Y.U.R.G.S. -P. 28-

La situación de los reinos se mantuvo estable durante las semanas siguientes. La primavera estaba en su punto más alto, los días se hacían más largos y las temperaturas habían aumentado considerablemente.
En Guniver, el príncipe Asch seguía inconsciente pero fuera de peligro. Gracias a la rápida intervención de Amadeus, las heridas se habían regenerado de una manera rápida y eficaz, sin embargo, las secuelas de la sangrienta batalla contra el mago Lex se quedarían marcadas en su piel de por vida, siendo ahora recuerdos de una experiencia cercana a la muerte. En el otro lado del país, el reino de Husmacia seguía pendiente del estado de su princesa, Shenia, que aún seguía en cama, continuaba dormida, con la respiración irregular y bajo las continuas visitas del galeno y su madre para hacer un seguimiento de su crítico estado. El melora, que había ido a visitarles después de terminar con Asch, predijo que su estado mejoraría después de unos días. Explicó a la reina que la magia que fue utilizada en su hija era muy potente y que al eliminarla de una forma tan brusca, como lo había hecho la muchacha en aquella cueva, el cuerpo quedaría gravemente afectado, por lo que el reposo bajo vigilancia era imprescindible.
En su reino vecino, Sonrengar, el príncipe Glaiss no había aparecido en varios días. Iba de un lado para otro, descansando cuando podía, tratando de averiguar todo lo que pudiera sobre el estado de sus amigos. Aquel día se dirigía a Husmacia tras haber pasado la noche en Guniver, la reina Anri le había hecho llamar para tener una importante reunión en la que necesitaba su apoyo.

Llegó hasta las murallas blancas, dejó el caballo en las caballerizas y entró al castillo. Por el camino se arreglaba y repeinaba, tratando de aparentar el mejor aspecto posible; entró en el Salón del Trono y se paró en el umbral de la puerta. En el interior de la sala se encontraba la reina, sentada en su trono, frente a ella había diez hombres vestidos con ropajes dorados y marrones, portando sus espadas y lanzas. En el medio del círculo que formaban, había dos personas.
Todo el mundo se giró para observar al elfo y éste salvó la distancia entre el trono y la puerta rápidamente, colocándose junto a la reina husmaciana. Desde su posición pudo observar a las dos personas que ocultaban con sus cuerpos los guardias.
El de la izquierda era un hombre de edad avanzada, su pelo blanco estaba echado hacia atrás y llevaba una larga barba bien peinada, Su rostro parecía cansado, típico de una persona entrada en años, sin embargo sus ojos azules aún brillaban. Sus ropajes estaban ocultos bajo una larga túnica de color ámbar, el mismo color de las piedras que decoraban su corona. El rey observaba a Anri con respeto y admiración, una mano la tenía en su corazón y la otra agarraba el bastón con el que se ayudaba a andar.
Viendo a aquel anciano hombre pudo deducir que la muchacha de la derecha era o su hija o su nieta. La chica era esbelta, de tez pálida, labios finos, mejillas sonrojadas, nariz pequeña, ojos grandes y con espesas pestañas, y de color amarillo, como su largo cabello que caía haciendo bucles y ondas hasta la mitad de su espalda. Vestía un largo vestido de color beige, de cuello barco, mangas acampanadas y una falda larga. La belleza de la muchacha impresionó al elfo, que se quedó observando su rostro hasta que la reina carraspeó para llamarle la antención. Glaiss sonrojado, agachó la cabeza mientras que la chica reía por lo bajo, divertida.
-Vuestra visita es inesperada, ¿qué os trae a Husmacia?
-Mi señora Anri. -Comenzó el anciano.- Siento haberos importunado, nuestro viaje no había sido concertado hasta que llegó a mi pequeño reino la noticia de que vuestra hija había sido raptada por un príncipe llamado Lex. -Anri se tensó en el asiento y alzó la barbilla.
-Es cierto y por culpa de ese desalmado, mi querida hija fue hechizada. Su estado es crítico ahora, mi señor, su vida ha corrido un grave peligro, pero, gracias a los dioses, ese maldito obtuvo lo que se merecía. -La reina hablaba con resentimiento, con dureza. Era obvio que estaba todavía afectada.- Asch Balthier Von Dovirian, hijo de los difuntos Isgar y Katarina, rey de Guniver, le dio muerte para que el príncipe Glaiss, aquí presente, pudiera salvar a mi hija.
-¿Está... muerto? -Susurró la muchacha, con los ojos como platos. Anri la miró fijamente y asintió.
-Si venís a reclamar su cuerpo no lo tenemos, los traidores no merecen una muerte digna. El cadáver se encuentra al pie de las montañas del Oeste, una de las fronteras de nuestra alianza, si queréis recuperarlo Glaiss estará encantado de enseñaros el camino.
-Mi señora. -Interrumpió el anciano rey.- No hemos venido a reclamaros nada, sino a pediros perdón. -Agachó la cabeza y cerró los ojos, haciendo una reverencia. Se incorporó y cogió la mano de la muchacha.- Nuestro pequeño reino no se puede comparar con el poder y majestuosidad del suyo, pero nuestro linaje fue bendecido con el don de la magia. Nuestros antepasados se especializaron en la magia curativa y defensiva destinada a proteger el bien de nuestro pueblo. Mi niña. -Miró a la muchacha y sonrió levemente.- Es la maga más poderosa que ha dado nuestra familia, ella y su hermano Lex se quedaron huérfanos cuando sus padres murieron durante un experimento. Grandes magos, que los dioses les cuiden. Como sobrinos míos, les acogí en mi seno y cuidé como si fueran mis propios hijos. Sin embargo, al darles la noticia que ninguno de ellos sería mi sucesor, a Lex no le sentó del todo bien. -Soltó un suspiro y apretó la mano de su sobrina.- Escapó del castillo y no supimos nada de él hasta que llegó a nuestros oídos de que había acudido a su reino para pedir la mano de su hija, hemos venido lo antes posible. -El anciano volvió a realizar una reverencia, pero esta vez la chica le imitó.- Aceptad nuestras disculpas, os lo suplico.
Puede que Anri fuera dura pero también se caracterizaba por su dulzura y comprensión. El dolor que había sufrido por su hija era enorme, tanto que su salud también se vio afectada, sin embargo, no poseía un corazón de piedra. La reina se levantó del trono y se acercó a ambos, les incorporó y esbozó una sonrisa, tan bella y perfecta, que fue contagiosa para los visitantes.
-Vos no tenéis la culpa de nada, no podéis cargar con las acciones de vuestro sobrino.
-Yo, Alastor, rey de Darven, haré todo lo que esté en mi mano para apaciguar los dolores de su corazón. -La chica dio un paso al frente cuando su tío le agarró del brazo.- Os entrego a mi querida sobrina para que vele por vuestra hija, para que calme su dolor y devuelva la salud a la princesa y al reino como pago por los daños causados.
-Será un placer servirle, mi señora. -Dijo la muchacha, haciendo una reverencia.
-Muchísimas gracias. -Anri sonrió.- Quedaros el tiempo que necesitéis Alastor, no tengáis prisa por partir a vuestro reino. Glaiss. -Se giró hacia el chico.- Acompaña a la muchacha a los aposentos de Shenia. -El elfo asintió con la cabeza y se acercó hasta ella, Hizo una pequeña reverencia acompañada de un movimiento con el brazo, invitándole a que fuera delante. La muchacha, sonriendo, comenzó a andar y Glaiss fue detrás.
Ambos, en silencio, avanzaron por el pasillo, subieron las escalinatas de piedra y llegaron a los aposentos, de ellos salía Nicolette, quién apenas dirigió la mirada hacia el príncipe, aunque éste la observó fijamente. Cuando la doncella se hubo ido, Glaiss abrió la puerta e invitó a la muchacha a entrar.
-Vos primero, mi lady.
-Sylvie. -Sonrió y pasó al interior de la habitación, el elfo le siguió con una sonrisa ladeada. Ambos se acercaron hasta quedarse a los pies de la cama de Shenia. La princesa estaba pálida, tenía la frente llena de sudor y su respiración apenas era notable. El elfo se acercó, borrando la sonrisa de felicidad del rostro y cogió una de las toallas que había en el barreño con agua sobre la cómoda. Lo pasó por la frente de la chica y le apartó algunos mechones de cabello. Sylvie se aproximó a ellos y la observó de cerca, inclinándose sobre ella.
-¿Crees que podrás ayudarla? -Preguntó el muchacho en voz baja. Era evidente la preocupación que sentía por su amiga. Alzó los ojos para encontrarse con aquella mirada dorada. Sin embargo, Sylvie seguía sonriendo.
-Estoy segura de que pronto se recuperará, está exhausta, la magia que le poseía era fuerte y le debilitaba cada vez más. Debió de pasar mucho tiempo bajo ese estado para llegar a este nivel. -Glaiss asintió.- No hay de qué preocuparse, su vida no corre peligro. Con las primeras luces empezaré a tratarla. -El elfo volvió a asentir, arropó bien a la muchacha y se dispuso a salir de la habitación, echándose hacia atrás los cabellos. Sin embargo, sintió cómo la sobrina de rey Alastor le agarraba de la manga. Él se giró para escrutar su rostro.- He oído también que su prometido, el rey de Guniver, sufrió graves heridas. ¿Se ha recuperado? -Glaiss sonrió todo lo sincero posible.
-Es un hombre fuerte, ha pasado por muchas cosas y siempre ha podido con ellas, esto no es excepción. Su capacidad de recuperación es increíble. -Se encogió de hombros.- Al menos ha podido levantarse de la cama. Le visitaré de nuevo dentro de una semana y espero que no sólo sus heridas hayan mejorado, estaba de un humor de perros el último día que le vi.

Aquella conversación finalizó con ese pequeño toque de humor, dejaron sola a la princesa y se reunieron de nuevo en el Salón del Trono. Por la noche, las cocinas funcionaron a pleno rendimiento para servir una majestuosa y apetecible cena a los invitados que habían hecho tan largo viaje. Por primera vez en mucho tiempo, se podía notar un cambio en el ambiente. Ya nadie les amenazaba, ya no habría más luchas, sólo el tiempo devolvería por completo la alegría al castillo. Pero, en aquel momento, nada podía perturbarlos.
Los días siguientes el castillo pareció animarse, la presencia de aquellos visitantes había alegrado a todo el reino. La reina, quién sabía que su querida hija estaba en buenas manos, sonreía más a menudo, pues estaba segura de que Shenia se recuperaría muy pronto. Tal y como Sylvie había prometido, trataba a la princesa con magia curativa bajo la supervisión de los rubíes ojos del príncipe elfo. Rápidamente, los dos trabaron una cercana amistad evidente en las miradas y sonrisas de cariño que se dedicaban a diario. Así. como todas las mañanas, ambos herederos charlaban animadamente en los aposentos de Shenia, mientras Sylvie realizaba el trabajo. Sus manos brillantes, recorrían cada centímetro de la piel del rostro y el pecho de la princesa mientras Glaiss estaba sentado de espaldas a ambas, con los codos apoyados en las rodillas y la barbilla en las manos. La rubia llevó las manos hacia el rostro de la muchacha cuando, de pronto, se vio contemplando sus ojos verdes.
-P-princesa... -Susurró, sorprendida.
-¿¡Princesa!? -Repitió el elfo mientras se levantaba y se giraba hacia ellas, pero la chica, rápidamente, se lanzó contra él para taparle los ojos con las manos y así impedir que viera el torso desnudo de la husmacia.- ¿S-Shenia? -Preguntó, con las mejillas rojas.
-Glaiss... -Murmuró. Sylvie fue apartando las manos de los ojos del chico, pues éste los tenía ya cerrados. Se acercó a ella y colocó el vestido, para después arroparla y sentarse a su lado.- ¿Qué ha pasado? -La voz de la chica era débil, le costaba hablar. Se incorporó lentamente, con la ayuda de Sylvie, hasta sentarse. Se pasó una mano por la sudorosa frente y alzó los ojos hacia la muchacha rubia.- ¿Q-Quién sois?
-Mi nombre es Sylvie, mi señora, vine para acelerar vuestra recuperación. -Glaiss se fue acercando lentamente, aún con los ojos cerrados, hasta tocar la cama con las manos.- Ya puedes mirar, Glaiss. -El elfo abrió los ojos y observó a su amiga. Lentamente, dibujó una sonrisa en los labios y se sentó a su lado, le atrajo hacia él y le brindó un fuerte abrazo.
-Oh, gracias al cielo, por fin despiertas. Estábamos todos muy preocupados, si Sylvie no se hubiera ocupado de ti a saber cuándo despertarías. -Le separó un momento y le cogió el rostro con las manos, apoyando la frente en la suya.- Estás bien, estás bien...
-Sí, Glaiss, estoy bien. -Susurró, sonriendo débilmente. Giró el rostro hacia la chica que tenía a su lado, sus miradas se encontraron. Shenia frunció el ceño y se separó de Glaiss.- Tenéis sus ojos.
-¿Perdón?
-Los de Lex. -Se volvió hacia el elfo.- Está muerto, ¿verdad? Dime que lo está.
El elfo miró a Sylvie un segundo antes de coger la mano de Shenia y acariciarla. Era obvio que la chica estaba decepcionada y furiosa por lo que había hecho su hermano, pero su pérdida le había afectado. Malogrado o no, era su familia. Sylvie se incorporó, con el semblante serio, e hizo una reverencia a ambos príncipes.
-Iré a avisar a la reina. -Dicho eso, sin esperar a que Glaiss dijera nada, salió de la habitación, dejando la puerta abierta tras ella. El elfo soltó un suspiro y alzó la mirada hacia los ojos de su amiga.
-Era su hermano, Shenia. - La princesa abrió la boca para hablar, pero el elfo la cortó con una mirada.- Los dos tenían magia, como bien sabes, pero ella posee magia curativa. Te ha salvado, gracias a ella estás aquí.
-Pero, Lex...
-Está muerto, Asch lo mató. -Le sonrió dulcemente.- Trata de no decirlo de manera tan brusca delante de ella, es consciente de lo que ha hecho y acepta su muerte, pero sigue siendo su familia. -Le atrajo le rostro y le besó la frente.- Me alegro de tenerte de vuelta.

Sylvie buscó a la reina por todas partes, preguntó a un par de guardias y se dirigió a los jardines. Allí, la reina paseaba con su tío, hablando entre ellos, como viejos amigos. Se acercó a ellos y carraspeó para que se dieran la vuelta. Ambos se quedaron mirándola.
-Mi reina... -Hizo una reverencia y alzó los ojos hacia ella. Esbozó una gran sonrisa y asintió con la cabeza. Anri no necesitó nada más para salir corriendo en dirección a los aposentos de su hija. Alastor se acercó a su sobrina y le cogió de los hombros.
-Buen trabajo, querida.
Anri avanzó por los pasillos, agarrando la falda de su vestido para no pisarlo, hasta que llegó a la habitación de su hija. Abrió la puerta de golpe y se quedó en el umbral, observando a su pequeña sentada en la cama hablando con el heredero de Sonrengar. Al entrar, Shenia alzó los ojos hacia ella y Glaiss se apartó.
-Mamá...
-Oh, pequeña. -Se acercó a ella y la abrazó con fuerza, acariciando su cabeza y besando su rostro una y otra vez. Las lágrimas recorrieron sus mejillas hasta caer sobre su preciosa hija.- Gracias, gracias, te has recuperado. -Soltó una risa y cogió el rostro con ambas manos, le dio un beso en la frente.- ¿Cómo te encuentras?
-Bien, madre, bien...
-Oh, pequeña... -Le volvió a abrazar con fuerza y se sentó a su lado, en frente de Glaiss.

El príncipe elfo, tras asegurarse de que su amiga se encontraba perfectamente, partió del reino en dirección a Guniver para comunicar a Asch las buenas noticias. Estaba seguro de que se alegraría de saber que su prometida se encontraba en buen estado y que pronto volvería a verla. Azuzó a su montura para que cabalgara aún más rápido hasta que visualizó las murallas del reino. Aminoró la marcha al entrar y bajó del caballo, dejando que los sirvientes se ocuparan de él. Tranquilamente, entró en el castillo y se dirigió al Salón del Trono, dónde seguramente estuviera descansando su amigo, pero, al llegar, vio a Kylai montando guardia ante las grandes puertas. La Erenia estaba sentada en el suelo, con su gran espada apoyada contra la pared. Cuando llegó el elfo, simplemente alzó la mirada hasta encontrarse con sus ojos.
-Desea que no le molesten, no está de buen humor. -La pequeña se levantó del suelo de un salto y sacudió sus prendas.
-Tengo que hablar con él. -Dijo el elfo, yendo directamente a la puerta, sin embargo, la espada de la pequeña se interpuso entre él y su objetivo. Kylai frunció el ceño.
-He dicho que desea no ser molestado. Aparta. -Glaiss retrocedió un paso y se cruzó de brazos.
-¿Cuánto te ha pagado?
-Lo suficiente.
-Te daré el doble si me dejas entrar. -La pequeña alzó una ceja y esbozó una sonrisa ladeada, sin embargo, no se movió del sitio. El elfo sacó un pequeño saco de un bolsillo y se lo lanzó.- Te daré el resto después.
La erenia bajó el arma hasta que dio con el filo en el suelo, abrió la bolsa y contó rápidamente el dinero con la mirada. Volvió a cerrarlo, le miró con una sonrisa e hizo un reverencia.
-Un placer. -Se apartó de la puerta y se fue por el pasillo, arrastrado el arma.
Una vez que la erenia se marchó, Glaiss abrió la puerta y pasó al interior del Salón del Trono. Allí, sentado en su trono, estaba Asch. No llevaba camisa puesta y dejaba ver todos los vendajes que llevaba alrededor de su torso y abdomen, también en los brazos. Tenía la cabeza agachada, con el cabello cubriendo su rostro.
-¿Por qué nadie obedece mis órdenes? -Dijo, apretando los dientes.
-Nadie a quién compres con dinero te va a ser fiel, dale el doble y cambiará de bando. -Contestó el elfo, acercándose a su amigo.- Veo que te has recuperado, me alegro.
-¿Qué quieres, Glaiss? No estoy de humor para conversaciones tribales. Dime a qué has venido y lárgate. -Alzó la cabeza hasta clavar aquella mirada tan característica de los reyes de Guniver en el rostro de su amigo.
-Tu prometida ha despertado esta mañana, pronto podrá levantarse de la cama. -Las facciones de Asch se relajaron por un momento, apartó los ojos de él y los dirigió hacia el trono vacío de la futura reina.- ¿No te alegras?
-Sí... -Soltó con un suspiro y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la madera del trono.
-Asch... -El elfo se acercó  hasta quedarse a su lado.- ¿De verdad sigues creyendo que no estaba hechizada?
-Yo... no lo sé. -Se pasó una mano vendada por el rostro y cerró los ojos.- Verla con aquel... desgraciado me sigue revolviendo el estómago. Han pasado tantas cosas qué ya no sé qué es real y qué no. Sólo quiero que todo vuelva a la normalidad.
-Y volverá. -Le puso la mano en el hombro a la vez que el humano abría los ojos,- Pronto podrás verla.
-No puedo, aún tengo aquella imagen grabada a fuego. -Se levantó del asiento y se giró hacia su amigo.- La amo pero... aquellos momentos me sentí desplazado, traicionado... ¿Y si de verdad sentía algo por él aunque fuera mínimo? Por los dioses... -Susurró, echando su cabello hacia atrás. Su amigo se acercó y le cogió de los hombros, esbozando una sonrisa.
-Sigue siendo tu Shenia de siempre, ya verás. Te lo demostrará, estoy seguro de ello.
-Gracias amigo...
De pronto, interrumpiendo la conversación entre ambos, las puertas principales se abrieron de par en par, en el umbral se encontraba Shenia, parecía exhausta. Detrás de ella se oyeron gritos.
-¡Aún no estás recuperada del todo! -La voz de Sylvie llegó hasta ellos, la muchacha apareció seguida de un par de guardias.- Por favor, no puedes salir todavía, estás débil, necesitas más tratamiento.
-Dejádme, estoy perfectamente.
Los dos príncipes se habían quedado atónitos ante aquella aparición tan inesperada y la miraban con una expresión de sorpresa en el rostro. Asch se quedó petrificado en el sitio, mientras que Glaiss se acercaba a ella.
-Princesa, deberíais estar en la cama, aún no os habéis recuperado. -La chica frunció el ceño.
-¿Por qué todo el mundo se empeña en decírmelo si sabéis perfectamente que haré lo que yo quiera? Es malgastar el tiempo. -Se cruzó de brazos y sostuvo la mirada del elfo de manera desafiante. Su amigo soltó un suspiro y miró por última vez a Asch, quién asintió, dando permiso para que salieran todos de allí. Glaiss sacó de la estancia a Sylvie y al resto de guardias y cerraron las puertas tras ellos, apoyándose en éstas para esperar a que acabaran.
En el interior reinaba el silencio, Asch procuraba no mirar a la princesa aunque ésta tenía la vista fija en él. Se acercó lentamente hasta quedarse a un metro, agachó la cabeza y se arrodilló delante, con la vista fija en el suelo.
-He venido a pediros perdón, siento todo lo que he causado, nadie más tiene la culpa, sólo yo. Me siento... un ser despreciable por haber dejado que ese malnacido me hechizara de una forma tan obvia, que hiciera conmigo lo que quisiera. Os pido perdón por todo el mal que os he causado, tanto físicamente por las heridas durante el combate, como... sentimentalmente. -Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas, trató de guardar la compostura pero la voz le temblaba. Se imaginaba cómo se hubiera sentido ella si se hubieran cambiado las tornas, si su amado la hubiera despreciado como ella había hecho. Estaría rota. Las manos le temblaron y tragó saliva.- Asch... yo... lo siento. -Cerró los ojos.- Estoy segura de estaréis enfadado conmigo, yo habría reaccionado de la misma manera pero os juro por mi vida y mi reino que os amo. -Las lágrimas cayeron por sus mejillas y las palabras se ahogaban en su garganta.- Te amo, te amo más que a nada, no desearía pasar el resto de mi vida con otra persona que no fueras tú. No podría imaginarme la vida si no es a tu lado... por favor... Perdóname. -Suplicó. Asch giró lentamente el rostro hacia ella y apretó los puños, seguía enfadado y dolido, lo había pasado realmente mal, pero ver a la mujer que amaba suplicando su perdón, le deshacía. Soltó un suspiro y se agachó delante de ella, acercó la mano hasta acariciar su mentón y alzó su rostro para que sus miradas se encontraran. Al contrario que el rostro triste de la princesa, Asch esbozaba una pequeña sonrisa, reconfortante para el corazón de la muchacha. Le atrajo hacia él y sus labios se fundieron en un pequeño beso mezclado con el sabor salado de las lágrimas de la chica. Cuando se separaron, las mejillas de la chica se tornaron del mismo rojo que sus ojos llorosos.
-Si mi corazón sigue latiendo es por que tú eres la razón de ello. Te amo Shenia, te amo a pesar de todo lo que ha ocurrido y nunca dejaré de hacerlo. Lo juro.
Ambos se volvieron a fundir en un beso, esta vez más pasional y el príncipe la abrazó contra su pecho, sin importar las recientes heridas. Sus miradas volvieron a encontrarse, esta vez llenas de amor y felicidad, ambos estaban esperanzados de que a partir de aquel momento las cosas fueran a bien.
Sin embargo, los problemas no habían desaparecido, aún quedaba el interrogante más preocupante de todos: ¿qué le ocurre a Drank?

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