Y.U.R.G.S. -P.25-

Las puertas de Guniver se habían cerrado. Las altas murallas ya estaban reconstruídas y no dejaban pasar ni una sola noticia de los demás reinos. Asch no quería saber nada de nadie y su amenaza de declarar la guerra iba totalmente en serio. Aquella noche en el baile se había sentido traicionado y no estaba de humor para recibir a nadie.
Glaiss había vuelto a su reino tras la celebración, sus preocupaciones iban en aumento. No sabía que hacer con Asch, Drank había desaparecido la noche anterior y el comportamiento de Shenia era extraño. Todo se le acumulaba y llegó a pensar que iba a perder la cabeza por culpa de sus amigos. Dos días después del baile, mandó una carta a Asch que dudaba que quisiera leer. Lo mismo hizo para Drank y tampoco obtuvo respuesta. Todo era tan raro que apenas podía dormir.
El elfo se tumbó en la cama y miró hacia el techo, dando vueltas a todos los problemas que trataban de separar al grupo.
La noche en Guniver tampoco era muy tranquila, el castillo estaba desierto y Asch se había encerrado en el Salón del Trono, ni siquiera dejaba entrar a los sirvientes que le atendían normalmente. El único que le acompañaba era Amadeus, aunque el príncipe consideró la posibilidad de arrojarlo por la ventana para que le dejase tranquilo.
-Querido príncipe, habéis recibido ya tres cartas desde Sonrengar y cuatro desde Husmacia. La princesa Shenia está muy preocupada por vos, deberíais hablar con ella.
-No. -Sus hombros se tensaron. Apretó la mano sana sobre la piedra de la ventana, ya que el brazo derecho seguía vendado, y miró al exterior.- No quiero saber nada de nadie, y cuando digo nadie, es nadie. Quema esas cartas ahora mismo.
-Pero Asch, son tus hermanos. -El príncipe se giró hacia el melora, tenía los ojos llenos de ira.
-No te atrevas a cuestionar mis órdenes.
Amadeus se colocó las gafas sobre la nariz y frunció el peludo ceño. Se encaminó hacia la puerta, se giró antes de salir y miró al príncipe, que ya miraba hacia el oscuro cielo.
-Confío en tu buen juicio, Asch, pero hasta la mente más lúcida puede nublarse ante el rencor, el dolor, los celos y la ira. -El melora agachó la cabeza y negó varias veces.- No te pierdas en ese mundo oscuro, no olvides a aquellos que te aman.

El príncipe se crispó de rabia y pegó un puñetazo al cristal de la ventana, rompiéndola. Los trocitos de cristal se clavaron en sus nudillos. Soltó un rugido y se giró hacia Amadeus.
-¡Largo! ¡Fuera! -Gritó con el rostro enrojecido.
El melora se fue del reino montado en una bestia peluda. Cogió el camino hasta la gran plaza donde se concentraban los cinco caminos hacia los cinco reinos. Allí le levantaba una gran columna en memoria de los fundadores de la alianza. Junto a esta se encontraba Glaiss, montado en su caballo, mirando hacia Amadeus. No había podido dormir.
-Buenas noches, príncipe Glaiss.
-Buenas, Amadeus, ¿venís de ver a Asch? -Asintió con la cabeza y el elfo bajó del caballo. Miró al melora a los ojos.- ¿Cómo está?
-Perdido. -Sentenció rápidamente.- No atiente a razones. Me preocupa que se le nuble la mente con este asunto, pero habrá que darle tiempo. No debemos atosigarle. -Se pasó una pequeña mano por la peluda cara.- Vigila a Shenia, trataré de que Asch entre en razón, tarde o temprano tendrá que hacerlo. -Agarró las riendas y giró para internarse en el bosque.
-¡Amadeus! -Exclamó el elfo, haciendo parar al melora.- ¿Sabéis algo del principe Drank? No le he visto desde que desapareció en el baile...
-Si le encuentro, te lo haré saber.
El príncipe asintió con la cabeza y observó como se alejaba de allí rápidamente, se giró para mirar la gran columna y acarició el morro del caballo con cariño, mientras este relinchaba.
-Todo se desmorona lentamente...
La mañana siguiente los cincos reinos amanecieron bañados por la luz de un intenso sol que fue ocultado por grandes nubes grisáceas que anunciaban una inminente tormenta. En el castillo de Husmacia los sirvientes ya estaban despiertos y preparando un maravilloso desayuno para el único invitado y los residentes habituales del castillo. Los demás príncipes que habían acudido al baile habían partido.
Nicolette y Aleshia iban y venían colocando la gran mesa de madera antes de que Su Majestad y los demás aparecieran por la puerta. La sirvienta morena dejó una gran fuente de fruta en el centro y se acercó a su compañera con una sonrisa en los labios.
-¿Sabes, Aleshia? Dicen que el príncipe Drank desapareció durante el baile. -La amiga la miró de reojo pero no dijo nada, siguió colocando platos y cubiertos.- Dicen que se fue con una mujer, ¿sabes quién puede ser? Porque nadie la conoce y desde entonces no se le ha visto. A lo mejor esa pécora le hizo algo.
-¡Nicolette! -Exclamó la muchacha del pelo cobrizo, dando un fuerte golpe en la mesa con la pila de platos. Dirigió sus ojos hacia su pequeña amiga, con el ceño fruncido.
-¿Crees que me ibas a engañar? ¿A mi? -Comenzó a reir y agarró las manos de su amiga.- ¡Cuéntamelo todo! -Las mejillas de Aleshia se sonrojaron, se encogió de hombros y sonrió.- ¡Oh, vamos! ¡Qué suertuda! ¿Por qué siempre todos se fijan en ti? -La soltó y ayudó a colocar los platos.
-Ni que tú no tuvieras a un elegante elfo detrás. -La dio un codazo.- Tienes loco al heredero de Sonrengar.
-¿Loco? ¿Para ti estar “loco” es que te ignoren? ¡Ni siquiera se fijó en mí durante el baile! Como le pille... -Aleshia soltó una carcajada.
-Menudo carácter...
-¡Qué sea un príncipe no quiere decir que pueda utilizarme como quiera! Que se busque a otra, no quiero entrar en su jueguecito.
Ambas desaparecieron en la cocina para servir los demás platos mientras Anri y su hija entraban, dirigiéndose a la mesa.
Tras el desayuno, el príncipe Lex invitó a la princesa a caminar por los espléndidos jardines que rodeaban el castillo. A pesar de no querer, no tuvo otra opción. Pasaron todo el día juntos.
Poco a poco, el rostro de la princesa se iba relajando, parecía que de verdad se lo pasaban bien a su lado. Ambos herederos se sentaron en un banco de piedra y el silencio reinó en el ambiente. Los ojos verdes de Lex brillaban con la débil luz del atardecer, se fijaron en el rostro de la princesa y esbozó una gran sonrisa.
-Nunca había visto tanta belleza, tenéis luz propia. ¿Cómo es posible que aún no estéis casada?
-Entre Asch y yo ha habido problemas, pero queremos solucionarlos todos antes de casarnos.
-¿Asch es vuestro prometido? -Preguntó.- No me parece que sea lo suficientemente maduro para el matrimonio, y menos con una mujer como vos, princesa. Os merecéis mucho más. Un marido a vuestra altura, no alguien inferior. -Posó delicadamente la mano sobre la de Shenia.
-A pesar de las diferencias que tengamos, Asch y yo estamos hechos el uno para el otro. Puede que discutamos, que tengamos diferente mentalidad, que él pierda los estribos rápidamente y que yo me comporte como una niña pequeña, pero nuestro amor es fuerte y nadie podrá separarnos. -La princesa, indignada, apartó su mano de la del muchacho, y se levantó de un salto.- No me importa que para ti sea un completo inmaduro, como comportaré como una inmadura si eso te repele.
Agarró sus faldas y se fue de allí rápidamente, dejando sólo al príncipe. Lex se pasó una mano por el cabello y esbozó una sonrisa de superioridad; fijó los ojos en la apuesta de sol y esperó allí hasta que desapareció en el horizonte.
-Con que nadie, ¿eh?
La tormenta llegó por la noche, los rayos iluminaban el castillo y los truenos acompañaban al fuerte ruido de las gotas. En el castillo no había nadie levantado, sólo los guardias que les tocaba el turno de noche. Los pasillos estaban desiertos y ligeramente iluminados por antorchas.
Un individuo encapuchado paseaba por el pasillo de los aposentos después de que los guardias ya hubieran pasado. Iba tapado por una larga capa oscura y una capucha que ocultaba todo su rostro. Se dirigió a los aposentos de Shenia y entró sin hacer el menor ruido, como si no tocara el suelo con los pies. Se acercó silenciosamente hasta su cama donde la princesa dormía profundamente. El encapuchado observó el pálido rostro de la princesa y se acercó a ella, inclinándose sobre su cuerpo, sobre el pecho de ella descasaba la joya que le había regalado el príncipe Lex. El extraño posó la palma de su mano sobre ésta, esperó unos segundos y después abandonó la habitación de la misma manera que había entrado.
Pasaron semanas y semanas. Drank seguía desaparecido, Asch encerrado en su propio castillo y en su propia mente y Glaiss tratando de arreglar todos los problemas que habían aparecido. Amadeus había desistido con Asch y se centraba en buscar al nefilim que ya empezaba a preocupar a todos los miembros de Y.U.R.G.S. salvo a Shenia. La muchacha no salía de su reino, hacía oídos sordos de los rumores y noticias que llegaban de Guniver y Blizternova. El comportamiento de la princesa no era para nada normal y su madre ya comenzaba a preocuparse.
Después de un mes, Anri hizo llamar al ocupado príncipe de Sonrengar para que le ayudase con su hija.
Glaiss había llegado con Amadeus a caballo, en el patio empedrado le esperaba la reina. Cuando el elfo bajó, se acercó a ella e hizo una reverencia.
-¿Qué ocurre, mi señora?
-Es Shenia, su comportamiento empieza a preocuparme. No es la misma. Puede que a ti te escuche. Está en el jardín. -Se llevó las manos al pecho, entrelanzando los dedos, su rostro expresaba preocupación, haciendo que Glaiss tragase saliva, intentando imaginar que pasaba.
Con el melora a su lado, se dirigió al jardín y observó a su querida amiga... y a Lex.
Los dos príncipes estaban sentados en un banco riendo y hablando animadamente, con sus manos agarradas y tan juntos que parecía que iban a besarse en cualquier momento. Shenia miraba al príncipe con preocupante admiración. Lex se acercó a ella y apoyó la frente mientras que la sonrisa de la chica se hacía más amplia.
Glaiss sintió un retortijón y una punzada en el pecho. Si Asch viera aquella escena se moriría. Los ojos rojos del chico se entrecerraron y observaron con más atención a la princesa. Parecía sana, como siempre, salvo que en los ojos tenía como una sombra negra que se comía lentamente el iris verde. El elfo frunció el ceño y miró a Amadeus que le entendió con sólo mirarle. El chico rubio se inclinó sobre la princesa, buscando sus labios.
-¡¡Shenia!! -Gritó Glaiss aprentando los puños y acercándose a la pareja. Apartó al chico de ella con un empujón y miró a su amiga a los ojos.- ¿¡Qué demonios estás haciendo!? ¿¡Has perdido la cabeza!? -La princesa se levantó y se apartó de su viejo amigo.
-¿¡Cómo te atreves!? ¡No tienes ningún derecho a hacer esto! -Ella le dio un golpe en el pecho y él le agarró de los brazos, con fuerza para retenerla. Amadeus subió por el cuerpo de Glaiss y miró el rostro de la princesa.- ¡Suéltame ahora mismo o llamo a los guardias!
-¡¡Shenia!! ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? ¿Ya no recuerdas a Asch o qué? ¡Te vas casar con él!
-¡No! -Chilló. Glaiss contuvo la respiración mientras observaba el rostro enfurecido de la princesa.- ¡No le amo! ¡No quiero casarme con él! No significa nada para mí, y tú tampoco. ¡Guardias!
-Shenia... -Susurró y los guardias llegaron corriendo, agarraron a Glaiss y lo arrastraron.- No... -El elfo se soltó de uno y agarró la joya de la princesa, arrancándosela del cuello. Los dos hombres le arrastraron fuera del jardín mientras Lex abrazaba a la princesa por la espalda y rodeaba su cintura con los brazos susurrándole al oído.
Glaiss caminó por el patio empedrado con Amadeus a la espalda, Anri fue a su encuentro pero al verle el rostro supo que no había podido hacer nada. Con los ojos fijos en el suelo, llegó hasta su caballo y se subió a él, con un movimiento, el caballo salió corriendo y el príncipe se fue de Husmacia sin mirar atrás. La reina vio marchar al heredero a toda prisa, soltó un suspiro y se masajeó la sien sin saber qué hacer con su hija.
Glaiss llegó en cuestión de minutos al poblado melora. Dejó el caballo amarrado a un árbol y entró en él aún con Amadeus. Cruzaron el pueblo hasta la Gran Biblioteca y entraron. El heredero se sentó a la mesa y dejó la joya; se llevó las manos a la cabeza y soltó un largo suspiro mientras Amadeus inspeccionaba el colgante de Shenia.
-Amadeus, hijo, déjame verla.
Belpher Sniff subía por las pequeñas escaleras que estaban junto a la mesa para poder caminar por su superficie, su nieto le tendió la joya. El viejo melora se sentó sobre un libro realmente gordo y examinó detenidamente la pieza. Pasó los peludos dedos por la joya roja que lo decorada y se lo llevó a la nariz.
Tras inspirar profundamente varias veces, lo apartó y se fijó en Glaiss.
-¿De dónde lo habéis sacado?
-El príncipe Lex se lo regaló a Shenia durante el baile -Alzó la cabeza y miró a ambos meloras.- ¿Por? -El viejo se levantó pesadamente y se fue acercando al heredero, colocándose las gafas.
-Está impregnado de magia negra, humo negro para ser exactos. -Glaiss frunció el ceño, confundido. Ante aquel gesto, Belpher procedió a explicarlo.- Es una magia bastante avanzada, con unos conocimientos profundos de los conjuros que se transforman en humo. El colgante contenía un poderoso hechizo que nublaba la mente de la persona que haya olido el humo. Éste se mete por las fosas nasales y afecta al cerebro rápidamente cuanta más cantidad se huela.
-¿Hay alguna forma de saber si se está bajo ese hechizo? -Preguntó el elfo. Belpher asintió.
-El humo impregna de negro el iris de quién lo haya consumido, una vez que envuelva el cerebro, esa persona estará a merced del mago que lo hizo. Hará cualquier cosa que le pida y, por lo general, olvidará todo aquello que el mago quiera. Será una marioneta. -El elfo se levantó de golpe y se llevó las manos a la cabeza, peinándose el cabello blanco hacia atrás una y otra vez.
-Oh... por Dios... Habrá alguna forma de liberarlos de ese control, ¿verdad?
-Por supuesto, todo hechizo tiene su inverso. Con las plantas curativas del interior del bosque se puede hacer una pasta que contrarresta el efecto.
-Espera... -Glaiss miró fijamente a Amadeus.- ¿Es la misma planta tan dificil de encontrar que utilizaremos para curar a Asch? -El melora asintió con la cabeza.- Habrá que esperar meses hasta que la planta esté madura y puede que Shenia corra peligro en este momento. ¿No hay otra forma?
-La planta no debe estar madura, no se utiliza el jugo de los frutos, sino la semilla.
-Entonces... Si sólo tenemos una semilla, Asch no podrá curarse... -Los dos meloras le miraron y Glaiss respiró hondo. Debía elegir. Paseó por la sala evidentemente nervioso.- ¿Cuánto se tardaría en hacer esa pasta?
-Una media hora.
-Hazla. -Glaiss se fijó en los ojos de Belpher mientras este asentía y se llevaba la joya consigo. El elfo se volvió a sentar y se llevó una mano a la frente. Soltó un bufido.- ¿Podrás hacer algo por el brazo de Asch sin esa planta?
-Buscaré sin desncaso una cura.
-Habrá que decirle que Shenia está hechizada, puede que así entre en razón.- Amadeus asintió con la cabeza.- Me quedaré, ve a decírselo cuanto antes. -El melora saltó de la mesa y salió de la estancia para poner rumbo a Guniver. Glaiss se quedó sentado con los ojos cerrados, tratando de vislumbrar el fin de los problemas entre los herederos.
Media hora más tarde, Belpher dio un pequeño bastonazo en la cabeza al elfo, quién se despertó sobresaltado, y le tendió una pequeña caja tapada. El elfo se levantó tras haber recibido una pequeña charla de como aplicarla, hizo una pequeña reverencia y salió corriendo del poblado melora. Asió las riendas del caballo y subió a él de un salto, con un movimiento, el corcel salió corriendo por el sendero en dirección a Husmacia.
Momentos más tarde atravesó las murallas y bajó del caballo. Salió corriendo por el patio y entró en el castillo pero parecía que el ambiente estaba cargado. Se oían gritos y los guardias salían armados hacia el patio en varios grupos. Glaiss corrió por el pasillo hasta el Salón del Trono dónde se concentró una marabunta de gente. Tras pasar entre ellos, pudo ver a la reina Anri, llorando sin consuelo, sobre el trono arrancado del suelo que perteneció a su marido. Bajo su anterior emplazamiento había una piedra quitada y un agujero.
El elfo se acercó lentamente con los ojos desorbitados, se agachó a su lado y observó sus bellos ojos enrojecidos por las lágrimas.
-S-se la ha llevado... -Susurró.- La Caja... y a mi niña. ¡Se la ha llevado! Maldito bastardo... -La reina se abrazó al muchacho y sollozó sobre su pecho. Rara vez la reina maldecía a nadie.- Encuéntrala, Glaiss, por favor, sé que tú podrás dar con ella... Te lo suplico...
Nadie parecía tener idea de a dónde podía haberse llevado Lex a Shenia, por lo que su búsqueda iba a ser más complicada de lo normal, pero sabía que estaba en peligro y su deber era encontrarla como fuera. Sin embargo, no podría hacerlo solo, necesitaría la ayuda de Asch y Drank y... no vendría mal una Erinia que conociese los bosques como la palma de su diminuta mano.

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