Y.U.R.G.S. - P.15-

El prisionero había partido, su determinación más la estimulante historia que le había contado Amadeus habían encendido un fuego desolador en su corazón que hacia un año que no sentía, el prisionero iba a caballo desde Nindrez al sureste dirección a Husmacia , el caballo negro resoplaba por el hostil terreno abandonado que habían dejado arrasado los Xerxs a su paso.
-¿Y qué piensas hacer con todo esto? -Habló Amadeus agarrado a la capa del prisionero subido también a lomos del mismo caballo- Mostraras un revuelo enorme, ahora mismo tu nombre es muy odiado.
-Solucionaré la situación como solo yo sé hacer -El recluso de Nindrez metió la mano por dentro del abrigo que lo tapaba para agarrar con firmeza un preciado objeto para él.
El día de la boda se acercaba y los invitados comenzaban a reunirse en Husmacia días antes para no perderse la ceremonia. Shenia se había encerrado en su cuarto desde que escuchó aquella noticia, lloraba mirando por el hueco de la ventana la llegada de todos al castillo. Asch estaba demasiado tranquilo, no se había comportado de alguna manera extraña, paseaba por el pasillo serio con una mano a la espalda y la otra acariciaba cada palmo de mármol de las paredes con una satisfecha sonrisa en el rostro.

Glaiss y Drank habían venido en el mismo carruaje desde Sorengar, el elfo y el nephelim habian estrechado sus lazos desde que Asch se habia vuelto el enemigo común de ambos principes.
-Deberiamos ver a la princesa, tiene que estar muy angustiada por la boda. Que le obliguen a casarse con alguien asi debe ser un martirio- Dijo Drank caminando junto a Glaiss. Ambos pasaron al lado del príncipe humano, a quien le había cambiado la expresión de satisfacción por una de asco.
-Quizás deberiamos parar la boda, no estoy de acuerdo con que Shenia sea infeliz junto a un falso amor -El elfo caminaba de brazos cruzados junto al nephelim, los dos con preocupación, sin fijarse en que Asch se acercaba rápidamente como un depredador voraz hacia su presa. Asch se abalanzó sobre él tirándolo contra el suelo y con su mano le apretó el cuello hasta llevarlo al punto de la asfixia, la fuerza de un desprevenido Glaiss no podía hacer nada contra la que le presionaba.
-Atrévete a pensar interrumpir mi enlace y tu sangre de príncipe élfico correrá hasta el río.
Drank apartó a Asch de un empujón, sin mediar palabra, y ayudó a Glaiss a ponerse en pie. Ambos mantuvieron silencio aunque el elfo agarraba el mango de la espada como si estuviese preparado para usarla en cualquier momento. Pero ese instante no llegó. Los gritos captaron la atención de los allí presentes.
Un Gilbert herido, mugroso y con la ropa raída, había interrumpido en el patio. El soldado del caído reino señaló a Asch y comenzó a vociferar, corriendo hacia él con una daga.
-¡¡Los ojos!! ¡Los ojos! ¡¡Son sangre!!
El muchacho frunció el ceño, confundido por las palabras que aquel hombre gritaba. Al verse amenazado, no dudó en actuar.-¡Soldados! ¡Detened a ese lunático!- Los soldados agarraron a Gilbert pero este se retorcía para soltarse mientras gritaba una y otra vez. Cuando pudieron con él, comenzaron a arrastrarlo hacia las celdas de las mazmorras.
-¡¡Sé lo que eres!! ¡¡Los ojos!! ¡¡Yo lo sé!! -Y desapareció del patio sin dejar de gritar. Todos los allí presentes estaban en absoluto silencio. Asch se fue rápidamente de allí, sin mirar a nadie, cruzando el patio y la puerta principal. Drank, quien se había quedado quieta observando la escena, fue a girarse para hablar a Glaiss cuando se percató de que había desaparecido. Al encontrarse solo, decidió poner rumbo al jardín para encontrarse con la princesa.
Aquella misma noche el palacio se encontraba sumido en el más absoluto silencio, todos los invitados y residentes descansaban en sus aposentos, salvo uno. Glaiss andaba de un lado hacia otro en su habitación, con una mano en el mentón, pensativo. La tarde anterior, cuando Gilbert fue detenido, decidió seguirle para saber donde se lo llevaban, necesitaba interrogarle. Apagó la lámpara de aceite de su mesilla y se fue de allí en dirección a las mazmorras. El camino estaba tranquilo, ni siquiera se encontró con los guardias que deberían estar haciendo las rondas nocturnas. Una vez llegó al lugar, se dirigió directamente a la celda de Gilbert, sin embargo, no solo él había tenido la idea de bajar allí aquella noche. El príncipe Asch se encontraba en la celda, sin percatarse de la presencia del elfo, quien se escondió y se mantuvo espectante.
-Debiste mantener la boca cerrada, Gilbert, hablar demasiado trae problemas -Su voz era fría y siniestra.
-Monstruo, debí matarte nada más saber que eras.
Asch lo agarró de la garganta y le cortó la respiración- Modera tu lenguaje. -Sonrió- Ya no puedes hacer nada, como el resto de estos humanos... -Se acercó a su oído- Estais destinados a perecer bajo una raza superior, y ese momento a llegado. -El brazo que tenía libre se fue volviendo verde y escamoso, una larga y afilada cuchilla sustituyó a la mano. La mitad de se tronco y su cabeza tambien sufrió la misma transformación. Atravesó el vientre de Gilbert con las cuchillas y al sacarlo de la herida, cortó su cuello y lo dejó caer al suelo. Tan pronto como lo soltó, el ser verde tomó de nuevo la apariencia de Asch, quien limpió la sangre de su brazo en los ropajes del soldado. Se estiró el atuendo y salió de allí.
La imagen que acababa de presenciar le había dejado sin palabras, y ni se había movido de donde estaba después de que el príncipe humano abandonase el lugar. Con el ceño fruncido, agarró el mango de su espada, salió corriendo hacia las cuadras. Colocó la silla a su caballo, subió en él y salió de allí cabalgando hacia la noche.
El día de la boda había llegado, Glaiss todavía no había vuelto y Shenia estaba desesperada y encerrada en su dormitorio, ni siquiera las doncellas podían entrar para prepararla para el gran momento. Drank paseaba por los pasillos hasta que se encontró a las doncellas, Aleshia y Nicolette, llamando a la puerta de la princesa para que las dejase entrar. Se acercó hasta allí y llamó.
-Shenia, déjame entrar, soy Drank -Se oyó la vocecilla de la princesa dejándole paso solo a él, el chico abrió la puerta y una vez dentro, la cerró detrás suyo.- Deberías prepararte, la ceremonia es en unas horas.
-¡No quiero! -Le dio la espalda. La princesa tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.- No pienso vestirme.
-Pero debes hacerlo -Le puso las manos en los hombros y la giró para que le mirase. Ella negó con la cabeza y acto seguido la agachó.
-Ni siquiera está Glaiss para apoyarme...
Drank puso dos dedos en su mentón y le levantó el rostro- Sabes que volverá a tiempo, no te dejará sola. Mientras tanto, aquí estoy yo. -Le sonrió- Deberías dejar que te vistiesen, en serio.- Shenia suspiró y asintió.
El nephilim salió de la habitación y dejó paso a las doncellas, después se apoyó en la pared ya fuera de la habitación y esperó.
Por el pasillo apareció un jadeante Glaiss, que a pesar de su aspecto cansado, su ropa era elegante y estaba en buen estado. Llegó hasta donde Drank se encontraba, este levantó la mirada hacia él y se acercó.
-¿Dónde estabas? Shenia creía que ya no vendrías.
-Deberías ir a prepararte Drank, incluyendo las armas.
El muchacho le miró desconcertado- ¿De qué hablas?
-Pararé la boda, y creo que deberíamos estar preparados para lo que pueda pasar. Avisaré también a Shenia... -Cogió el pomo de la puerta y entró sin más. Drank se acercó rápidamente para impedírselo, pero no pudo hacerlo y entró también.
-¡Espera!
-¡Glaiss! ¡Drank! -Gritó Shenia detrás de un gran biombo el cual le tapaba entera, exceptuando la cabeza. Les miró con el ceño fruncido y ligeramente sonrojada. Las caras de los príncipes se volvieron de un rojo intenso, se dieron la vuelta y miraron hacia la puerta. El elfo carraspeó y se dispuso ha hablar.
-Perdón, lo siento, mea culpa. -Respiró hondo- Princesa, quería disculparme por mi ausencia, pero tenía que ocuparme de un asunto, pero no volveré a irme, os lo juro. -Miró de reojo hacia Drank, quien le miraba serio- Me gustaría hablaros de un asunto, en privado.
-Está bien, están terminando. -El elfo asintió. Aleshia y Nicolette terminaron de vestir a la princesa, retiraron el biombo y se fueron de allí bajo la atenta mirada del elfo. Una vez que la puerta fue cerrada, ambos príncipes se giraron para quedarse maravillados con la belleza que desprendía Shenia. El vestido blanco estaba ceñido a su delgada figura con un escote cuadrado, la falda caía recta pero era larga y tenía una gran cola. El rostro de la princesa, a pesar de transmitir tristeza, era blanco y perfecto como el marfil y era iluminado con ligeros toques de brillo. El velo le caída por la espalda y llegaba hasta el suelo. La humana se separó del espejo y les miró a ambos, quienes se habían maravillados, esperando que reaccionasen. Ambos sacudieron la cabeza, pero fue el elfo quien habló.
-Tengo pensado parar la boda -Los ojos de Shenia se iluminaron.- Corres peligro, estoy seguro de ello. Drank y yo estaremos preparados para lo que pueda pasar cuando la pare. Yo estaré entre el público y él cerca del altar, junto a los soldados, estarás segura ¿vale? -La cogió cariñosamente de las manos- Sé que no te he dicho que pasa, pero debes confiar en mi.
La princesa asintió conforme. Ambos príncipes salieron de la estancia para dejarla sola. Momentos más tarde, la orquesta retumbaba en el gran salón anunciando el inicio de la ceremonia. Los invitados estaban sentados y hablaban alegremente, a pesar de que habían ocurrido momentos difíciles y tristes, este era como una luz para todos los habitantes. Excepto para uno.
Anri, la madre de Shenia, fue a buscarla vestida con sus mejores galas y la acompañó hasta la puerta principal del gran salón donde la esperaba Glaiss, ya que su padre, al estar muy enfermo, se mantenía sentado en primera fila. Anri se fue junto a su esposo y Glaiss se cedió a Shenia un gran ramo de flores moradas. Esta, con una triste sonrisa, le cogió del brazo y comenzó ha andar hacia el altar, mientras todos los invitados se levantaban a su paso, donde Asch, vestido con un elegante traje de color marrón y detalles morados, le esperaba.
-Todo saldrá bien -Le susurró el elfo. Al llegar, la dio un fuerte abrazo y se fue a sentar junto a sus progenitores, quienes se había sentado junto a los reyes de Husmacia. La princesa se colocó delante de Asch mientras este le sonreía satisfactoriamente. El humano le cogió la mano a pesar de que ella no quería y la apretó para que no le soltase. La ceremonia transcurría con normalidad hasta que el sumo sacerdote pronunció unas palabras que hicieron que el corazón de Shenia se desbocase.
-Bajo el poder que me ha sido concedido, y con el permiso de los difuntos reyes de Guniver y los presentes soberanos de Husmacia, daré por finalizada la unión de estos dos jóvenes herederos -Hizo una pausa- Si alguien tiene una razón para que esta pareja no contraiga nupcias que hable ahora o que calle para siempre...
Un intenso pitido apareció en los oídos de la princesa, giró su rostro y miró a Glaiss desesperada, pues era ahora o nunca. El elfo agarró el mango de su espada y se levantó, abriendo la boca para oponerse a la unión cuando la puerta lateral del salón se abrió y un extraño encapuchado cruzó la sala apartando a todos los invitados.
-Me opongo. -Una vez que estuvo cerca de la pareja, metió la mano en su abrigo y sacó una pistola, con la cual apuntó hacia los novios. Asch agarró el brazo de Shenia y la empujó para ponerla delante suyo y utilizarla como escudo mientras un grito general se escuchaba en toda la sala. La princesa miró hacia el forastero con los ojos suplicantes.
-¡No dispare por favor! -Tarde. La bala cruzó la distancia que les separaba antes de que la muchacha terminase la frase. Esta soltó un agudo grito con los ojos cerrados, que retumbó en toda la sala, mientras sentía como su cara se impregnada de una sustancia. Al abrirlos, vio en el suelo a su prometido, con un disparo en la sien. Poco a poco su cuerpo se fue convirtiendo en un ser verde con cuchillas en lugar de manos y la sangre negra que manaba de su cabeza, la misma que había salpicado el rostro de Shenia, manchaba las losas del suelo y los bajos del blanco vestido de la novia. Todos los allí presentes no movieron un músculo, estaban paralizados por ver como el príncipe Asch se convertía en un Xerx. Solo Shenia se giró para mirar al forastero que permanecía quieto con la pistola en alto. Cuando la bajó y la guardó, se llevó las manos a su cabeza, la cual estaba tapada por una capucha que también ocultaba el rostro, agarró la tela y la echó hacia atrás, dejándose ver.
El pelo era de color azul intenso, blanco en la coronilla, y le llegaba hasta los hombros. Las facciones de su rostro eran duras y tenía un corte abierto en la mejilla derecha. Los ojos del hombre se posaron en los de Shenia. Aquella mirada heló el corazón de la princesa y la dejó sin respiración. Unos ojos verdes rodeados de un aro dorado. Unos ojos que heredarían el reino. Unos ojos conocidos. Unos ojos que pertenecían a Asch.
El verdadero Asch.

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