilim había atravesado la parte derecha de su vientre.
-Lo… siento… -Gimió con la voz teñida de dolor y se separó del nefilim sin que éste pusiera resistencia.
El filo salió de su abdomen y la sangre comenzó a manar de la herida. Se llevó las manos a ésta para impedir la hemorragia. Alzó la cabeza y observó a su amigo. Su rostro comenzaba a contraerse en una mueca de dolor. Sus ojos se iban aclarando poco a poco. Soltó la espada que cayó estrepitosamente contra el suelo. Entreabrió los agrietados labios para dejar escapar un quejido. Levantó la mano izquierda y sacó de su pecho la punta de la lanza con la que se había armado el elfo.

Y entonces, cayó al suelo. 

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